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Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de la revista Tabletalk: Un mundo feliz
Hace varios años, un amigo y yo discutíamos el tema de la cirugía estética. Después de hacer algunos comentarios sobre mis reservas en cuanto a la ética de modificar quirúrgicamente el cuerpo humano con fines estéticos, mi amigo dijo: «¿Y los brackets? ¿Apoyas la ortodoncia, pero no otras formas de cirugía estética? ¿Qué tal alguien que ha sido víctima de quemaduras?». El hecho de que ahora podamos alterar nuestro aspecto físico de múltiples maneras plantea una serie de preguntas éticas para los creyentes, al igual que el auge de las técnicas biomédicas que modifican el cuerpo humano. Pocos dirían que no es ético llevar un marcapasos o recibir ayuda de una prótesis robótica. Pero ¿qué tal algo más intrusivo, arriesgado e incluso impulsado por una cosmovisión pagana? La edición genética, los implantes cerebro-computador y los nuevos usos de la terapia hormonal representan algunos de los procedimientos biomédicos emergentes de nuestro mundo feliz*. Veamos brevemente cada uno de estos y consideremos qué debemos pensar al respecto como cristianos.
La edición genética humana
La edición genética humana es la práctica de editar nuestro ADN en aras de una mejor salud o capacidad. Este campo ha avanzado tanto en los últimos años que, en noviembre de 2018, un investigador chino afirmó haber editado los genes de dos embriones humanos y haberlos llevado a término. Además, el uso de lo que se denomina edición genética CRISPR ha hecho que la edición genética sea especialmente asequible y fácil. Hay dos tipos de edición genética humana: la primera, la edición somática, implica solo al paciente y afecta solo a algunas de sus células. La edición somática de genes es una forma generalmente prometedora, aunque novedosa, de tratar enfermedades como la leucemia, la diabetes y el VIH. El segundo tipo de edición genética, denominada edición genética germinal (o hereditaria), altera el genoma de un embrión y puede afectar a todas sus células y, potencialmente, a toda la descendencia de alguien. Los investigadores han reconocido que la edición de genes puede permitirnos erradicar enfermedades como la fibrosis quística, la hemofilia y la drepanocitosis, enfermedades que han afectado a familias por generaciones. Sin embargo, estos procedimientos siguen planteando serias dudas respecto a los posibles efectos nocivos de la modificación del genoma. Los expertos en bioética han advertido sobre la seguridad de la modificación genética, el riesgo que modificaciones peligrosas pueden suponer para los descendientes de un sujeto, el uso indebido de la tecnología para diseñar bebés y los posibles usos eugenésicos de la tecnología.
¿Qué deben opinar los cristianos sobre estas cosas? Los creyentes deben ser guiados, en primer lugar, por la verdad de que Dios nos ha hecho a Su imagen y semejanza (Gn 1:26). Este es el punto de partida de todas las cuestiones éticas relacionadas con cualquier modificación biológica o biotecnológica. Aunque nuestros cuerpos están sujetos a los miserables efectos de la caída, hemos sido hechos a imagen de Dios. Además, Dios ha creado y moldeado a cada persona (Sal 33:15; 139:14). En consecuencia, debemos proteger y preservar nuestras vidas y las de otros portadores de Su imagen.
La doctrina de la imago Dei está relacionada con la enseñanza del sexto mandamiento. Aunque el sexto mandamiento prohíbe quitar ilegalmente la vida a una persona, nos exige positivamente promover y preservar la vida de los demás (ver el Catecismo Mayor de Westminster 135). La edición somática de genes ha demostrado ser muy prometedora para preservar y ayudar a la vida humana, pero debemos usarla con cautela, como haríamos con cualquier otro procedimiento médico importante. Por otro lado, la edición de genes en la línea germinal plantea muchas preocupaciones éticas. ¿Debe el ser humano interferir en la vida desde su concepción? ¿No pone esto al hombre en el lugar de Dios? ¿Implica este tipo de edición genética el aborto de los niños cuyos rasgos no son aceptables? No hace falta decir que los cristianos deben escoger entre ser cautelosos al respecto o rechazar por completo las diversas formas de edición genética, empleando la sabiduría a medida que surgen y se desarrollan nuevas tecnologías, y contemplando siempre tales avances en el contexto de una cosmovisión totalmente bíblica.
