Una misión vital
12 abril, 2018¿Quién es Dios?
16 mayo, 2018¿Qué es el evangelio?
Nota del editor: Esta publicación es la primera parte de la serie Las Buenas Nuevas, publicada por la Tabletalk Magazine.
En cierto sentido, toda la Biblia es el evangelio. Al leerla desde Génesis hasta Apocalipsis, vemos la vasta extensión del maravilloso mensaje de Dios para la humanidad.
Pero muchos leen toda la Biblia y su comprensión del evangelio difiere ampliamente, no están claros, o simplemente están equivocados. Algunos hablan del evangelio en términos del favor de Dios derramando prosperidad financiera. Otros describen una utopía política en el nombre de Cristo. Y otros hacen hincapié en seguir a Cristo, proclamar Su reino o buscar la santidad. Algunos de estos temas son bíblicos, pero ninguno de ellos es el evangelio.
Afortunadamente, encontramos pasajes bíblicos que nos dicen, explícita y claramente, qué es el evangelio. Por ejemplo, el apóstol Pablo explica lo que es «de primera importancia» dentro del mensaje bíblico:
Ahora os hago saber, hermanos, el evangelio que os prediqué, el cual también recibisteis, en el cual también estáis firmes, por el cual también sois salvos, si retenéis la palabra que os prediqué, a no ser que hayáis creído en vano. Porque yo os entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras (1 Cor 15:1-4).
Pablo les recuerda a los creyentes de Corinto el mensaje del evangelio y su relevancia integral para ellos. Ellos lo recibieron; ellos están cimentados en él; ellos están siendo salvados por él. Estos beneficios, sagrados y poderosos, fluyen en su vida diaria mientras se aferran a la Palabra del evangelio que Pablo les dio. Los corintios no merecen tal bendición, pero el evangelio anuncia la gracia de Dios en Cristo para los que no la merecen. El único fracaso catastrófico de los corintios sería la incredulidad. Con tantas cosas buenas que decir sobre el evangelio, no es de extrañar que Pablo lo califique como «de primera importancia» en sus prioridades.
¿Qué es, entonces, el evangelio? Primeramente, el evangelio es la buena noticia de Dios: que «Cristo murió por nuestros pecados». La Biblia dice que Dios creó a Adán sin pecado, apto para gobernar sobre una creación buena (Gen 1). Entonces, Adán se separó de Dios y arrastró a toda la humanidad con él a la culpa, la miseria y la ruina eterna (capítulo 3). Pero Dios, en Su gran amor por nosotros, unos rebeldes ahora totalmente indignos de Él, envió un mejor Adán, que vivió la vida perfecta que nunca hemos vivido y murió la muerte criminal que no queremos morir. «Cristo murió por nuestros pecados» en el sentido de que, en la cruz, Él expió los crímenes que hemos cometido contra Dios, nuestro Rey. Jesucristo, muriendo como nuestro sustituto, absorbió en Sí mismo toda la ira de Dios contra la verdadera culpa moral de Su pueblo. No dejó deuda sin pagar. Él mismo dijo: «Consumado es» (Jn 19:30). Y siempre diremos: «¡El Cordero que fue inmolado es digno!» (Ap 5:12).
Segundo, el evangelio dice: «Él fue sepultado». Esto hace énfasis en que los sufrimientos y la muerte de Jesús fueron completamente reales, extremos y definitivos. La Biblia dice: «Y fueron y aseguraron el sepulcro; y además de poner la guardia, sellaron la piedra» (Mt 27:66). Después de matarlo, Sus enemigos se aseguraron de que todos supieran que Jesús estaba más muerto que una piedra. No solo la muerte de nuestro Señor fue tan definitiva como la muerte puede ser, sino que también fue humillante: «Se dispuso con los impíos Su sepultura» (Is 53:9). En Su asombroso amor, Jesús se identificó por completo con pecadores enfermos como nosotros, sin omitir nada.
Tercero, el evangelio dice: «Él fue resucitado al tercer día». Hace años, escuché a S. Lewis Johnson decirlo de esta manera: “La resurrección es el ‘¡Amén!’ de Dios al ‘¡Consumado es!’ de Cristo. Jesús fue “resucitado para nuestra justificación” (Rom 4:25). Su obra en la cruz logró expiar nuestros pecados, de manera obvia. Además, por Su resurrección, Cristo «fue declarado Hijo de Dios con poder», es decir, nuestro Mesías triunfante que reinará para siempre (Rom. 1: 4). Solo el Cristo resucitado puede decirnos: «No temas, Yo soy el primero y el último, y el que vive, y estuve muerto; y he aquí, estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del Hades» (Ap 1:17-18). Aquel que vive conquistó la muerte y ahora está preparando un lugar para nosotros: un cielo nuevo y una tierra nueva, donde todo Su pueblo vivirá gozosamente con Él para siempre.
Este es el evangelio de la inmensa gracia de Dios hacia pecadores como nosotros. Cualquier otra cosa que se pudiese decir, solamente nos diría más sobre la poderosa obra de Jesucristo. Permanezcamos firmes en la Palabra que se nos predicó. Si creemos en este evangelio, no creeremos en vano.