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¿Cuál es la esencia de la posición proelección? Si una mujer dice que ella personalmente no abortaría pero que no quiere negar a otra persona el derecho a hacerlo, ¿sobre qué base dudaría esta mujer acerca de hacerse un aborto? Tal vez simplemente quiera tener tantos hijos como sea posible y espera no tener que enfrentarse nunca a un embarazo no deseado. Tal vez piensa que el feto es un ser humano vivo o no está segura de la condición del feto. Tal vez crea que el feto es un ser humano vivo pero no quiera imponer esta opinión a los demás. Aquí llegamos al meollo de la postura proelección. ¿Es el derecho a elegir un derecho absoluto? ¿Tenemos el derecho moral de elegir lo que es moralmente malo? Plantear esta pregunta es responderla.
Una vez más, toda ley promulgada limita o restringe las elecciones de alguien. Esa es la naturaleza misma de la ley. Si no deseamos restringir las elecciones de otras personas mediante la legislación, debemos dejar de legislar y dejar de votar. Creo que la mayoría de las personas reconocerán que la libertad de elección no es una libertad absoluta. Ningún ser humano es una ley absoluta para sí mismo. A menos que estemos dispuestos a aceptar un sistema ético de relativismo puro por el que la ley y la sociedad se vuelvan imposibles, debemos huir como el viento de la proposición de que el individuo es autónomo. Para pasar de lo abstracto a lo concreto, me pregunto si los activistas proelección se oponen a las leyes que protegen sus derechos de propiedad personal. ¿Tiene el ladrón que entra en una casa para robar el televisor de alguien el derecho inalienable de hacer esa elección? ¿Tiene un hombre derecho a elegir violar a una mujer? Estos ejemplos extremos ponen de manifiesto que la libertad de elección no puede considerarse un derecho absoluto.


¿En qué punto debe terminar la libertad de elección? Creo que termina cuando mi libertad de elección pisotea los derechos inalienables a la vida y la libertad de otra persona. Ningún bebé no nacido ha tenido nunca derecho a elegir o negarse a su propia destrucción. De hecho, como otros han dicho, en Estados Unidos el lugar más peligroso para un ser humano es el interior del vientre de una mujer. Para millones de bebés no nacidos, el útero se ha convertido en una celda del corredor de la muerte. El recluso es ejecutado sin derecho a juicio ni a una palabra de defensa. Esta ejecución implica literalmente ser despedazado miembro a miembro. ¿Es esta descripción demasiado gráfica? ¿Es demasiado emotiva? No. Solo lo sería si la descripción fuera falsa.
El derecho a elegir, por muy sagrado que sea, no conlleva el derecho arbitrario a destruir una vida humana. Esto es tanto una pérdida de justicia como lo es la pérdida de un bebé humano.
¿Qué tiene la libertad de elección que la hace tan preciada? ¿Qué llevó a Patrick Henry a exclamar: «Dame la libertad o dame la muerte»? Ciertamente, deseamos alguna autodeterminación, y la idea de vivir bajo coerción externa es aborrecible. Somos criaturas pensantes y valoramos nuestra libertad para tomar elecciones. La mayoría de nosotros odiaría estar encarcelado, pero incluso en un centro penitenciario de máxima seguridad, el derecho de una persona a elegir no se le quita completamente.
Es este principio de autodeterminación —tener voz y voto en mi propia condición y futuro— lo que se le niega brutalmente a todo niño no nacido y abortado. Yo no tuve nada que decir en la elección de mi madre entre abortar o tenerme hasta que naciera. Toda mi vida estaba en sus manos. Si hubiera elegido el aborto, mi vida se habría apagado antes de nacer. Tú y yo somos seres humanos. Antes no podíamos ejercer nuestro precioso derecho a elegir. En otro tiempo, nuestra existencia dependía totalmente de la elección de otra persona.
Una segunda dimensión crucial del derecho a decidir es la pregunta de cuándo tomar la decisión moral relativa a la vida del bebé. (Como esto implica moralidad sexual, es un tema muy impopular en el debate). El momento de elegir si tener o no un bebé no es después de que el bebé ha sido concebido y ha comenzado su desarrollo. Salvo en caso de violación, las relaciones sexuales con o sin medios anticonceptivos siguen siendo una cuestión de elección. Las decisiones que tomamos, ya sean de naturaleza sexual o no sexual, siempre tienen consecuencias. Es un axioma de la ética y del derecho que somos responsables de las consecuencias de nuestras elecciones.
Cuando tenemos relaciones sexuales, puede que no tengamos la intención ni el deseo de producir otra vida humana. Sin embargo, somos conscientes de que el coito inicia el proceso de reproducción y puede originar esa vida. Matar al bebé no es un método responsable ni moral de tomar esta decisión.