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Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Las misiones mundiales y la teología reformada
Algunos lectores se incomodarán por el título aparentemente absurdo de este artículo. ¿No es hacer misiones la tarea más ecuménica que existe? ¿No es la labor de las misiones mundiales simplemente predicar el evangelio donde no se ha escuchado? ¿No es el objetivo de las misiones simplemente producir «meros cristianos» por cualquier medio posible? ¿Y acaso las misiones no son iguales en todas partes, sin importar la iglesia o denominación que las lleve a cabo?
¿Existe una forma reformada de hacer misiones, de poner en práctica la gran comisión? Como creyentes reformados, estamos —o deberíamos estar— convencidos de que la fe reformada es la fe bíblica, que una verdadera iglesia es una iglesia reformada y que la práctica reformada es la verdadera práctica cristiana. Si no estamos convencidos, en primer lugar, de que ser reformado es ser bíblico, y viceversa, nunca aplicaremos de manera coherente los principios reformados a nada, y mucho menos a la forma en que trabajamos para cumplir la gran comisión. El simple hecho de que una iglesia reformada o presbiteriana, o un misionero así, se dedique a la labor misionera no significa necesariamente que dicha labor se realice también de manera reformada. Con una vista desde el campo misionero de Alemania, donde vivo y sirvo, y probablemente desde la mayoría de los campos misioneros alrededor del mundo, hay demasiados ejemplos que prueban mi punto.


¿Cuáles son las convicciones reformadas más importantes que deben informar y regular la forma en que nosotros, como creyentes e iglesias reformadas, nos involucramos en las misiones mundiales? En pocas palabras, las misiones reformadas provienen de la iglesia, son realizadas por la iglesia y son para la iglesia. Comienzan con las iglesias reformadas (existentes). Las llevan a cabo, la supervisan y la practican las iglesias reformadas. Y es con una clara visión hacia el establecimiento de iglesias reformadas donde no había ninguna. Por lo tanto, es una obra «de la iglesia» de principio a fin.
Repasemos rápidamente el objetivo, el camino, los medios y el trabajo real de hacer misiones mundiales de una manera práctica y completamente reformada.
El objetivo deber ser reformado
No estoy hablando aquí del objetivo escatológico de las misiones, sino del fin práctico (aunque ambos están, por supuesto, relacionados). ¿Cuál es el objetivo de las misiones reformadas? La mayoría de las veces, el propósito de los esfuerzos misioneros evangélicos parece ser «hacer conversos» a la fe cristiana. Las agencias misioneras evangélicas paraeclesiásticas realmente están «haciendo conversos» en Europa Occidental y alabamos al Señor por ello. Pero, de alguna manera, eso no parece traducirse siempre directamente en la plantación de iglesias y en la incorporación de esos conversos a esas iglesias como discípulos y miembros. Para los propósitos ampliamente evangélicos, muy a menudo, «el converso» parece ser el objetivo. Aunque nosotros, como creyentes reformados, debemos alegrarnos por cada pecador que se arrepiente (Lc 15:10), las conversiones no son el objetivo final, sino los discípulos que perseveran en Cristo, y eso tiene lugar en el seno de la iglesia. De hecho, requiere el ministerio de la iglesia local. Las palabras de Cristo en la gran comisión nos obligan a hacer «discípulos de todas las naciones», a bautizarlos y a enseñarles a cumplir todo lo que Cristo nos ha mandado (Mt 28:19-20). Mientras que el punto de vista evangélico a menudo se centra en el comienzo de la vida cristiana, nosotros, como iglesias reformadas, deberíamos centrarnos en el producto maduro: un discípulo de Cristo que crece hasta ser un «hombre maduro», «a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Ef 4:13). Esa es la imagen de los cristianos que se integran en las iglesias locales y en su ministerio (vv. 11-12, 16). Nuestras confesiones nos enseñan que debemos tener una visión global de la salvación, que normalmente no se produce fuera de la iglesia local visible (ver la Confesión de Fe de Westminster 25.2; Confesión Belga 28). Por lo tanto, el objetivo de las misiones mundiales es, desde el principio, un objetivo consistentemente eclesiástico.
Una vez fijado este objetivo en nuestra mente, debemos pensar también en un camino reformado y eclesiástico para alcanzarlo.
