La prueba de Pedro
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27 agosto, 2024Las pruebas y tentaciones de Jesús
Nota del editor: Este es el décimo capítulo en la serie de artículos de la revista Tabletalk: Las pruebas, tentaciones y la prueba de nuestra fe
Entre las gloriosas verdades sobre el sumo sacerdocio de Cristo está no solo que Él fue «hecho semejante a Sus hermanos en todo» (He 2:17), sino también que «ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado» (4:15). Esto requiere una cuidadosa consideración. Por un lado, Jesús fue hecho como nosotros. Por otro lado, Jesús no es como nosotros en que siempre ha permanecido sin pecado. Por tanto, debemos reflexionar detenidamente sobre las tentaciones de Jesús. No debemos minimizar Sus tentaciones, pero tampoco debemos concluir que son exactamente iguales a las nuestras en todos los aspectos posibles.
En primer lugar, Jesús soportó realmente la tentación. Esto es claro no solo en Hebreos, sino también en los evangelios: Jesús fue tentado durante cuarenta días por el diablo (Mt 4:1-2; Mr 1:13; Lc 4:2). Aunque el término griego para tentar también puede significar probar, cuando el pecado está en vista la mejor traducción suele ser tentar. Además, Hebreos deja claro que las tentaciones de Jesús implicaban sufrimiento (He 2:18). Más allá de las tentaciones al principio de Su ministerio, algunos han observado que Jesús también fue tentado tres veces al final de Su ministerio para que se salvara y bajara de la cruz (Mt 27:39-44). Sin embargo, Jesús perseveró en obediencia desinteresada a Su misión hasta el final.
En segundo lugar, era necesario que Jesús fuera tentado como nosotros para que pudiera ser un Sumo Sacerdote perfecto mediante Su sufrimiento (He 2:10). Esta necesidad de ser hecho perfecto no indica alguna falta de perfección moral en el Hijo divino, sino que se refiere a la necesidad de que el Hijo encarnado fuera hecho perfecto en Su papel como sacerdote humano. Esto enfatiza asimismo la importancia del papel del Hijo como verdadero ser humano, en solidaridad con aquellos a los que vino a salvar (v. 11). Al convertirse en verdadero hombre, el Hijo eterno pudo solucionar el problema del pecado humano venciendo al diablo, que tiene el poder de la muerte. Esto lo hizo Jesús al sufrir hasta la muerte (vv. 14-17). Al vencer a la muerte en Su gloriosa resurrección, Jesús es nuestro precursor (v. 10). Jesús cumple a cabalidad la dignidad y el objetivo de la humanidad otorgadas a Adán en el principio (vv. 5-9), y esto lo hizo al obedecer, sufrir, morir y resucitar. Y como sufrió cuando fue tentado, Él puede ayudar a los que están siendo tentados (v. 18).
Al mismo tiempo, esta gloriosa verdad de la conquista de Jesús mediante el sufrimiento y la muerte es también sorprendente, ya que Aquel que sufrió es el Hijo divino de Dios. Pero el autor de Hebreos nos dice que así convenía (v. 10). Aunque Jesús es el Hijo, aprendió obediencia a través de lo que sufrió (5:8). Jesús tuvo que hacer expiación conforme a Su naturaleza humana, sufriendo la pena por nuestros pecados, aunque Él mismo era sin pecado. Sufrir esta pena requería sufrimiento. Sin embargo, el sufrimiento no era el final para el glorioso Hijo, pues el ser hecho perfecto incluye Su resurrección y glorificación, ya que permanece para siempre como Sacerdote fiel y eterno, según el poder de una vida indestructible (5:9-10; 7:16-17, 20-28).
En tercer lugar, la victoria de Jesús sobre la tentación no solo es esencial para la manera en que asegura nuestra salvación, sino que también nos da un ejemplo de perseverancia en amor a Dios. Jesús es tanto nuestro Salvador como nuestro modelo (ver 1 P 2:21-24). Él despreció la vergüenza de la cruz al anticipar el gozo de la resurrección al otro lado de esta (He 12:2). Esto nos anima a correr la carrera que tenemos por delante (v. 1).
En cuarto lugar, también necesitamos prestar atención a las diferencias entre las tentaciones de Jesús y las nuestras. Todas las personas nacidas naturalmente desde Adán nacen con una naturaleza pecaminosa y se inclinan al pecado. Sin embargo, Jesús no tenía una naturaleza pecaminosa. Además, la naturaleza humana de Jesús no es independiente, sino que, en la encarnación, la persona divina del Hijo de Dios es quien actúa. Estas verdades teológicas enfatizan que, a pesar de la gran solidaridad entre Jesús y Su pueblo en materia de tentación y sufrimiento, algunas diferencias cruciales permanecen. Somos personas caídas que se enfrentan a la tentación no solo de forma externa, sino también de forma interna. Jesús se enfrentó externamente a la tentación, pero no se sintió atraído internamente hacia el pecado. Por el contrario, Su voluntad humana siempre se ajustó perfectamente a la voluntad divina.
La enseñanza de Hebreos sobre el sacerdocio de Jesús está repleta de buenas nuevas. Jesús no solo entiende la debilidad humana, sino que también se enfrentó al sufrimiento y la tentación y los venció. Como Hijo divino de Dios con una verdadera naturaleza humana, Él ofreció la obediencia que nosotros no podíamos ejercer y nos concede la victoria que nosotros no podíamos obtener. Este Jesús es «santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos» (7:26). Él ha ascendido al lugar santísimo como ancla segura para nuestras almas, donde sirve como Sacerdote en nuestro favor para siempre (6:19-20).