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Nota del editor: Este es el séptimo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: La iglesia confesional
Los estándares doctrinales son de gran importancia para el trabajo fiel y fructífero de los líderes de la iglesia. Dichos estándares eComo pastor, con frecuencia me preguntan sobre los mejores recursos disponibles para el crecimiento en la fe cristiana. Vivimos en una época en la que no faltan libros devocionales para ayudar con la piedad personal y familiar. Parte del desafío es que los cristianos están culturalmente condicionados como consumidores a pensar que el devocional más reciente y más vendido es la respuesta tan esperada para mejorar su caminar cristiano. Esta mentalidad está tan profundamente arraigada en el feligrés moderno que la gente suele dejar de lado como obsoletos los mejores recursos que ya tiene a la mano.
Atender a los medios de gracia en el culto público cada día del Señor debería estar en el tope de la lista de alguien que quiera mejorar su piedad personal y familiar. Además, las personas que se comprometen a dedicar más tiempo a la lectura de la Biblia y a la oración recibirán gran ayuda para su santificación. Sin embargo, hay un recurso que se pasa por alto cuando se trata de crecer en la fe cristiana: las confesiones de la Iglesia.
Conocer y estudiar las confesiones es de gran valor para nuestra piedad. Pero se nos ha dicho que las personas que utilizan las confesiones confían demasiado en ellas. Para muchos, el resultado ha sido evitar por completo las confesiones y los catecismos. También se nos ha dicho que las viejas confesiones y catecismos de la Iglesia son dogmas sin vida que impiden alcanzar una auténtica vida espiritual. Nada más lejos de la verdad. Las confesiones reformadas ayudan en gran medida al tipo de vitalidad en la vida cristiana que la gente suele buscar en cualquier otro lugar.
Teniendo esto en cuenta, vamos a examinar algunas de las formas importantes en que las confesiones reformadas y los catecismos nos ayudan con la piedad personal y familiar.
En primer lugar, las confesiones nos ayudan a conocer a Dios y conocernos a nosotros mismos para que podamos reconocer adecuadamente al Señor. Nuestro acercamiento a Dios puede verse comprometido en el culto familiar y corporativo si tenemos una doctrina errónea de Dios y del hombre. Esto tiene graves consecuencias para la piedad cristiana. Las confesiones son un gran recurso para remediar este problema cultivando un conocimiento adecuado de Dios. Considera la Confesión Belga, artículo 1, sobre lo que creemos acerca de Dios:
Todos creemos con el corazón y confesamos con la boca que hay un solo Ser, simple y espiritual, al que llamamos Dios; y que Él es eterno, incomprensible, invisible, inmutable, infinito, todopoderoso, perfectamente sabio, justo, bueno y fuente rebosante de todo bien.
A partir de este conocimiento apropiado de Dios, pasamos al conocimiento de nosotros mismos, ya que las confesiones nos ayudan a comprender la caída, el problema del pecado y cómo podemos salir de nuestra triste situación. Este conocimiento es necesario para comprender, reverenciar y adorar apropiadamente al Señor en nuestras vidas.
En segundo lugar, las confesiones nos ayudan a entender la naturaleza impecable del evangelio cristiano y la belleza de su coherencia. Cuentan toda la historia de la Biblia como cumplida a través de la persona y la obra de Jesucristo, ayudándonos a entender el propósito mayor de la revelación de Dios. La Biblia anuncia desde el Génesis hasta el Apocalipsis, en la persona y obra de Jesucristo, la paz y la reconciliación con Dios mediante el perdón de los pecados. Las confesiones capturan estas verdades centrales del evangelio para nuestra edificación espiritual. En el Catecismo Mayor de Westminster 70, por ejemplo, se habla de la justificación como un acto de la libre gracia de Dios por el que Él perdona todos nuestros pecados, nos acepta y nos cuenta como justos solamente por la justicia de Cristo imputada a nosotros y recibida por la fe sola. Esta verdad pretende tener un efecto liberador en la vida del creyente. Los cristianos que no tienen una buena comprensión del objetivo central de la revelación de Dios hecha a nosotros en el evangelio, tendrán dificultades con la seguridad y la confianza ante Dios. Las confesiones nos ayudan a ver esta mayor coherencia.
Tercero, las confesiones nos ayudan a amar al Señor en nuestra santificación. Este amor se demuestra cuando vivimos agradecidos de acuerdo a la ley de Dios y estamos en comunión con Él en oración. En la sección de gratitud del Catecismo de Heidelberg, por ejemplo, hay un extenso tratamiento de la ley destinado a ayudar al creyente a caminar en novedad de vida. A esto le sigue una sección muy edificante en la que se explica la oración del Señor, destinada a motivar la conversación diaria con Dios. El corazón de la piedad cristiana tiene que ver con dar muerte al pecado, esforzarnos por ser santos y dedicar tiempo a la oración. Las confesiones reformadas fueron escritas con estos objetivos en mente, para proporcionar ayuda diaria a los creyentes en su caminar cristiano.
Las confesiones y catecismos de la Iglesia no son documentos sin vida; son verdades bíblicas resumidas con la intención de dar a los cristianos ayuda en sus vidas. Queridos cristianos, abran las confesiones de su iglesia, porque son un tesoro de recursos que ayudarán a darle forma a su piedad y crecimiento en el amor a Dios.