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Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El liderazgo
La carrera había comenzado. El calor del verano invadió y la lluvia era escasa. De hecho, habían pasado muchas semanas sin lluvias sustanciales en Florida Central. Mi césped marchitado cambiaba constantemente de un verde pálido a un amarillo que se volvía cada día más café. Para aumentar la tensión, descubrí que mi sistema de riego no había funcionado adecuadamente durante varias semanas debido a mi propia falta de atención y las distracciones de la vida. A pesar de toda la acción restauradora que pudiera tomar para echar más agua al pasto reseco, sabía que se necesitaría mucha lluvia y la misericordia de Dios para llevar este jardín de la muerte a la vida. Si perdiera el césped, estaríamos hablando de miles de dólares para reemplazarlo. Se puso la operación en marcha, se adoptaron contramedidas y se evitó la crisis.
Aunque cada uno de nosotros se deleita en tener un lugar llamado hogar, sabemos que probablemente no seremos los últimos residentes en esa dirección postal y que lo que hacemos es administrar lo que se nos ha confiado por algún tiempo. Como podrás imaginar, todos los pasajes bíblicos sobre la hierba que se seca y se marchita pasaron por mi mente durante mi carrera por salvar el césped. Cada día en que miraba al jardín era como un sermón que traía a mí esta parábola sobre la fugacidad del hombre: «El hombre, como la hierba son sus días; como la flor del campo, así florece; cuando el viento pasa sobre ella, deja de ser, y su lugar ya no la reconoce» (Sal 103:15-16).
Este episodio relativamente menor de mi vida es un lugar útil para comenzar una discusión sobre el liderazgo, porque la búsqueda de la sabiduría en cualquier esfuerzo humano requiere que reconozcamos nuestra finitud. El liderazgo no es un título. Presidente o fontanero, constructor o ama de casa, el liderazgo es ineludible; la única pregunta es si seremos fieles a nuestro llamado.
Hay mucho que extraer del estudio moderno del liderazgo. En el mundo editorial, es una de las categorías de no ficción más populares, impulsada en gran medida por la búsqueda de la sociedad para lidiar con esta cuarta era importante de la actividad humana. Si las primeras tres economías humanas fueron la de cazadores-recolectores, la agrícola y la industrial, debemos pensar profundamente en este momento posindustrial en el que vivimos, esta «era de la información» con economías virtuales emergentes, de servicios y móviles. El liderazgo es intrínsecamente arriesgado y es vital más reflexión, no menos.
Pero más allá del consejo histórico, sociológico, biológico y metodológico que ofrecen los libros de hoy y los gurús del liderazgo, a menudo hay una falta de perspectiva bíblica sobre el liderazgo y el consejo frecuentemente se convierte en pragmatismo más que en principios. Empecemos desde el comienzo.
«Los líderes tienen seguidores». No es la declaración más profunda, ¿verdad? Pero me refiero a «seguidores» en el sentido de que cada líder eventualmente dará paso a otro que vendrá después. Ningún líder permanece en su puesto para siempre. Los líderes corren su carrera solo para entregar el relevo a otra persona. Este patrón sucesivo está entrelazado en la creación (ver Sal 90). El Señor ordenó a la humanidad que cultivara y cuidara el jardín del Edén (Gn 2:15) e incluso que expandiera sus límites por toda la tierra (1:26-28) para que así toda la creación fuera un santuario de adoración. Era una tarea que Adán no podía hacer solo ni rápidamente; de ahí la creación misericordiosa de una ayuda idónea en Eva y una visión multigeneracional para sojuzgar la tierra para la gloria de Dios. Esa es una visión cósmica. «Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén» (Rom 11:36).
Jesús enseñó que Su Padre había estado trabajando desde el principio (Jn 5:17), recordándonos que la única obra duradera es la obra del Señor (15:5; 1 Co 3:12-13). Así como Adán solo podía prosperar dependiendo del Señor, nuestras obras solo perdurarán si se hacen en dependencia del Señor. Si bien somos justificados al confiar en la obra de Jesucristo en nuestro favor, luego por gracia se nos permite entrar en la misión más grande de Dios en este mundo mediante la edificación de Su Iglesia, la morada de Dios (Ef 2:20-22). Esto es cierto para todo cristiano, independientemente de nuestro llamado a servir a la iglesia, en nuestras familias o en otras iniciativas humanas para el bien común. Cada uno de nosotros debe responder al llamado excepcional que la providencia de Dios obró en nuestras vidas. Al ir mucho más allá de los roles o dones particulares, debemos administrar nuestras propias vidas, no por nuestro bien, sino por el Señor y el bien de Su pueblo.
La fugacidad del hombre es la razón por la que necesitamos una visión más amplia de un liderazgo que glorifique a Dios, para que los líderes no exageren su propia importancia. Los líderes que buscan glorificar a Dios en sus llamados se preparan para el día en que otros tomen el relevo.
