


La solución a la ansiedad
22 marzo, 2022


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23 marzo, 2022No en palabras, sino en poder


Nota del editor: Este es el décimo segundo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El reino de Dios.
Los Juegos Olímpicos celebrados en Tokio capturaron la atención del mundo en el verano de 2021. Estas competencias no solo producen orgullo nacional, sino que también son una recompensa por los años de trabajo arduo invertidos antes de que se enciendan las cámaras. A lo largo de los años se han documentado historias increíbles de personas que superaron obstáculos aparentemente imposibles para ganar el oro.
Sin embargo, por sorprendentes que sean estas historias y muchas otras como ellas, nada se compara con la realidad de la vida de los cristianos convertidos. Antes de ser regenerados, sus mentes estaban ciegas (Mt 15:14), sus oídos estaban sordos (Jn 8:47), sus corazones eran necios (Rom 1:21), sus deseos eran rebeldes (v. 32), estaban muertos en sus pecados (Ef 2:1) y su linaje espiritual era satánico (Jn 8:44). Sin embargo, cuando ya son cristianos, son declarados justos (Flp 3:9), se les da una nueva naturaleza (Ef 4:24), son una nueva creación (2 Co 5:17), son amados por Dios (Jn 14:21), han sido liberados (Gal 5:13) y nombrados como hijos de Dios (Jn 1:12) y coherederos con Cristo (Rom 8:17). ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo puede una persona pasar de la muerte a la vida, de servir a Satanás a adorar al Salvador? Esto no solo es improbable. Es imposible. Sin embargo, recordamos la verdad que declaró Jesús: «Para los hombres eso es imposible, pero para Dios todo es posible» (Mt 19:26).


Es a esta misma realidad que Pablo se refiere en 1 Corintios 4:20: «Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder». Pablo tiene que abordar las mentiras que penetraron después de que dejó a los corintios, específicamente sobre la diferencia entre el verdadero ministerio y el falso ministerio. Habían llegado falsos maestros a la ciudad y descarriaron a la gente de la recién formada iglesia de Corinto. Pero en lugar de pedirles que demostraran la veracidad de sus enseñanzas, decide hacer una auditoría para ver dónde se encuentra el verdadero poder. Nota que Pablo no se alaba a sí mismo ni a su propio poder. Todo lo contrario. Pablo se identifica como un servidor (1 Co 4:1) y un necio (v. 10). Más bien, Pablo señala con su dedo apostólico y dirige su atención hacia donde se encuentra el verdadero poder: en el evangelio. A otra iglesia le dijo que era «poder de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rom 1:16).
Así que a todos los maestros «sabios» del primer siglo o a los «influencers» del siglo XXI: ahórrense sus imágenes cuidadosamente seleccionadas y las frases memorables que encontramos en sus cuentas de Twitter pero no en nuestras Biblias. Hablemos del verdadero poder. Hablemos del poder de vidas transformadas. De rebeldes que se convirtieron en adoradores. De fugitivos que se convirtieron en niños. De muertos que fueron devueltos a la vida. Ese es el verdadero poder. Todo lo demás son solo palabras. Tuyas, no de Dios.