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1 febrero, 2024La doctrina
5 febrero, 2024¿Qué valor tienen los milagros?
Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de la revista Tabletalk: Una fe razonable
«Un libro forjado en el infierno… por el propio diablo», fueron las palabras usadas para describir el Tratado teológico-político de Baruch Spinoza. Los críticos calificaron el libro de impío. ¿Por qué fueron tan hostiles las reacciones a ese libro? Spinoza fue un filósofo del siglo XVII que rechazó las afirmaciones del cristianismo. Creía que los cristianos habían malinterpretado las Escrituras porque habían concluido erróneamente que habían ocurrido milagros en las narraciones bíblicas. Spinoza ofreció dos argumentos para rechazar los relatos bíblicos de acciones y eventos milagrosos.
En primer lugar, afirmó que la Biblia fue escrita en un estilo pensado en estimular e inspirar la imaginación humana, no en persuadir al intelecto. En segundo lugar, según él, la lectura apropiada de la Escritura requiere que quitemos las capas de las frases y las metáforas. Dicho de otro modo, la Biblia no registra milagros, sino que relata eventos cubiertos de hipérboles y exageraciones. Las semillas de las dudas de Spinoza luego florecieron en las interpretaciones liberales de las Escrituras del siglo XIX. Por ejemplo, algunos eruditos del Nuevo Testamento afirmaron que el hecho de que Jesús alimentara a los cinco mil no fue un milagro. En cambio, Jesús estaba de pie frente a la boca de una cueva, que estaba oculta por Su larga y amplia túnica. Entonces, Sus discípulos hicieron parecer que estaban saliendo panes por las mangas de Su túnica. No fue un milagro, sino una muestra de destreza manual, un truco bienintencionado para inspirar altruismo.
En su Tratado teológico-político, Spinoza afirmó que la voluntad de Dios es lo mismo que las leyes de la naturaleza. Por otra parte, los milagros son violaciones de la ley de la naturaleza. La voluntad de Dios es inquebrantable, así que los milagros son imposibles. Algunos filósofos, como David Hume, sencillamente descartaron los milagros debido a su incredulidad. Por ejemplo, Hume sostenía que el testimonio de la resurrección de Cristo probablemente era falso. Por lo tanto, ese testimonio no era válido para demostrar la historicidad de la resurrección. En la actualidad, algunos eruditos del Nuevo Testamento como Bart Ehrman hacen afirmaciones similares. Ehrman dice que los milagros son improbables. Sin embargo, los historiadores solo pueden definir lo que probablemente ocurrió en el pasado. En consecuencia, un historiador jamás podrá determinar la historicidad de un milagro. Más allá de las variaciones, la simple verdad es que tras el rechazo de los milagros se encuentra la incredulidad: el rechazo de la Palabra de Dios.
Una segunda reacción ante los milagros es relativizar su importancia. A pesar de que la gente habla de la secularización y dice que vivimos en un mundo desencantado, las personas siguen siendo igual de religiosas que siempre. En su programa de entrevistas, Oprah Winfrey solía decir: «¡Recuerda tu espíritu!». Ella cree que todos estamos conectados a la energía de la creación, que formamos parte de esa energía y que esa energía forma parte de nosotros. Winfrey es un simple ejemplo de un creciente grupo de personas religiosas que, en inglés, han sido etiquetadas como los «nones». En su reciente libro Strange Rites [Ritos extraños], Tara Isabella Burton documenta que los «nones» no se asocian con ninguna religión institucional. Piensa en el apogeo de los centros comerciales. Las principales tiendas de Estados Unidos, como Sears, J.C. Penney y Macy’s, afianzaron al centro comercial. Ahora, los centros comerciales han sido desplazados por paseos comerciales con decenas de tiendas. En vez de ir a Macy’s a comprar ropa, ahora puedes comprar en seis tiendas distintas para equipar tu armario.
Este cambio en el comercio nos ayuda a comprender el cambio cultural de Occidente. En lugar de pertenecer a una de las religiones institucionales, como el catolicismo romano, el protestantismo, la fe ortodoxa oriental, el budismo, el mormonismo o el islam, ahora la gente arma sus propias religiones a elección. Burton observa que los «nones» de hoy pueden combinar un himno navideño con temas de las novelas de Harry Potter de J.K. Rowling, el misticismo y una pizca de justicia social para crear su propia forma de espiritualidad. En vez de comprar el álbum del cristianismo confesional e histórico de la Reforma, los «nones» van a la tienda de música digital para crear su propia lista de reproducción espiritual. Por lo tanto, los «nones» están abiertos a la realidad y la historicidad de los milagros, pero los milagros coexisten en un mundo encantado en el que ocurren otros acontecimientos milagrosos, místicos y significativos que producen inspiración, así que los milagros no pueden ayudarnos a distinguir una fe de las demás. Aunque los «nones» son menos agresivos, su actitud hacia los milagros sigue reflejando el pulso de la incredulidad hacia el mensaje general de la Palabra de Dios.
