Las imágenes de Apocalipsis
14 octubre, 2024Un tiempo para la ira
31 octubre, 2024La vida escatológica
Nota del editor: Este es el décimo capítulo en la serie de artículos de la revista Tabletalk: La doctrina del futuro
Para muchos cristianos, el término escatología y su significado son objeto de desconocimiento y confusión. Esto se debe en gran parte a la manera en que se ha enseñado la escatología. La mayoría de las veces, se limita a un estudio de los últimos acontecimientos que preceden al regreso de Cristo. Ciertamente, incluye este aspecto, pero también es mucho más que eso. La escatología está entretejida en la esencia fundamental de cada versículo de la Escritura. Por lo tanto, la vida escatológica es la promesa trinitaria y pactual de la revelación de Dios hacia nosotros.
A pesar de esto, muchos cristianos se preguntan qué implica el carácter escatológico de la Biblia para sus vidas cotidianas. En este artículo nos centraremos en dos aspectos del vivir escatológicamente. Primero, examinaremos la vida escatológica como la vida del reino. Segundo, delinearemos la vida escatológica en relación con nuestra unión con Cristo, forjada por el Espíritu.
El eje central del ministerio de Cristo fue el reino de Dios, anticipado en el Antiguo Testamento, inaugurado con la primera venida de nuestro Señor, explicado en el resto del Nuevo Testamento y consumado en Su segunda venida. Vivir escatológicamente comienza con la comprensión de que los cristianos son ciudadanos del reino de Dios (Fil 3:20). ¿Cómo afecta esta mentalidad centrada en el reino nuestra forma de vivir?
Me vienen a la mente varias cosas. Ser ciudadano del reino significa que, ante todo, somos pobres en espíritu (Mt 5:3). Este es el punto de entrada innegociable, la «puerta estrecha» del reino; por eso Jesús lo coloca en primer lugar en las bienaventuranzas. Ser pobres en espíritu implica reconocer nuestra necesidad de un salvador de nuestro pecado y renunciar cada día a toda forma de autosuficiencia.
Además, las enseñanzas de Jesús sobre el reino nos recuerdan que debemos ajustar nuestras expectativas. El reino crece lentamente, al ritmo soberano de Dios (Mt 13:31-33). Gran parte de la confusión sobre la misión de la iglesia en la actualidad proviene de la creencia errónea de que su principal tarea es transformar la cultura que la rodea. Sin embargo, la transformación cultural, en la medida en que ocurre, es un subproducto de ser ciudadanos del reino, no su objetivo. Las expectativas exageradas son un camino seguro hacia el agotamiento y la decepción.
Los ciudadanos del reino, por lo tanto, miran al futuro mientras viven el presente. El creyente anhela que Jesús introduzca el reino en su plenitud (Ap 21-22). Pero mientras los cristianos esperan la consumación del reino, sirven con una esperanza y alegría inextinguibles, sabiendo que nada de lo que hacen es en vano si se hace para el Señor (1 Co 15:58).
Por último, vivir escatológicamente implica vivir en unión con Cristo. Dado que Cristo fue el último Adán lleno del Espíritu (Lc 4:18; 1 Co 15:45), los que estamos unidos a Él disfrutamos de la misma llenura del Espíritu. Así, en el momento en que nos unimos a Cristo por la fe forjada por el Espíritu (Jn 3:5), somos llenos del Espíritu, bautizados por el Espíritu y controlados por el Espíritu. La morada del Espíritu es Cristo en nosotros, la esperanza de la gloria (Col 1:27).
Como resultado de esta unión, vivimos una vida del «ya pero todavía no» en Cristo. Hemos sido crucificados con Él (Ro 6:6), pero llevamos la cruz cada día (Lc 9:23). Ya hemos resucitado con Él (Col. 2:12), pero anhelamos la resurrección final (1 Co 15:52). Esta tensión escatológica del «ya pero todavía no» resalta el doble enfoque de la vida del reino.
Cuando empezamos a asimilar la realidad de la ciudadanía del reino y nuestra unión con Cristo, descubrimos riquezas incomparables. Tenemos verdadera esperanza, sin importar nuestras circunstancias, porque reconocemos que este presente siglo malo (Gá 1:4) no es nuestro hogar; el reino sí lo es. Recurrimos diariamente al poder del Espíritu en oración y en nuestra manera de pensar. Al hacerlo, se hace realidad la promesa de Jesús de que de nosotros brotarán ríos de agua viva (Jn 7:38). El control del pecado sobre nosotros mengua y somos transformados de gloria en gloria en Cristo (2 Co 3:18). La vida cristiana es, por tanto, una vida escatológica, desde el principio hasta el fin.
En nuestras vidas frenéticas y carentes de reposo, necesitamos descanso, recuperación y rejuvenecimiento para seguir adelante en un mundo que hace todo lo posible por restar importancia a vivir escatológicamente. Espero que este breve resumen nos permita disfrutar de la vida tal como Dios la concibió: rebosantes del Espíritu y unidos a Cristo, para la gloria del Padre.