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Este es el noveno artículo de la colección de artículos: Virtudes y vicios
¿Cuándo fue la última vez que utilizaste el término perezoso? No cuenta si hablaste con tus hijos sobre ese personaje de La era del hielo o de Zootopia. Una rápida búsqueda en Google Ngram —que permite a los usuarios trazar la frecuencia del uso de palabras y frases en la literatura— muestra que el uso de la palabra perezoso alcanzó su punto máximo en los siglos XVI, XVIII y XIX. Pero vayamos un paso más allá. ¿Cuándo fue la última vez que te arrepentiste de tu pereza como un pecado? Tal vez nunca. ¿Deberíamos ver la pereza como un pecado por el que Jesús murió, algo por lo que deberíamos arrepentirnos?
¿Qué es la pereza?
En la famosa obra de Dante, La divina comedia, la pereza es uno de los siete pecados capitales, y el autor considera la pereza desde la perspectiva del amor. Bajo el tema del amor distorsionado, incluye tres de los siete pecados capitales: el orgullo, la envidia y la ira. En el tema del amor excesivo incluye otros tres pecados: la avaricia, la gula y la lujuria. Entre los tres primeros y los tres últimos, Dante coloca un único pecado, la pereza, llamándolo «amor defectuoso».
Con este tema de la pereza como «amor defectuoso», Dante se acerca a una definición bíblica de la pereza. La pereza no es solo vagancia. Hay una motivación interna más profunda para pecar y que, en el fondo, es un amor defectuoso. Bíblicamente hablando, la pereza es la despreocupación por los mandamientos y las prioridades de Dios, una falta de amor a Dios y a Sus caminos que socava la doctrina bíblica de la vocación (Jue 18:9; Ec 10:18; Mt 25:26). Para entender mejor lo que es la pereza, podemos considerar dos tipos diferentes de pereza: la teológica y la proverbial.
La pereza teológica
Los cristianos de Tesalónica tenían lo que podríamos llamar una escatología sobre-realizada. Parece que alguien había enviado una carta paulina falsa a la iglesia de Tesalónica, enseñando que el día del Señor ya había llegado (2 Ts 2:2). Sobre la base de esa falsa teología, había brotado un andar desordenado (2 Ts 3:6). No sabemos si ese andar desordenado, o pereza, surgió directamente de una visión distorsionada de la escatología o de una tergiversación de la doctrina que recibieron de Pablo. En cualquier caso, se trata de una pereza teológicamente motivada. Su teología del trabajo no abarcaba toda la vida; negaban que el trabajo fuera un bien necesario para la humanidad. Su teología distorsionada afirmaba su pereza pecaminosa. Pablo los reprende duramente y les recuerda su propio trabajo diligente, impulsado por la teología (2 Ts 3:7–12).
Este mismo tipo de pereza teológica se preserva también en el Decálogo. El cuarto mandamiento del Decálogo rige nuestro uso del tiempo. Dios nos ha llamado muy claramente a seis días de trabajo y un día de reposo. Normalmente leemos el cuarto mandamiento como «reposa el domingo». Pero eso es solo la mitad del mandamiento. La otra mitad ordena trabajar diligentemente los otros seis días (Éx 20:8-11). En circunstancias normales, no dedicar seis días consecutivos a nuestro trabajo —que incluye nuestra vocación principal, nuestras tareas domésticas, etc.— es pecado de pereza, un menosprecio al buen mandato de Dios para nosotros en el cuarto mandamiento, un mandamiento que es parte del mandato resumido en el amor de Dios (Mt 22:34-40).
Bíblicamente hablando, la pereza es la despreocupación por los mandamientos y las prioridades de Dios, una falta de amor a Dios y a Sus caminos que socava la doctrina bíblica de la vocación.
Todavía hoy, la pereza teológica puede manifestarse de diferentes maneras. Los cristianos del presente pueden adoptar una mentalidad mundana en torno al trabajo y considerarlo como un mal necesario para ganarse un sueldo. Si alcanzas la independencia financiera antes de la edad establecida, ¿estarías tentado para «jubilarte» antes de tiempo y vivir cada día como unas vacaciones? Si llegas a la edad establecida y puedes jubilarte, ¿te verías tentado a dedicar tu día a actividades personales sin apoyar a tu iglesia o aprovechar tu tiempo para realizar actividades que honren a Dios? ¿Acaso albergas una falsa visión teológica que considera que el día del Señor carece de importancia, y descuidas su observancia? ¿O consideras que los deportes y la jardinería son igual de buenos? La pereza teológica es un desafío continuo para la iglesia.
La pereza proverbial
Proverbios habla a menudo del trabajo honesto y de la importancia de cuidarse de la indolencia y la pereza (Pr 12:24, 27; 15:19; 18:9; 19:24; 21:25; 22:13; 24:30; 26:13-15). Este es el tipo de pereza en el que la mayoría de la gente piensa cuando se habla de pereza. Mientras que los perezosos teológicos aplican mal la doctrina, los perezosos proverbiales prefieren la necedad pecaminosa en lugar de la sabiduría piadosa de Dios. Un hombre que ni siquiera trabaja para satisfacer sus necesidades básicas es necio y perezoso. Pablo utiliza esta línea de pensamiento cuando elogia al esposo bíblico (Ef 5:28-29). También aplica este razonamiento con respecto a nuestra familia extendida (1 Ti 5:8), al condenar esta expresión de pereza proverbial con un lenguaje aún más fuerte, diciendo que es peor que la incredulidad. No hace falta buscar mucho para descubrir que este tipo de pereza está muy presente hoy en día.
La buena noticia
La mala noticia es que probablemente somos más perezosos de lo que pensamos. La buena noticia es que Cristo vino a honrar la Palabra de Dios y trabajó diligentemente para cumplirla. Jesús murió para expiar el pecado de la pereza y vivió una vida de trabajo piadoso para proporcionar a Su pueblo un registro de trabajo sin pecado. Cuando cometemos el pecado de la pereza, podemos arrepentirnos y caminar en la novedad de vida que Cristo compró para nosotros.
Publicado originalmente en el blog de Ligonier Ministries.