El cielo nuevo y la tierra nueva
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Nota del editor: Este es el noveno capítulo en la serie de artículos de la revista Tabletalk: La doctrina del futuro
Toda la Biblia es Palabra de Dios, una revelación inerrante y autoritativa. Esa revelación viene en palabras, que nos llegan en una variedad de estilos literarios. Por ejemplo, algunas partes de la Biblia son historia, mientras que otras son poesía. Ambas formas constituyen la revelación de Dios, pero para entender su significado correctamente deben leerse de manera un poco diferente. Cuando la historia bíblica dice que David era pastor, se refiere a que cuidaba ovejas. En cambio, cuando la poesía del Salmo 23 dice que el Señor es nuestro pastor, quiere decir que el Señor cuida de Su pueblo de manera similar a como un pastor cuida de sus ovejas. Insistir en que el Salmo 23 enseña que el Señor es cuidador de ovejas es pasar por alto la idea principal. Para interpretar correctamente la Escritura y realmente comprender su significado, debemos reconocer las diversas formas en que los autores humanos de la Biblia fueron inspirados a escribir y cuál era su intención.
Prestar especial atención al estilo y a la intención del autor es particularmente importante cuando nos acercamos al libro de Apocalipsis. En este libro, Juan escribe proféticamente y utiliza muchas imágenes verbales que a menudo tienen una calidad poética. Consideremos, por ejemplo, cómo describe Juan a Jesús en el templo celestial en el primer capítulo del libro. No nombra explícitamente a Jesús, pero su significado es claro. Él ve «a uno semejante al Hijo del Hombre» (Ap 1:13), y al principio el cuadro que pinta parece sencillo: «Vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y Sus cabellos eran blancos como la blanca lana, como la nieve. Sus ojos eran como una llama de fuego» (Ap 1:13-14). Ya empiezan a surgir preguntas. ¿El Cristo glorificado en el cielo tiene literalmente el cabello blanco? Es posible, pero Juan también podría estar hablando en forma poética para sugerir la madurez y sabiduría de Cristo. ¿Tiene Cristo en el cielo ojos como llama de fuego? Una vez más, Juan puede estar enseñándonos sobre la intensidad de Su mirada penetrante más que sobre el color de Sus ojos.
Juan nos da la respuesta a estas preguntas en los dos últimos elementos de su descripción de Jesús: «De Su boca salía una espada aguda de dos filos. Su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza» (Ap 1:16). Claramente, Juan está enseñando que de la boca de Jesús emana la aguda y juzgadora Palabra de Dios, tal como leemos en Hebreos 4:12: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón». Aún más claro, cuando Juan escribe que Su rostro brillaba como el sol en todo su esplendor, muestra que su descripción, para comunicar su significado, va más allá de la apariencia literal de Jesús en el cielo. Si el rostro de Jesús brillara literalmente como el sol, entonces Juan no podría haber visto Sus cabellos, Sus ojos ni Su boca. Juan describe el resplandor del rostro de Jesús para mostrar Su gloria y la plenitud y pureza de luz que hay en Él.
¿Por qué ha escogido Juan escribir con estas imágenes verbales? Una de las razones es que comunican muy poderosamente el significado que él quiere que entendamos. Decir que el rostro de Jesús brillaba como el sol es una manera muy eficaz de hablarnos de Él. Una segunda razón es que este estilo nos ralentiza, nos atrae y nos hace reflexionar. No debemos intentar leer este libro a toda velocidad; debemos meditar detenidamente en sus imágenes.
Consideremos, por ejemplo, la bendición trinitaria pronunciada sobre las iglesias por Juan (Ap 1:4), donde el Espíritu Santo es presentado como «los siete Espíritus que están delante de Su trono». ¿Está enseñando Juan que hay siete Espíritus Santos en lugar de uno? ¿Está enseñando que el Espíritu Santo tiene siete partes? No. Él está usando simbólicamente el número siete para indicar la plenitud y perfección del Espíritu en todo lo que Él hace. Esta interpretación se apoya en Apocalipsis 4:5: «Del trono salían relámpagos, voces, y truenos. Delante del trono había siete lámparas de fuego ardiendo, que son los siete Espíritus de Dios». Así como las siete lámparas representan a los siete espíritus, estos a su vez representan al Espíritu Santo. De hecho, en este libro, los números suelen tener un significado simbólico.
Vemos este uso de imágenes verbales en Apocalipsis 5:5, donde el vencedor que puede abrir el rollo es descrito como «el León de la tribu de Judá, la Raíz de David». Una vez más, Juan no se refiere a un león literal, sino a la fuerza y al poder soberano de Jesús. Juan cambia radicalmente la imagen cuando, en lugar de ver un león, observa un cordero: «Vi […] a un Cordero, de pie, como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra» (v. 6). Jesús es el poderoso León y, al mismo tiempo, el Cordero sacrificado que posee cuernos de poder así como la plenitud del Espíritu de Dios.
Los ejemplos que hemos considerado hasta ahora son bastante fáciles de reconocer y comprender. También nos muestran que Juan a menudo utiliza símbolos que luego interpreta. En Apocalipsis 1:12 se refiere a siete candelabros y en el versículo 20 explica que los siete candelabros son las siete iglesias.
A medida que nos adentramos en el libro, encontramos imágenes más difíciles. Pensemos en la quinta trompeta, que trae una plaga de langostas. Estas langostas parecen caballos con rostros humanos, cabellos de mujer, dientes de león, alas y colas «parecidas a escorpiones, y aguijones» (Ap 9:10). Entonces, ¿qué representa esta plaga literalmente? ¿Será una plaga de langostas, de caballos, de escorpiones o de algún monstruo complejo que aún no ha sido creado? Un escritor de hace más de un siglo pensaba que se refería a soldados a caballo con rifles disparando detrás de ellos. Tal interpretación en realidad no es literal y hoy en día parece un poco absurda. Si tomamos las imágenes como simbólicas, cobran sentido. Representan una plaga o juicio traído por muchas entidades poderosas y en forma de enjambre que pueden envenenar y atormentar. Juan dice que este juicio es temporal y dura cinco meses. Cinco meses representan un tiempo prolongado de sufrimiento pero no interminable.
Así como las imágenes y los números son en su mayoría simbólicos en este libro, también lo son las referencias temporales. Todas las menciones de tiempo —desde media hora hasta tres años y medio— son más bien cortas. En el contexto, es casi seguro que estos tiempos se refieren simbólicamente al relativamente breve tiempo de sufrimiento de los justos en este mundo. La única excepción en el libro es la referencia a los mil años (cap. 20). ¿Qué podría significar esto? Si bien Juan describe el tiempo del sufrimiento del pueblo de Dios como corto, también describe el tiempo de la victoria y el alivio como mucho más extenso. Sin importar su significado, esto nos muestra que Dios está dirigiendo la historia para el bien de Su pueblo. Ofrezco una discusión mucho más completa de estos temas de imágenes y símbolos en mi serie de enseñanza de Ligonier en inglés Blessed Hope [Bendita esperanza].
Juan prometió que quienes lean este libro en voz alta, lo escuchen y lo guarden recibirán una bendición (Ap 1:3). De hecho, seremos bendecidos si lo leemos con calma, reflexión y meditación, preguntándonos qué nos enseña Dios a través de las imágenes que utiliza.