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La historia de la iglesia y el compromiso cultural
25 marzo, 2022![](https://i0.wp.com/es.ligonier.org/wp-content/uploads/2021/12/Lig_website_blog_placeholder.jpeg?resize=150%2C150&ssl=1)
¿Salvado de qué?
28 marzo, 2022Las cruzadas
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Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine: La historia de la Iglesia | Siglo XI
La Biblia puede ser un libro peligroso si es mal usado y abusado. En la historia de la Iglesia, entender mal la Biblia ha conducido a muchos problemas serios, que van desde la falsa doctrina hasta las costumbres legalistas y las vidas mal dirigidas. Uno de los ejemplos más evidentes de esto son las cruzadas: una serie de guerras guiadas por europeos en el nombre de Cristo contra los estados islámicos en el Cercano Oriente durante la Edad Media.
La idea de que los cristianos puedan usar la espada para avanzar su causa podría ser justificada por pasajes como los siguientes: «Todos los reyes se postrarán delante de él; Todas las naciones le servirán» (Sal 72:11); «Pídeme, y te daré las naciones como herencia tuya, y como posesión tuya los confines de la tierra. Tú los quebrantarás con vara de hierro; los desmenuzarás como vaso de alfarero» (Sal 2:8-9); y «El Señor está a tu diestra; quebrantará reyes en el día de su ira. Juzgará entre las naciones, las llenará de cadáveres, quebrantará cabezas sobre la ancha tierra» (Sal 110:5-6).
Sin embargo, usar estos versículos para justificar la violencia en nombre del cristianismo ignora el verdadero significado de estos pasajes, ya que en realidad estos apuntan a una extensión espiritual del Reino de Cristo en la historia y al juicio final al cierre de la historia. El mensaje no violento de Cristo es claro en muchos pasajes:
Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis…. Nunca paguéis a nadie mal por mal… Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres. Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios (Rom 12:14, 17-19).
Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales (Ef 6:11-12).
Pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne; porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo (2 Co 10:3-5).
El espíritu de las cruzadas surgió en Europa en el siglo XI y continuó como un ideal al menos hasta el siglo XVI. Entre el 1096 y 1229, se desarrollaron cinco cruzadas principales en pro de recapturar a Jerusalén de mano de los infieles. Aquellos que predicaban las cruzadas recordaban que el Medio Oriente y el norte de África habían sido tierras con una población predominantemente cristiana hasta las conquistas islámicas de los siglos VII y VIII. Mahoma murió en el 632 y las fuerzas islámicas capturaron Jerusalén alrededor del 638. De hecho, los ejércitos islámicos se habían adentrado a Italia, España y Francia desde el sur. Su avance más lejano hacia el norte fue detenido en Poitiers en Francia en el 732. En el 841, las fuerzas islámicas saquearon la basílica de San Pedro en Roma. En los siglos XV, XVI y XVII, un islam revitalizado amenazó a Europa desde el este, conquistando Constantinopla (en 1453) y avanzando tan lejos como hasta las puertas mismas de Viena.
Así como hay cierto misterio que rodea a la súbita energía y éxito de la expansión temprana del islam, del mismo modo hay cierto misterio respecto a lo que motivó a la Europa occidental a declarar la guerra contra las naciones islámicas del Medio Oriente. Jerusalén había sido retenida por el islam por más de cuatrocientos años. Al final del siglo XI, circularon reportes (de veracidad limitada) de que los cristianos que peregrinaban a Jerusalén estaban siendo perseguidos. Pedro el Ermitaño dijo haber tenido una visión de Cristo en la Iglesia del Santo Sepulcro llamando a los cristianos a purgar la Santa Ciudad de los infieles. El emperador bizantino en Constantinopla también apeló a la ayuda de Occidente contra el islam.
La idea de una cruzada contra los musulmanes que retenían Jerusalén y subyugaban a los cristianos fue predicada por el papa Urbano II a su clero en un concilio en el 1095. Urbano declaró:
Respecto a este asunto, Yo, con oración suplicante —no yo, sino el Señor— os exhorto, heraldos de Cristo, a persuadir a todas las clases sociales, tanto caballeros como lacayos, tanto ricos como pobres, en numerosos edictos, a esmerarse en ayudar a expulsar a esa raza malvada de nuestras tierras cristianas antes de que sea demasiado tarde. Hablo a los presentes, envío razón a los que no están aquí; además, Cristo lo ordena. Será concedida remisión de pecados a los que vayan allá, si ponen fin a una vida trabada ya sea en tierra o cruzando la mar, o lidiando contra los paganos. Yo, siendo investido con ese don de Dios, os concedo esto a los que vayan.
¡Oh, qué vergüenza sería, si un pueblo tan despreciado, degenerado y esclavizado por demonios venciera de este modo a un pueblo dotado con la confianza del Dios Todopoderoso, y brillando en el nombre de Cristo! ¡Oh, cuántas malignidades os serán imputadas por el mismo Señor si no ayudáis a aquellos que, al igual que vosotros, profesan el cristianismo!
