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«No darás falso testimonio contra tu prójimo». El noveno mandamiento no es solo un mandamiento para la sala de un tribunal. Jesús nos muestra en el Sermón del monte que el Decálogo es mucho más profundo de lo que pensamos, y llega al nivel del corazón. En Su resumen de la ley, Jesús enseñó que los Diez Mandamientos incluyen tanto lo positivo (lo que debes hacer) como lo negativo (lo que no debes hacer). ¿Entonces dónde nos deja esto? De momento, nos deja en un jardín.
LA VERDAD MISMA
Recuerda que los Diez Mandamientos nos hablan primero del carácter de nuestro Dios antes de hablarnos qué debemos hacer como Su pueblo. O, como nos enseñan los catecismos de Westminster, la Escritura puede resumirse como lo que debemos creer acerca de Dios y aquello que Dios exige de nosotros. El Dios que mandó «No mientas», es un Dios de verdad que nos revela a través de Su Palabra la verdad sobre Sí mismo, sobre nosotros mismos y acerca del mundo en el que nos ha colocado.
Volviendo al jardín, cuando Dios creó al hombre a Su imagen, creó a la humanidad sin pecado para que hable la verdad absoluta como lo hace Él. Podríamos argumentar que Satanás tentó a Adán y Eva a quebrantar los Diez Mandamientos cuando los tentó en el jardín, pero en cierto modo, en esa tentación, hubo un fuerte énfasis en quebrantar el noveno mandamiento. Satanás tentó a Adán y Eva con mentiras acerca de Dios; los tentó para que se convirtieran en mentirosos acerca de Dios. La disposición de Adán para creer mentiras resultó en la caída de la humanidad, una humanidad que ahora tuerce, quebranta, mancilla y desprecia la verdad. Poncio Pilato habló por la raza humana caída cuando le dijo a Jesús: «¿Qué es la verdad?». Pero antes de que podamos ver la cura para esta situación desesperada, debemos agregar a nuestra discusión una breve mirada a esta cosa llamada «reputación».
LA REPUTACIÓN VA EN AMBAS DIRECCIONES
A lo largo de la historia, una de las aplicaciones del noveno mandamiento ha sido que los creyentes debemos proteger el buen nombre de nuestro prójimo. Una buena palabra que sintetiza tener un «buen nombre» es «reputación». La reputación de una persona es una pequeña lista de adjetivos que la acompañan como su nombre de pila. Pero, a diferencia de un nombre de pila como Pedro, Carlos o Sara, la reputación se gana con el tiempo y es susceptible de cambiar. Entonces, alguien puede tener la reputación positiva de ser confiable y trabajador, o la reputación negativa de ser deshonesto y perezoso. De esta manera, las reputaciones pueden estar influenciadas tanto por la verdad como por la mentira. Alguien puede ver alterada su reputación por una verdad y recibir la aclamación de la virtud demostrada. Pero alguien también puede ver alterada su reputación por calumnias o chismes y ser considerado por los demás como alguien que no es. ¿Estás empezando a ver cómo se aplica el noveno mandamiento a nuestra reputación? Antes de contestar a esa pregunta, tenemos que pasar del jardín a una colina.
UN SIMUL Y UNA CRUZ
En la colina del Gólgota estuvo la cruz que cambió la historia humana. Jesús, la Verdad, llevó el castigo por todos los pecados de Su pueblo. En ese gran acto, Jesús nos declaró incapaces de salvarnos a nosotros mismos, al tiempo que se proclamó a Sí mismo como absolutamente capaz de salvarnos. Ahora, como cristianos, tenemos una nueva identidad, descrita en la frase latina simul justus et peccator. Como cristianos, somos simultáneamente justificados ante Dios por la justicia imputada de Cristo y también continuamos pecando, incluso cuando buscamos la gracia de Dios. Este simul afecta nuestra reputación. Mientras estamos en Cristo, somos perfectos, sin pecado y amados por Dios. A medida que crecemos en santidad, realizamos buenas obras, obras virtuosas, obras de reputación. Mientras hay pecado en nosotros, nuestra reputación estará marcada con las imperfecciones de la rebelión a lo divino. ¿Cómo, entonces, guardamos el buen nombre de nuestro prójimo de este lado de la cruz? El noveno mandamiento nos provee de tres guardias para que defendamos la reputación de otro creyente.
LOS TRES GUARDIAS
Ponemos nuestro primera guardia cuando nos proponemos hablar bien de nuestros hermanos cristianos al ver que Dios los está haciendo crecer en santidad a través de la obra del Espíritu Santo que mora en nosotros. Los cristianos fueron hechos para buenas obras. Dios recibe toda la gloria por estas buenas obras, ya que es el resultado de Su voluntad y acción, pero las buenas obras también contribuyen al buen nombre de un cristiano, a su reputación. Entonces, cuando veas a un hermano o hermana crecer en buenas obras, obedece el noveno mandamiento y dile algo a él o a ella y a los demás al respecto.
Ponemos nuestra segunda guardia cuando nos negamos a entregar o recibir chismes o calumnias sobre un hermano. A veces incluso los cristianos pecan al difundir mentiras o al negarse a confrontar las falsedades acerca de otro creyente. Estas mentiras pueden dañar de manera injusta la reputación de un compañero creyente. Por lo tanto, cuando escuches a un hermano o hermana chismear o ser víctima del chisme, calumniar o ser calumniado, obedece el noveno mandamiento al confrontar el chisme, negarte a creerlo y no participar en él.
Colocamos nuestra tercera guardia cuando establecemos la expectativa de que los cristianos pecarán y se arrepentirán del pecado. Hablar bien de un compañero creyente no significa que asumamos que no peca, sino todo lo contrario. Nuestra reputación reflejará mucho de ese pecado remanente que odiamos. A veces los cristianos pueden tener la reputación de ser de mal genio o de temer a los hombres. Estos no son patrones de pecado que toleramos, sino que los odiamos. Pero a la vez afectan la forma en que hablamos los unos de los otros. Decir que un hermano es propenso a los arrebatos de ira pero que los odia, que se arrepiente de ellos y que está buscando a Cristo por misericordia, muestra su excelente reputación de luchar contra el pecado y vivir por fe. Es un verdadero pecador que depende de un verdadero Salvador. La perfección sin pecado no es parte de la reputación de ningún cristiano… por ahora.