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Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El Sínodo de Dort
Calvino, el calvinismo y, por extensión, la principal confesión reformada que codifica un resumen convincente de la doctrina reformada de la salvación —los Cánones de Dort— suelen ser considerados por los desinformados como fríos, ásperos y estériles. Estas personas consideran que ideas como la depravación, la elección, la reprobación y la expiación «limitada» son enseñanzas agobiantes y fatalistas que impiden a los creyentes disfrutar de su relación con Dios. Se alega que tales doctrinas destruyen la responsabilidad humana, promueven una falsa seguridad, obstaculizan la evangelización y las misiones y desalientan las buenas obras y la piedad genuina.
Quienes se tomen el tiempo de leer a Calvino, a los reformadores y los Cánones de Dort saben que estas acusaciones son falsas. La piedad (pietas) es uno de los temas principales de Calvino y del calvinismo. Calvino afirma en el prefacio de su Institución de la religión cristiana que su propósito al escribir esta teología sistemática era «únicamente transmitir ciertos rudimentos mediante los cuales los que se sientan tocados por algún celo por la religión puedan ser formados para la verdadera piedad [pietas]». John McNeill argumentó, con razón, que la teología de Calvino es «su piedad descrita en detalle».
Para Calvino, la mejor descripción de la piedad en el Antiguo Testamento es «el temor del Señor», y la mejor palabra del Nuevo Testamento es «piedad». En resumen, para Calvino la piedad designa una actitud reverencial del corazón hacia Dios, que implica conocimiento verdadero, fe salvadora, amor sincero, adoración agradecida, temor filial y sumisión abnegada a Su voluntad. De esta actitud hacia Dios fluye una serie de frutos adicionales en la vida de los verdaderamente piadosos. Examinaremos cinco de estas marcas de la verdadera piedad, tal y como se presentan en los Cánones de Dort: disfrutar del teocentrismo, cultivar la seguridad de la fe, ejercitar la doxología centrada en Cristo, practicar la humildad y la acción de gracias diarias, y perseguir la santidad integral.
TEOCENTRISMO
La verdadera piedad está centrada en Dios, no en el hombre. Ese teocentrismo es muy evidente en los Cánones de Dort. Los cánones sitúan a Dios en el centro de toda la teología y en el centro de la vida misma. Dios es el eterno y todopoderoso Señor de todo, y especialmente Señor de la principal preocupación de la vida: la liberación o redención de nuestros pecados y miseria. Los cánones presentan la obra de la redención de forma trinitaria.
El Padre es el centro de la primera cabeza (o capítulo) de la doctrina, «De la doctrina de la elección divina», que trata de la elección y la reprobación. La justicia y la misericordia de Dios están en el centro de Su plan de salvación. Dios habría sido justo al condenar a todos al infierno, ya que todos somos pecadores, pero en Su amor y misericordia, determinó salvar a aquellos pecadores a los que «predestinó en Cristo para salvación» (Artículo I.7). «Algunos… son pasados por alto… a los que Dios… ha resuelto dejar en la común miseria en la que por su propia culpa se precipitaron» (Artículo I.15). Tanto la elección como la reprobación son decretos soberanos, pero la primera es siempre por gracia e inmerecida, mientras que la segunda es siempre justa y bien merecida. En el día del juicio, los condenados al infierno se verán obligados a aceptar que merecen este castigo, mientras que los recibidos en el cielo confesarán libremente que no merecen esta redención. Dado que todas las cuestiones de la salvación están totalmente resueltas en el plan eterno de Dios, los cánones nos animan a alabar a Dios por la certeza y amplitud de nuestra salvación en Cristo.
El Hijo de Dios encarnado y Su obra expiatoria son el centro de la segunda cabeza de la doctrina. Esta cabeza afirma el valor infinito de la muerte expiatoria de Cristo y afirma que, para redimir a los elegidos, Él ha satisfecho plenamente la justicia de Dios. Puesto que Cristo ha cumplido toda la justicia mediante Su obediencia activa a la ley y Su obediencia pasiva al sufrir y morir por pecadores dignos del infierno, la salvación de los elegidos se cumple plenamente en Él y en Su obra redentora «para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él» (2 Co 5:21).
El Espíritu Santo cumple el plan del Padre aplicando la obra salvadora del Hijo a los elegidos. Las cabezas III y IV combinadas desentrañan la obra del Espíritu para hacer del pecador elegido una nueva creación en Cristo Jesús mediante la regeneración y la santificación. La quinta cabeza muestra la obra del Espíritu que permite a los elegidos perseverar en la fe y la gracia durante toda su vida y crecer en la seguridad personal de la salvación.
Disfrutar de la obra de salvación del Dios trino por nosotros y en nosotros debería movernos a una piedad genuina, mientras le agradecemos, alabamos y glorificamos por una «salvación tan grande» (Heb 2:3). El Dios trino es el amigo (no el enemigo) de los pecadores. Sin Su obra salvadora, nadie sería salvo.
LA SEGURIDAD DE LA FE
Los cánones exponen otro rasgo distintivo de la piedad: el cultivo de la seguridad personal de la fe. El Artículo I.12 muestra el íntimo vínculo entre la elección divina y la seguridad humana: «La seguridad de su elección eterna e inmutable para salvación es dada a los escogidos a su debido tiempo». La elección es la promesa de Dios al creyente de que en Sus brazos está seguro. Esa persuasión se ve reforzada por la fe en las promesas de Dios, el testimonio del Espíritu y los frutos de gracia en la vida de los creyentes (Artículo V.10). Esta seguridad proporciona un consuelo indecible y da lugar al gozo espiritual, al deleite santo, a la profunda humildad y a los deseos renovados de ser más santos y de trabajar para cultivar esa santidad (Artículo I.13).
