El gemir de nuestro gozo
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Como se menciona reiteradamente en el libro de Éxodo (14:4; 15:11; 16:7), Dios no comparte Su gloria con nadie. Sin embargo, hay mucha adoración que prefiere el sensacionalismo extraordinario del hombre por encima de la adoración ordinaria de Dios en Su gloria.
La adoración es acerca de la gloria. Sin embargo, solemos asociar la gloria con la fama, el poder, la destreza, las capacidades atléticas y las habilidades triunfantes del hombre. Si cometemos el error de ligar la adoración con cualquiera de esas estrellas gloriosas, la volvemos corrupta, deforme, sectaria e incluso mortal.
Uno de los episodios culminantes que vinculan la adoración y la gloria es el incidente del becerro de oro (Ex 32), famoso como ejemplo de desobediencia. Lo que tal vez se desconozca es que la raíz de esta adoración rebelde fue que, simultáneamente, hubo una priorización de las expectativas del pueblo y una atribución de la gloria al objeto incorrecto.
Si no somos cuidadosos, las expectativas impías de la gente pueden terminar definiendo nuestra adoración y robándole la gloria a Dios. Hoy en día, hemos creado expectativas adictivas que solo pueden saciarse con espectáculos sensacionales. Sin embargo, Dios prefiere ser adorado de forma sencilla y regular, con asombro, dando la gloria exclusivamente a Él y según la Escritura.
Lejos de aprobar la adoración sensacionalista, gobernada por las expectativas exacerbadas de una cultura que demanda que la complazcan completamente y la entretengan de forma ilimitada, el Señor no está dispuesto a compartir Su gloria. Los espectáculos suelen minimizar la gloria de Dios.
Con el fin de proteger Su grandiosa adoración de tales corrupciones, Dios ha establecido varios métodos ordinarios para enriquecer a Su pueblo. Sin embargo, nuestra cultura exige señales extraordinarias (incluso emplea humo y espejos baratos) y prefiere los carnavales, las dramatizaciones y las pantallas con efectos gráficos por encima de la Palabra, los sacramentos y la oración. No obstante, estos medios de gracia ordinarios han sostenido a la Iglesia en muchas épocas. De seguro, son tan confiables hoy como lo fueron ayer y lo serán mañana.
Sin embargo, si las expectativas juveniles guían el curso de la adoración, los medios maduros y ordinarios que reservan la gloria exclusivamente para Dios (Is 42:8) pueden perderse en el ajetreo de la producción. En algún momento, todo líder de alabanza debe preguntarse: ¿estoy tratando de satisfacer las expectativas de los muchos o estoy buscando cumplir las expectativas del Único?
Podemos aprender mucho sobre cómo evitar las excesivas expectativas populares en Éxodo 32. En primer lugar, los israelitas esperaban que la adoración imitara la gloria de sus vecinos. El becerro de oro era una réplica de las deidades paganas, y la gente pedía a gritos adorar igual que las sectas cercanas. Ellos también creían que necesitaban algo visual y brillante.
Entonces, la gloria le fue dada a otro, a un becerro inerte, para cumplir con las expectativas de los adoradores. En lugar de adorar como Dios ordenó, se postraron voluntariamente ante una creación. ¿Ves hasta dónde puede llevarte el satisfacer las expectativas de la multitud?
En segundo lugar, querían una adoración que fuera deslumbrante, brillante, visual y opulenta. No podían estar satisfechos con lo ordinario. Querían algo sensacional, algo impresionante, y sus expectativas ―que Aarón dejó sin corregir― los llevaron a una práctica cada vez más idólatra.
Aquí, la gloria cayó sobre la artesanía deslumbrante de la adoración. Sin duda alguna, las expectativas sensuales de entretenimiento pueden corromper la adoración. Es mucho mejor descansar en la suficiente Palabra de Dios, con oración sincera y el uso regular de los sacramentos ordenados.
En tercer lugar, ansiaban una adoración que fuera guiada por la gente, no por los líderes ordenados. En este episodio, el pueblo rechazó al «hombre» que estaba en el monte e indujo a Aarón a modificar la adoración para que cumpliera con sus expectativas. De forma arrogante, asumieron que las masas son los árbitros de la adoración, en lugar de pensar que esta debe ajustarse a lo que agrada al Creador de la adoración. En este caso, la gloria le fue dada a la voz del pueblo. Sin embargo, nuestro Señor más adelante declaró que la adoración fuera en Espíritu y en verdad, pues Dios es espíritu.
En cuarto lugar, querían adorar con música intensa y sensual. Cuando Moisés y Josué escucharon esa música, la catalogaron más como una canción militar o un canto tribal que como algo que glorificara a Dios. El estilo musical en verdad transmite un mensaje, y las expectativas de la gente se transformaron en el cancionero del culto al becerro. Entonces, le dieron la gloria a los músicos e intérpretes.
En la adoración, es posible glorificar los objetos, el desempeño escenográfico, los deseos de la gente y los recursos audiovisuales cautivadores. Después de todo, en eso consiste un buen culto pagano, y hay muchas maneras de hacerlo. Estos adoradores de vacas querían que el culto no fuera para nada ordinario. Ansiaban experiencias extáticas, añoraban sensaciones, deseaban participar, querían tener una parte de la gloria de Dios y se apropiaron de ella.
Y el furor de Dios se encendió contra ellos.
¿No deberíamos aprender de la reacción del Señor? Como la gloria de Dios es única, la adoración no debe estar regida por las expectativas de la gente. Los trucos extraordinarios en la adoración pueden robarle la gloria a Dios.