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El ministerio pastoral hoy en día es particularmente desafiante. Las cifras más recientes muestran que el cincuenta por ciento de los pastores actuales no seguirán en el ministerio dentro de cinco años. Esta cifra se eleva a un asombroso ochenta por ciento cuando se cumplan diez años. Los pastores ya se enfrentan a un bombardeo constante de expectativas poco razonables y poco realistas sobre su limitada capacidad. Esto por sí solo ya es demasiado para soportar en el tiempo, pero la situación es peor aún. Si a esto añadimos los retos y las expectativas que una iglesia deposita en la familia de un pastor, estas tasas de abandono no deberían sorprendernos. El ochenta por ciento de los pastores dicen que el ministerio ha tenido un efecto negativo en sus familias. Una de las estadísticas que más deberían preocuparnos, si de verdad nos preocupamos por la familia de un pastor, es que el sesenta y seis por ciento de los miembros de la iglesia esperan que su pastor, su esposa y sus hijos vivan con un estándar moral más alto que el que ellos mismos tienen. Según mi experiencia, ese porcentaje es demasiado bajo.
Las expectativas ministeriales de cualquier tipo deben estar correctamente informadas por la Escritura. La mejor manera de determinar las expectativas para la familia del pastor es considerar las expectativas para el pastor, las cuales se encuentran en la primera carta de Pablo a Timoteo. Allí, Pablo expone los requisitos para ser pastor:
Palabra fiel es esta: si alguien aspira al cargo de obispo, buena obra desea hacer. Un obispo debe ser, pues, irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, no dado a la bebida, no pendenciero, sino amable, no contencioso, no avaricioso. Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad; (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?) (1 Ti 3:1-5).
Ahora bien, en este pasaje no se mencionan requisitos para la esposa ni para los hijos del pastor. A pesar de ello, nuestras iglesias están llenas de personas con expectativas exigentes y poco razonables respecto a la familia del pastor. Se espera que la esposa desempeñe ciertas funciones de liderazgo y servicio en la iglesia. Comúnmente se espera que los hijos se comporten ante la congregación con una madurez que tal vez aún no posean y una notable habilidad para interactuar con los adultos. Rara vez he conocido a una esposa o hijos de pastor que no sientan esta inmensa presión. Muchos eventualmente llegan a resentirse por ella.
Ya que no hay expectativas bíblicas claras y específicas para la esposa e hijos de un pastor, debemos entonces considerar si hay alguna expectativa general para ellos como resultado de las características dadas al pastor. Veo cuatro expectativas implícitas que la Escritura revela sobre la familia del pastor como resultado de los requisitos pastorales.
1. SER MIEMBROS FIELES DE LA IGLESIA.
Todos están de acuerdo en que la esposa y los hijos del pastor tienen una posición peculiar en la iglesia local. Sin embargo, cuando se trata de expectativas, la esposa y los hijos del pastor deben ser vistos simplemente como otros miembros de la iglesia. No se debe esperar de ellos nada más de lo que se espera de otros miembros de la iglesia. Como miembros de la iglesia, tienen las mismas responsabilidades que los miembros que no son familiares del pastor, como son la asistencia regular y la participación en la adoración corporativa, la sumisión a los líderes de la iglesia, dar y servir fielmente, apoyar y sacrificarse por otros miembros de la iglesia, evangelizar en la comunidad e invertir en las relaciones dentro de la iglesia.
2. APOYAR EL MINISTERIO DE SUS PASTORES
Es una expectativa correcta para todos los miembros que apoyen el ministerio de sus pastores (He 13:17). Dado que la familia del pastor tiene una relación única con un pastor en particular, parece razonable y correcto esperar que la familia de ese pastor lo apoye. Sin duda, el tipo de apoyo más significativo para un pastor es saber que su familia está con él y para él. Este apoyo debería, en parte, trasladarse al ministerio de los otros pastores de la iglesia.
3. AYUDAR A ENCONTRAR EL EQUILIBRIO ENTRE LA VIDA FAMILIAR Y LA VIDA MINISTERIAL.
Nadie comprende mejor las presiones y exigencias del pastor que su familia. En consecuencia, los miembros de su familia son las voces más valiosas para ayudarle a saber cómo encontrar ese equilibrio tan difícil entre el trabajo ministerial y el tiempo en familia. La esposa del pastor suele actuar como el barómetro de la familia y puede ayudar de manera única a su esposo pastor a ver cuándo está descuidando a su familia por causa del ministerio. Asimismo, a medida que el pastor pasa tiempo con sus hijos, su conciencia de las necesidades de ellos le puede mostrar el desequilibrio en el ministerio de una manera en que no pueden hacerlo sus amigos más cercanos o sus compañeros pastores de mayor confianza en la iglesia.
4. ESTAR DISPUESTOS A COMPARTIRLO.
Según el Nuevo Testamento, el llamado de un pastor es exigente (1 Ti 3:1-7; He 13:17; 1 P 5:1-4). Los pastores están llamados a pastorear las almas del pueblo de Dios confiadas a su cuidado de tal manera que den cuenta de esas almas al Príncipe de los pastores. La esposa y los hijos del pastor deben decidir que, como resultado de este noble llamado, tienen que compartir a su esposo y padre con la iglesia.
En cierto sentido, los miembros de la familia del pastor no son miembros ordinarios de la iglesia debido a su relación familiar única con el pastor. Sin embargo, respecto a lo que la iglesia espera de ellos, deben ser tratados como miembros ordinarios. La carga de ser un ejemplo piadoso para la iglesia y estar a cargo de las almas de los miembros debe recaer únicamente en el hombre llamado por Dios para hacerlo, no en su familia.