El camino debe ser reformado
Para hacer discípulos, cuando pensamos en «misiones mundiales reformadas», inevitablemente debemos pensar en la «plantación de iglesias reformadas». Y eso requiere que la punta de lanza de las misiones mundiales sean los misioneros que son llamados, entrenados y enviados; es decir, pastores reformados y plantadores de iglesias. Esto nos obliga, como iglesias que envían y apoyan, a tener una visión a largo plazo. El trabajo en cualquier campo misionero puede ser iniciado por misioneros formados en otros países, con iglesias y seminarios prósperos. Pero el objetivo debe ser plantar iglesias autóctonas y, por tanto, a largo plazo, establecer seminarios autóctonos a través de los cuales Dios proporcionará los pastores necesarios para sostener la plantación de iglesias y la formación de una iglesia reformada autóctona. Desde mi punto de vista, hay un cambio de paradigma muy alentador en algunas iglesias reformadas y presbiterianas que han cambiado su enfoque hacia la formación, el envío y el apoyo de ministros principalmente autóctonos al campo misionero. Estos son los candidatos más naturales y con más probabilidades de conocer a su gente, de contextualizar fielmente el ministerio y de permanecer en el trabajo como un llamado de por vida para ver cómo se establece una iglesia, incluso una denominación, por la gracia de Dios. Esta es el camino eclesiástico, reformado y bíblico para llevar a cabo la labor de las misiones mundiales. Pero ¿qué hay de los medios prácticos?
Los medios deben ser reformados
Si el objetivo de las misiones reformadas es la plantación de iglesias, los medios deben ser lo que hace que una iglesia sea una iglesia verdadera y bíblica (es decir, reformada). Estas marcas ordenadas por Dios de la verdadera iglesia son la predicación pura de la Palabra de Dios, la administración bíblica de los sacramentos y la disciplina de la iglesia. El medio principal de las misiones es, por supuesto, la predicación del evangelio. Pero nuestro Señor nos dio una visión de la predicación en la gran comisión que incluye claramente la enseñanza (Mt 28:20). Esto lo entendemos como doctrina y práctica reformada. Una visión reformada de la predicación siempre debe tener en cuenta las confesiones como nuestra guía en la predicación y el contenido y conocimiento que queremos inculcar en los recién convertidos así como en los creyentes experimentados. En nuestras confesiones y catecismos, las iglesias reformadas tienen un estándar no solo de lo que se debe enseñar sino también de lo que deben creer los discípulos de Cristo. Esto tiene lugar por medio de la catequesis, es decir, la instrucción en y con los catecismos y las confesiones de la iglesia. La predicación como medio primario de gracia siempre incluye un énfasis en la catequesis, aún más en el campo misionero, donde a menudo tratamos con creyentes jóvenes e (inicialmente) inmaduros. Junto con nuestra teología reformada del pacto, que nos motiva a catequizar a nuestros hijos del pacto, la catequesis antes de que los conversos hagan una profesión de fe y la catequesis de por vida como parte del ministerio de enseñanza de la iglesia es imperativa para las misiones mundiales reformadas. La catequesis es también la escuela de preparación de los futuros dirigentes de la iglesia.
Pero está claro que no puede haber discípulos en ningún lugar del mundo sin la aplicación de las otras dos marcas de la iglesia. Y nuestro Señor menciona el papel de los sacramentos («bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», Mt 28:19) y el papel de la disciplina de la iglesia («enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado», v. 20). Estas tres marcas identifican a cualquier iglesia reformada y también proporcionan nuestras órdenes de marcha para las misiones. De hecho, son la misión de la iglesia.
El trabajo debe ser reformado
Por último, las misiones mundiales reformadas fieles deben recuperar y practicar la enseñanza bíblica de la unidad y catolicidad de la iglesia. En un nivel muy práctico, esto significa que las misiones mundiales son el llamado de toda la iglesia, no algo delegado al misionero. Al estar unidas en una confesión de fe común, las iglesias reformadas deben reapropiarse de su llamado a hacer discípulos de todas las naciones. Las misiones reformadas no son solo el objetivo de llegar a todas las naciones, sino también el trabajo conjunto de la iglesia en todas las naciones. Por lo tanto, ver cómo se establecen iglesias y denominaciones autóctonas en los campos misioneros de todo el mundo no debe ser simplemente algo que ayudemos a otros a hacer. Es el trabajo de las misiones que hacemos todos juntos. Es el trabajo al que todos hemos sido llamados.
Permítanme terminar con una exhortación fraternal. Seamos verdaderas iglesias reformadas, iglesias que identifican, envían y apoyan a los pastores misioneros autóctonos. Oremos diaria y fervientemente por ellos para que sean nuestros misioneros fieles en el campo. Apoyen a estos hombres tan fiel y generosamente como apoyarían a sus pastores en casa. Permanezcan con ellos a largo plazo, todo el tiempo que sea necesario para que se establezca una iglesia autóctona. Si lo hacemos, no solo estaremos siendo fieles para llevar a cabo nuestro mandato misionero de una manera verdaderamente reformada, sino que también podríamos experimentar un sentido renovado de estar involucrados de primera mano en la verdadera obra reformada de las misiones mundiales, para gloria de Dios.