Que los que están acostumbrados a declarar guerras privadas excesivamente aun contra creyentes, vayan contra los infieles en una batalla digna de ser emprendida ahora y de ser terminada en victoria. Ahora, que los que hasta recientemente eran saqueadores, sean soldados de Cristo… ahora, que los que fueron recientemente reclutados por unas cuantas piezas de plata, ganen su recompensa eterna.
Urbano II le pidió a los cristianos, como un deber espiritual y para recompensas espirituales, que tomen la espada para matar a los enemigos de Cristo. Este sermón bien pudo haber sido la primera vez en la historia de la Iglesia en que la guerra era proclamada como instrumento para avanzar los intereses de la Iglesia de Cristo. Mientras parecía que Urbano II les había prometido total perdón de pecados solo a los que murieran en las cruzadas, más tarde otros papas les prometieron perdón total a todos los que participaran. El cristianismo fue militarizado de una manera completamente nueva.
La primera cruzada fue en cierta forma notablemente exitosa. Las fuerzas europeas se establecieron en el 1096 y para el 1099 ya habían capturado Jerusalén. El Reino latino de Jerusalén fue establecido en ese año y sobrevivió hasta 1187. Otros estados latinos también fueron establecidos. Sin embargo, el costo de este éxito fue grande. Cientos de miles murieron y la terrible masacre en Jerusalén por parte de los cruzados dañó seriamente la reputación del cristianismo entre los musulmanes hasta hoy.
La tercera cruzada (1189-1192) se enfocó otra vez en capturar Jerusalén y fue conducida por los gobernantes europeos más notables: el santo emperador romano Federico I Barbarroja, el rey Felipe II de Francia, el Augusto, y el rey Ricardo I (Corazón de León) de Inglaterra. Recibieron la oposición del líder islámico Saladino. Surgieron muchos cuentos románticos de esta cruzada (incluyendo aquellos sobre Robin Hood y el malvado príncipe Juan), pero la cruzada falló en tomar Jerusalén.
La cuarta cruzada (1200-1204) fue un fracaso singular. Los cruzados fueron desviados a Constantinopla, donde se llevaba a cabo una lucha entre pretendientes rivales al trono bizantino. En 1204, los cruzados atacaron Constantinopla (una ciudad cristiana) y nuevamente le siguió gran violencia y destrucción. Grandes obras de arte y literatura fueron destruidas y muchos otros artefactos fueron robados y embarcados hacia Occidente, especialmente a Venecia, donde todavía se encuentran hoy. El Occidente estableció allí el Imperio latino de Constantinopla (1204-1261) y el papa creó un patriarcado latino sometido a Roma. Ambas acciones enfurecieron a los bizantinos ortodoxos y aunque el Imperio bizantino fue restaurado en 1261, nunca se recuperó totalmente del trauma de esta cruzada.
La quinta cruzada fue conducida por el santo emperador romano Federico II Hohenstaufen. Tomó el control de Jerusalén por medio de negociaciones, prometiendo acceso libre a la ciudad a cristianos, judíos y musulmanes. Los cristianos retuvieron la ciudad por última vez desde el 1229 hasta el 1244. Federico II fue excomulgado por el papa Gregorio IX por el compromiso que hizo.
El rey Luis IX de Francia trató de conducir las cruzadas nuevamente en 1248 y 1270, pero aunque era muy pío, no era un líder militar efectivo. Murió en Egipto en 1270 y fue declarado santo, San Luis, siendo el único cruzado canonizado por la Iglesia.
Las cruzadas continuamente fracasaron en restaurar el control cristiano de Jerusalén, pero sí tuvieron muchos otros efectos. Ellas fortalecieron el poder y la influencia del papa sobre la Iglesia en Europa. Debilitaron seriamente al Imperio bizantino, el cual continuó perdiendo territorio por el avance del islam hasta que cayó la ciudad de Constantinopla. Tal vez de manera más seria y más perdurable, las cruzadas implantaron una imagen violenta del cristianismo y de Occidente en la mente del pueblo islámico.
Las ironías rodean a las cruzadas y su reputación. El islam inició las guerras contra las tierras cristianas, a veces siendo tan salvaje como los cristianos en la guerra, y continuó la guerra agresiva contra Occidente durante siglos después de que finalizaran las cruzadas cristianas. Aun así, hoy los musulmanes siguen viendo al cristianismo como una religión violenta y proyectan sus convicciones islámicas de que la religión y el Estado deberían estar unidos en Occidente, como si el cristianismo y el Estado todavía lo estuvieran allí.
Lo más importante es que la historia de las cruzadas debe enseñarnos como cristianos a reconocer el gran daño hecho a Cristo por estas guerras. La misma palabra cruzada viene de una palabra francesa que significa «el camino de la cruz», usada por primera vez un siglo después del inicio de las cruzadas. ¡Qué traición a Cristo, quien derramó Su vida en la cruz, soportando la injusticia y haciendo la paz, es identificarlo con la matanza de enemigos políticos! Como cristianos, debemos procurar avanzar siempre la causa de Cristo por medio de la verdad unida con el amor y autosacrificio, no a través de la violencia.