El «pensamiento de primer principio» es una frase de moda entre los empresarios de Silicon Valley. Estos titanes de la industria hablan mucho acerca de construir una cultura empresarial formada por empleados que comprenden una gran visión y están motivados por tener un efecto masivo en cómo la tecnología moldea nuestras vidas. Lograr «pensadores de primer principio» en el equipo le permite al líder de la organización articular la misión de tal manera que la alineación estratégica ocurra en todos los niveles. Integrar en cualquier iniciativa a miembros enfocados en grandes causas y con bajo ego permite que nos involucremos en nuestras tareas con una visión fructífera centrada en Cristo, considerando a los demás como más importantes que nosotros (Flp 2:1-11).
John Knox, el reformador escocés, oró: «Dame Escocia o me muero». Jonathan Edwards, el filósofo y teólogo de Estados Unidos, decidió «nunca hacer nada, que me daría miedo de hacer, si fuera mi última hora de vida». Thomas Chalmers, el pastor presbiteriano escocés del siglo XIX, comentó: «No importa cuán grande sea, tu visión es demasiado pequeña».
¿Cuál es la declaración de tu verdadero norte? ¿Qué principio dirige tu vocación y te permite comprobar tu actividad diaria, semanal o anual para asegurarte de que estás en la dirección correcta? Es mucho más fácil corregir el rumbo de un barco al principio de su viaje.
Por ejemplo, sería increíblemente ineficiente que el Dr. Sproul se reuniera todos los días con todos los miembros del equipo en Ligonier Ministries para revisar la lista de tareas pendientes de ese día. En cambio, el Dr. Sproul nos ha dado la responsabilidad de proclamar, enseñar y defender la santidad de Dios en su totalidad, dependiendo del Espíritu para despertar a la mayor cantidad de personas posible a una comprensión bíblica del carácter de Dios. El Dr. Sproul no nos supervisa a cada uno, haciendo pequeñas correcciones de rumbo a medida que avanzamos. Es una mejor administración que cada miembro de la organización se haga preguntas difíciles sobre su lista de tareas pendientes de cada día a la luz de la declaración de nuestro verdadero norte, permitiéndonos corregir nuestro rumbo hacia algo más grande que nosotros mismos.
Al principio de la historia de Ligonier Ministries, un asesor se acercó al Dr. Sproul y le preguntó qué era lo que las personas en el mundo y la Iglesia necesitaban escuchar. Su respuesta: «Necesitan saber quién es Dios». Entonces, a medida que nos acercamos a los cincuenta años de ministerio en 2021, es la declaración del verdadero norte hecha por el Dr. Sproul la que brinda claridad y movimiento continuo en nuestra misión de inundar la cultura con cristianos preparados y elocuentes.
Sin embargo, una declaración del verdadero norte no se da en el vacío. Probablemente no sorprendería a los lectores de la revista Tabletalk descubrir que el Dr. Sproul es uno de los hombres más competentes que he conocido. Más allá de su experto conocimiento de la Biblia, él guió este ministerio a mejorar cada vez más en eficiencia y eficacia organizacional. Un liderazgo sabio debidamente orientado hacia la declaración del verdadero norte ayuda a una organización de cualquier tamaño a mantener el rumbo. El Dr. Sproul fundó Ligonier Ministries para ser una organización de este tipo, lo que nos permite ofrecer algo excepcional en el área de equipar a los discípulos cristianos de todo el mundo.
El por qué es más grande que el qué, y este es más grande que el cómo. Por qué hacemos algo es mucho más importante que lo que hacemos o cómo lo hacemos. Los equipos animados por el por qué rara vez se desvían del rumbo por mucho tiempo. Los desacuerdos insignificantes se desintegran. Cesan los chismes. La vanagloria disminuye. El cinismo se evapora. Aprenden a decir «no» a lo bueno para preferir lo mejor. Aquí es donde el pensamiento de la gran causa o del «primer principio» se traduce en la rutina diaria de desarrollar metas. Por lo general, sobrestimamos lo que podemos lograr en un año y subestimamos lo que se puede lograr en cinco años. Apunta al objetivo con medidas cuantificables. Ejecuta, evalúa y repite.
Una mentalidad enfocada en los demás anima al siervo líder. Nada vigoriza más a los líderes que ver a sus colegas desarrollar todo su potencial de manera personal, profesional y espiritual. Un hacha puede ser usada para clavar un clavo, pero solo será usada de manera eficiente y efectiva cuando se afile y se maneje adecuadamente para infligir golpes penetrantes y definidos en la madera.
Podemos hacer mucho más juntos que separados, cada uno contribuyendo a una ecuación de productividad que sea 1+1=3 o más. Las organizaciones fructíferas son más que la suma de sus partes. Los líderes buscan oportunidades para celebrar los dones únicos de cada miembro del equipo. Los líderes preparan a los que están a su alrededor para cuando ellos ya no lideren.
El liderazgo no es la meta. Lideramos mejor cuando Jesucristo nos guía. El Señor es el líder y debemos seguirlo mientras Él edifica Su Iglesia (Mt 16:18; Heb 2:9-10; 12:2). Confiar en el Señor nos aleja de confiar en nosotros mismos. Él crece, nosotros disminuimos. Así será hasta el final de los tiempos mientras la Gran Comisión siga adelante, de generación en generación. Hasta ese momento, lideremos para la gloria de Dios.