Los implantes cerebro-computador
En la década de 1980, los médicos empezaron a utilizar una terapia quirúrgica para tratar ciertos aspectos de la enfermedad de Parkinson. La terapia consiste en implantar electrodos en la parte del cerebro que controla el movimiento para estimularlo eléctricamente. Desde entonces, los implantes cerebrales solo han seguido mejorando para ser cada vez más sofisticados. Neuralink representa quizá el intento más avanzado de conectar el cerebro humano con algo más que electrodos: los investigadores de Neuralink buscan conectar el cerebro con chips de computador. Shiona McCallum, periodista especializada en tecnología, destaca las posibles ventajas de un implante Neuralink: «Neuralink podría proveer una solución para condiciones neurológicas complejas que hasta ahora van más allá de la capacidad de la intervención médica. Estos van desde la parálisis y la ceguera hasta la depresión y la esquizofrenia». Los investigadores han sugerido que un implante Neuralink podría, por ejemplo, permitir a alguien con parálisis manejar un teléfono inteligente con la mente o quizá enviar mensajes simplemente pensando en ellos. Es muy prometedor para las personas discapacitadas, pero la pregunta es hasta dónde llegará la tecnología, y muchos han expresado preocupaciones éticas. Por ejemplo, ¿cómo podemos saber si una persona está pensando por sí misma o está siendo controlada por un chip de computador? ¿Cuáles son las implicaciones de esto respecto a la responsabilidad personal? ¿Podría el implante borrar los recuerdos? ¿Podrían los hackers acceder a datos personales o incluso controlar un enlace al cerebro de alguien?
Como cristianos, debemos recordar que los avances biotecnológicos han sido impulsados en gran medida por el secularismo a lo largo del siglo pasado. En consecuencia, cada vez se rechaza más el valor intrínseco del hombre sobre los animales y de los humanos sobre los computadores. A menudo subyace un «transhumanismo filosófico», la idea de que los humanos y la tecnología están destinados a fusionarse. Como Neuralink aún no ha salido al mercado, y quizá nunca lo haga —las pruebas clínicas con humanos fueron aprobadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. en mayo de 2023—, la pregunta es qué tan lejos llegará esta tecnología. Sin embargo, puesto que el Señor nos ha creado a Su imagen y semejanza (Gn 1:27; 5:2; Sal 139:13-16; Mt 19:4), sabemos que debemos ser extremadamente cautelosos o incluso rechazar totalmente los implantes cerebro-computador, como Neuralink, que podrían ir demasiado lejos en la modificación de nuestros procesos de pensamiento.
Los nuevos usos de la terapia hormonal
La terapia hormonal consiste en usar hormonas sintéticas en nuestro organismo para diversos fines. La terapia hormonal parece presentar menos problemas éticos, ya que lleva más de cincuenta años tratando con éxito determinados tipos de cáncer y los desequilibrios hormonales de la menopausia. En ese sentido, esta tecnología no es nueva. Sin embargo, en los últimos años ha surgido una práctica novedosa pero cada vez más común: el uso de hormonas para tratar de cambiar de género. Los cristianos deben rechazar la práctica de la terapia hormonal con este malvado propósito. Aunque podemos recurrir a un sinfín de tratamientos médicos para paliar las miserias de la vida, no es lícito tratar de cambiar nuestra constitución biológica para suprimir la verdad de quién Dios quiere que seamos. Dios creó al ser humano varón y mujer, y estamos llamados a administrar los cuerpos que Dios nos ha dado, sea cual sea nuestro sexo. Por lo tanto, los creyentes deben distinguir entre los usos bíblicamente lícitos de la terapia hormonal y los malos abusos de la misma.
Varias posibilidades biotecnológicas están aquí o en el horizonte. Aunque Dios nos ha concedido la bendición de la gracia común de los avances médicos, los cristianos deben actuar con cautela a la hora de considerar procedimientos que alteren la configuración biológica del cuerpo humano. La incertidumbre sobre el riesgo que entrañan procedimientos emergentes como la edición genética, Neuralink y la terapia hormonal debe llevar a los cristianos a discernir prudente y seriamente la aceptabilidad de tales prácticas. A medida que procuramos tomar decisiones sabias, los cristianos debemos recordar que Dios nos ha hecho a Su imagen y semejanza y que, por lo tanto, no debemos dañar nuestra constitución biológica.