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20 abril, 2023¿Qué dice la Biblia sobre el sexo fuera del matrimonio?
¿Qué dice la Biblia sobre el sexo fuera del matrimonio? Puesto que la ley está escrita en el corazón (Ro 2:15), incluso los incrédulos saben algo del propósito y los límites del sexo, aunque restrinjan este conocimiento (Ro 1:18). El factor decisivo es si uno acepta con sumisión la respuesta. Aun así, los escépticos de la fe cristiana y los que intentan racionalizar el pecado suelen señalar que la Biblia no condena de manera explícita las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Aunque no debemos responder al necio según esta necedad (Pr 26:4), los cristianos deben ser tajantemente claros acerca de lo que la Biblia enseña claramente sobre el sexo.
Satanás no ha trabajado en vano incansablemente para pervertir el sexo. Puesto que el sexo es sagrado, su profanación es catastrófica. En general, se ha despreciado y abusado del sexo de dos formas principales: mediante el pandemonio licencioso o mediante una consideración gnóstica del sexo como tabú. Para lo primero, se ignoran las diversas prohibiciones contra la inmoralidad sexual. Para lo segundo, se ignora el libro de Génesis y el Cantar de los Cantares resulta francamente vergonzoso. Ambas perspectivas revelan un error fundamental y una alteración del diseño de Dios. Comprender el diseño original de Dios para el sexo es una condición sine qua non para responder a esta pregunta.
Según el primer libro de la Biblia, el hombre fue creado bueno. La mujer, asimismo, fue creada a partir del hombre (Gn 2:22) y correspondía al hombre (Gn 2:18). Como su contraparte (1 Co 11:11), la mujer era la ayuda adecuada concedida divinamente (Gn 2:18) que el hombre necesitaba para llevar la creación a su deseada consumación, donde Dios y los portadores de Su imagen vivieran juntos en armonía. Para ello, la humanidad debía cumplir obedientemente el mandato creacional: «Sean fecundos y multiplíquense» (Gn 1:22). Para decirlo sin rodeos, el diseño original de Dios para llevar a Su creación a su estado de consumación incluía las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer, en las que el espermatozoide y el óvulo se unen para formar un embrión (es decir, un ser humano). El sexo es el manera para ser fecundos y multiplicarse. Mediante esta unión, forjada por el sexo fructífero, se establece el reino de Dios por medio de Sus vicerregentes portadores de Su imagen. Este es un elemento fundamental de la ética sexual cristiana: el sexo, tal como Dios lo concibió, es bueno.
Pero Dios no aprueba el sexo en todos los contextos. Según la Biblia, solo hay un contexto en el que el sexo está permitido: solo en el marco de un pacto de unión entre un hombre y una mujer. Estas restricciones no fueron impuestas por un sacerdote malhumorado de la era victoriana. Dios diseñó el sexo y Dios estableció las reglas para el sexo. Tal vez ahora más que nunca la ética sexual cristiana es ridiculizada, incluso entre las personas de la iglesia. Pero la ética sexual de la Biblia no es nebulosa. Como dijo C.S. Lewis, es «o matrimonio, con total fidelidad a tu pareja, o abstinencia total».
Desde el principio mismo, el límite de un hombre y una mujer está implícito claramente en la creación de una sola mujer para Adán. Dios no creó cuatro esposas para Adán, sino una. La unión descrita en Génesis 2:24 precede al acto sexual unificador: «dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer», y entonces y solo entonces, «serán una sola carne». Las relaciones sexuales fuera del matrimonio son un intento de disfrutar del fruto de la unión conyugal sin la unión misma. Pablo aborda este tema en su amonestación a los corintios:
¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? ¿Tomaré, acaso, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? ¡De ningún modo! ¿O no saben que el que se une a una ramera es un cuerpo con ella? Porque Él dice: «LOS DOS VENDRÁN A SER UNA SOLA CARNE». Pero el que se une al Señor, es un espíritu con Él. Huyan de la fornicación. Todos los demás pecados que un hombre comete están fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo (1 Co 6:15-18).
El «sexo casual» es una contradicción de términos. Los actos conyugales son solo para el contexto conyugal. Pablo aclara que si uno no puede controlar sus deseos sexuales, su remedio no es acostarse con cualquiera, sino casarse (1 Co 7:9). Esta amonestación tendría poco sentido si Pablo supusiera que el sexo no matrimonial es puro. Así las cosas, no debemos levantar ni despertar el amor (Cnt 2:7). La implicación es que hay un momento en el que se debe despertar el amor, pero no antes. Hebreos advierte contra la inmoralidad sexual y promueve como antídoto un lecho matrimonial sin mancilla, pero observa que solo el lecho matrimonial puede describirse como «sin deshonra» (Heb 13:4). Por definición, un encuentro sexual no matrimonial (es decir, el «lecho») está contaminado.
Para el cristiano, el sexo fuera del matrimonio no es una opción. Sin embargo, Dios no desprecia el corazón contrito (Sal 51:17), pues abogado tenemos para con el Padre, al Señor Jesucristo, propiciación por nuestros pecados (1 Jn 2:1-2). Confía en Él y no peques más (Jn 5:14; 8:11).