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Nota del editor: Esta es la tercera parte de la serie de artículos de Tabletalk Magazine referente al tema de la controversia.
En la universidad, me especialicé en filosofía. El primer día del primer curso que tomé en filosofía, el profesor escribió la palabra filosofía en la pizarra, luego la desglosó para mostrar su origen etimológico. El término proviene de dos palabras griegas, lo cual es apropiado, ya que los griegos son vistos generalmente como los padres fundadores de la filosofía occidental. El prefijo filo proviene de la palabra griega phileō, que significa “amar”. La raíz proviene de la palabra griega sofía, que significa “sabiduría”. Por lo tanto, el significado básico de la palabra filosofía es “amor por la sabiduría”.
El propósito de aprender las cosas de Dios es la adquisición de sabiduría, y no podemos tener sabiduría sin conocimiento.
Una vez que comprendí este significado, asumí que al estudiar filosofía aprendería sobre la sabiduría en un sentido práctico. Sin embargo, pronto descubrí que la filosofía griega enfatizaba preguntas abstractas de la metafísica (el estudio del ser último o de la realidad última) y la epistemología (el estudio del proceso mediante el cual los seres humanos aprenden). Es cierto que una de las subdivisiones de la filosofía es la ética, particularmente la ciencia de la ética normativa, los principios de cómo debemos vivir. Esa fue ciertamente una preocupación de los antiguos griegos, particularmente de Sócrates. Pero incluso Sócrates estaba convencido de que la conducta apropiada, o la vida correcta, está íntimamente relacionada al conocimiento correcto.
Hay una sección del Antiguo Testamento conocida como la literatura sapiencial: los libros de Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los Cantares. Aquí, vemos un énfasis filosófico completamente diferente, uno basado en la suposición inicial de la Biblia. Muchas personas consideran la afirmación de que hay un solo dios sobre toda la creación como un desarrollo tardío en la filosofía griega. En cierto modo, fue el resultado de su pensamiento. Pero para los judíos, la afirmación de la soberanía de Dios era primordial. La primera línea del Antiguo Testamento dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn 1:1). El monoteísmo no está al final del camino; está al principio.
Génesis no ofrece ningún argumento o prueba de la existencia de Dios. Una de las razones de esto es que los judíos estaban convencidos de que Dios ya había hecho el trabajo por Sí mismo: los cielos proclamaron la gloria de Dios (Sal 19:1). Los judíos no estaban preocupados de si había un Dios sino de cómo es Él: ¿Cuál es Su nombre? ¿Cuáles son Sus atributos? ¿Cuál es Su carácter? Todo el Antiguo Testamento se enfoca en la autorrevelación de Dios a Su pueblo del pacto.
La literatura sapiencial hace una afirmación sorprendente: “El principio de la sabiduría es el temor del Señor” (Sal 111:10; Pr 9:10). Para los judíos, la sabiduría significaba una comprensión práctica de cómo vivir una vida que sea agradable a Dios. La búsqueda de la piedad fue una preocupación central de los escritores de la literatura sapiencial. Afirmaron que la condición necesaria para que alguien tenga verdadera sabiduría es el temor del Señor.
Tal temor no es terror ni horror. Como dijo Martín Lutero, es un temor filial, el temor de un niño que admira a su padre y no quiere hacer nada que pueda contravenir a su padre e interrumpir su relación amorosa con él. En una palabra, este concepto tiene que ver con la reverencia, la admiración y el respeto. Cuando los escritores de la literatura sapiencial dicen que el principio de la sabiduría es el temor del Señor, ellos están diciendo que el punto de partida absoluto y esencial, si deseas adquirir la verdadera sabiduría, es la reverencia y la adoración a Dios.
Mostrando un contraste, el salmista nos dice: “El necio dice en su corazón: ‘No hay Dios'” (Sal 14:1a). La sabiduría es contrastada con la necedad. Sin embargo, en la literatura hebrea, la palabra necio no describe a una persona que carece de inteligencia. Ser necio para el judío es ser irreligioso e impío. El impío es la persona que no tiene reverencia por Dios, y cuando no tienes reverencia por Dios, inevitablemente tu vida lo mostrará.
La literatura sapiencial también hace una distinción clara entre la sabiduría y el conocimiento. Una persona puede tener conocimiento ilimitado y no tener sabiduría. Pero no puede darse lo contrario; nadie puede tener sabiduría si no tiene conocimiento. El espíritu anti-intelectual de nuestro tiempo declara: “No necesito estudiar. No necesito conocerla Biblia. Todo lo que necesito es tener una relación personal con Jesús”. Ese punto de vista está en un curso de colisión con lo que enseña la literatura sapiencial. El propósito de aprender las cosas de Dios es la adquisición de sabiduría, y no podemos tener sabiduría sin conocimiento. La ignorancia engendra necedad, pero el verdadero conocimiento, el conocimiento de Dios, conduce a la sabiduría que es más preciosa que los rubíes y las perlas.
Queremos ser ricos, exitosos y estar cómodos, pero no anhelamos la sabiduría. Por consiguiente, no leemos las Escrituras, el libro de texto supremo de la sabiduría. Esto es necedad. Busquemos el conocimiento de Dios a través de la Palabra de Dios, porque de ese modo encontraremos la sabiduría para vivir vidas que le agraden.