DOXOLOGÍA CENTRADA EN CRISTO
En el capítulo segundo, los cánones sostienen que, si bien la muerte de Cristo es «de valor y dignidad infinitas, y abundantemente suficiente como para expiar los pecados del mundo entero» (Artículo II.3), Dios determinó que la muerte de Cristo expiara eficazmente solo los pecados de los elegidos (Artículo II.8). Los cánones fundamentan esta importante distinción «suficiencia/eficacia» en la afirmación bíblica de la libertad y la buena voluntad de Dios: «La causa de esta misericordiosa elección es únicamente el beneplácito de Dios» (Artículo I.10). Por eso, «Contra aquellos que murmuran de esta gracia de la elección inmerecida y de la severidad de la reprobación justa, oponemos esta sentencia del Apóstol: “¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios?” (Ro 9:20)» (Artículo I.18).
El creyente elegido responde a la costosa y eficaz expiación de Cristo con una doxología centrada en Cristo y una adoración sincera, adorando al Esposo como una esposa indigna. Esta preciosa doctrina de la expiación limitada o de la redención particular reconforta a los miembros de la Iglesia viva e invisible, al asegurarles que Cristo ha comprado a Su esposa con Su propia sangre. Por tanto, como escribe Cornelis Venema, las notas clave de los cánones son «la alabanza hacia el Dios Trino por Su asombrosa e inmerecida gracia en Cristo, y una notable confianza en Su invencible favor» (Artículo I.17).
HUMILDAD Y AGRADECIMIENTO DIARIOS
La certeza del creyente respecto a su elección le infunde una humildad permanente y siempre creciente y promueve el agradecimiento: «De la comprensión interna y de la certidumbre de esta elección toman diariamente los hijos de Dios mayor motivo para humillarse ante Él, adorar la profundidad de Su misericordia, purificarse a sí mismos, y, por su parte, amarle ardientemente a Él, que de modo tan eminente les amó primero a ellos» (Artículo I.13). Los cánones alegan que, si la elección estuviera condicionada, aunque fuera en parte, a algo que el creyente realizara con sus propias fuerzas, la humildad se perdería y el orgullo se impondría. Pero dado que la salvación es enteramente por la gracia soberana y electiva de Dios, y no se basa en nada que Dios haya previsto en el hombre, la humildad y la acción de gracias son las únicas respuestas apropiadas (Artículo III-IV.15).
SANTIDAD INTEGRAL
Los cánones presentan al pecado como el mayor problema de la vida. El hombre natural y pecador nace ciego de mente y evidencia «impureza en todos sus afectos» (Artículo III-IV.1). Así como era natural que el hombre fuera santo antes de la caída, también es natural que sea impuro después de la caída. Como pecador ciego e impuro por naturaleza, no puede creer y ser salvo.
Afortunadamente, los cánones también presentan el remedio soberano de Dios para la ruina total del hombre en el pecado: la renovación de la voluntad de la persona por obra del Espíritu Santo en la regeneración, que tiene como resultado el volver a Dios en fe y arrepentimiento. Desde el momento de la regeneración hasta el final de sus días, el creyente persigue la santidad en todos los ámbitos de su vida a pesar de sus continuas batallas contra el pecado. Los cánones reconocen, especialmente en la cabeza V, que esta batalla es dura y que no hay atajos del pecado a la gloria ni promesas de liberación de las tribulaciones en esta vida.
Felizmente, los cánones también afirman que el cristiano no está solo en su ardua búsqueda de la santidad integral. El Espíritu Santo le capacita para perseverar en la fe y la santidad, pues se sirve de «la Palabra, los sacramentos y la disciplina» para restaurar a los hijos descarriados de Dios y edificarlos en la gracia haciéndolos más santos (Artículos III-IV.17; V.14). Todo ello se apoya en la constancia en «la oración y… otros ejercicios santos» (Objeción V.6). Con el tiempo, su creciente seguridad y su continua perseverancia en la fe fomentan esta búsqueda integral de la santidad (Artículos I.13; V.12), que a su vez les hace ser activos en la evangelización y el testimonio de la causa de Cristo.
La historia de la Iglesia afirma la verdad del impulso evangelizador de los cánones para la causa de Cristo. Como concluye W. Robert Godfrey:
La teología de los cánones no apaleó a la comunidad reformada hasta dejarla inactiva, sino que armó a la Iglesia reformada con todo el consejo de Dios. Fortalecidos con la confianza en Dios enseñada en los cánones, los cristianos reformados se convirtieron en los testigos de Cristo más dinámicos y eficaces de Europa.
VERDADERA PIEDAD
Los Cánones de Dort demuestran de forma coherente, minuciosa y persuasiva que las doctrinas de la fe reformada promueven la auténtica piedad cristiana en lugar de obstaculizarla. Esto se resume bien en el artículo V.12:
Esta certeza de la perseverancia lejos de hacer a los verdaderos creyentes orgullosos y carnalmente seguros, ¡por el contrario, es la verdadera raíz de la humildad, del temor filial!, de piedad verdadera, de paciencia en toda lucha, de oraciones fervientes, de firmeza en la cruz y en la confesión de la verdad y de firme alegría en Dios. La consideración de ese beneficio es un estímulo para la práctica seria y constante de la gratitud y para el ejercicio de las buenas obras.