Entonces, ¿cuál es la naturaleza y la finalidad de los milagros? La respuesta a esta pregunta consta de dos partes: la naturaleza de la revelación divina y la finalidad específica de los milagros. En primer lugar, la Biblia muestra que Dios se revela a través de la creación: lo que los teólogos llaman revelación general. Por ejemplo, el apóstol Pablo afirma que los atributos invisibles de Dios, «Su eterno poder y divinidad», se revelan «por medio de lo creado» (Ro 1:20). Dios revela el conocimiento acerca de quién es Él por medio de las cosas: en la naturaleza y en la conciencia. Además, Dios se revela en palabras, lo que los teólogos llaman revelación especial. Las primeras líneas de Hebreos captan esta verdad de forma memorable: «Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por Su Hijo» (He 1:1-2). Dios revela el conocimiento de Sí mismo en las cosas y a través de palabras. Además, cuando Dios revela el conocimiento de Sí mismo, Su revelación sigue un patrón común en el que hay una palabra, seguida de un acto, seguido de una palabra que lo interpreta. En la historia de la creación, Dios dice primero: «Sea la luz», y luego ejecuta Su acción de crear la luz (Gn 1:3). Entonces, la historia del Génesis nos ofrece una palabra de interpretación: «Dios vio que la luz era buena» (v. 4). El patrón es palabra-acto-palabra. Esta estructura se repite una y otra vez en las Escrituras, pero se hace patente de un modo especial en la encarnación de Cristo: el Antiguo Testamento es la palabra preparatoria, la encarnación es el acto revelador de Dios y el Nuevo Testamento es la palabra de interpretación. Dios se revela en cosas y palabras (revelación general y especial), y habla, actúa y luego interpreta Sus actos y palabras. En términos muy sencillos, Dios es Su propio intérprete.
En segundo lugar, la revelación general y especial, y su patrón de palabra-acto-palabra proporcionan el marco adecuado para comprender la finalidad de los milagros. Cuando Jesús resucitó a Lázaro, anticipó Su acto milagroso diciéndole a María: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11:25). Esa es la palabra anticipadora. Luego, Jesús hizo el milagro de resucitar a Lázaro (v. 43). Fue un acto milagroso de revelación divina. Entonces, Juan ofrece la palabra interpretativa: «Y el que había muerto salió» (v. 44). En este contexto, el milagro es una forma de revelación divina en la acción, en las cosas. Los actos milagrosos confirman la Palabra de Dios: verifican que Jesús realmente es quien dice ser. El hecho de que Jesús resucitara a Lázaro demuestra que Él es quien dice ser: el Hijo de Dios, la resurrección y la vida. Por lo tanto, los milagros demuestran que el Dios triuno de la creación, que hizo las leyes de la naturaleza y sostiene el cosmos mediante Su providencia, también es el mismo Dios que salva a los pecadores por ese mismo poder. La Confesión de Fe de Westminster explica esta verdad de un modo conciso: «En su ordinaria providencia, Dios hace uso de medios; no obstante, es libre de obrar sin ellos, sobre ellos y contra ellos, según le plazca» (5.3). En otras palabras, los milagros dan testimonio de la soberanía, el poder y la autoridad del Dios triuno. Los milagros son el mismo poder de Dios que actúa en la salvación y que también actúa para sostener la creación. Además, son sellos de la revelación de Su Palabra que autentifican Su mensaje. Los milagros atestiguan que el Dios que habla también es el Dios que actúa.
Algunos han afirmado que en un mundo de electricidad y avances tecnológicos y médicos, la gente ya no puede creer en un cosmos de tres niveles donde moran ángeles y demonios, y donde la gente muere y resucita de los muertos. Sin embargo, ¿acaso la ciencia ha refutado la legitimidad de los milagros? En sentido estricto, no. No ha habido ninguna serie de experimentos que refuten los milagros. Por lo tanto, los que descartan que los milagros son posibles lo hacen sobre la base del prejuicio y la incredulidad, al igual que Spinoza y Hume. Por otro lado, se supone que los mejores científicos deben estar abiertos a la posibilidad de que haya fenómenos que no hayan sido explicados y solo deberían llegar a conclusiones luego de realizar experimentos de forma reiterada. El problema de los que rechazan la posibilidad de los milagros no es que no tengan datos, sino que no tienen fe en la Palabra de Dios ni en su propio método científico. ¿Cómo pueden rechazar lo que no han refutado mediante experimentos y pruebas?
Si los escépticos no creen en la revelación divina a través de la Palabra, indudablemente también rechazarán Su revelación en los actos, es decir, los milagros. Los milagros de Dios son testimonios reveladores de quién es Él y de lo que ha hecho para salvar a un pueblo pecador mediante Cristo y el Espíritu Santo. Como dice el escritor de Hebreos, «Dios testificó junto con ellos, tanto por señales como por prodigios, y por diversos milagros» (He 2:4). Nuestra oración debe ser que Dios nos dé ojos para ver y oídos para oír, de modo que recibamos la revelación de Dios en Su Palabra y en Sus actos para la salvación: que nos asombremos ante Su poder para crear y nos maravillemos ante Su milagroso poder para salvar.