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Nota del editor: Este es el noveno capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Sal y luz
La mayoría de los adultos en los Estados Unidos pasan en sus trabajos cerca de la mitad de las horas que están despiertos. Sin embargo, muchos cristianos no saben cómo vivir su fe en el trabajo. ¿Qué significa ser sal y luz en medio de un trabajo ajetreado?
El apóstol Pablo, en 1 Tesalonicenses 4:10-12, provee tres exhortaciones claras sobre cómo debemos actuar en nuestro trabajo, seguidas de dos razones por las que debemos seguirlas:
Les instamos, hermanos, a que abunden en ello más y más, y a que tengan por su ambición el llevar una vida tranquila, y se ocupen en sus propios asuntos y trabajen con sus manos, tal como les hemos mandado; a fin de que se conduzcan honradamente para con los de afuera, y no tengan necesidad de nada.

«Tengan por su ambición el llevar una vida tranquila». Esta exhortación inicial parece más urgente que nunca antes. El mundo que nos rodea se ha convertido en un lugar cada vez más ruidoso. La conversación civilizada y educada ha sido sustituida a menudo por una competencia de gritos. El razonamiento reflexivo ha dado paso a las citas al estilo de Twitter, y los cristianos se encuentran con demasiada frecuencia en medio de todo ello. Algunos están ansiosos por discutir sobre cualquiera que sea el tema del día. Sin embargo, cuando se trata de compartir el evangelio, muchos son tímidos y callados. Afortunadamente, algunos cristianos son audaces evangelistas en sus lugares de trabajo y están prestos a compartir el único mensaje que este mundo agonizante necesita escuchar. Sin embargo, incluso algunos evangelistas en el lugar de trabajo necesitan aprender a estar callados a veces.
Esto es algo que tuve que aprender cuando trabajaba en una empresa y trataba de evangelizar a mis colegas con muchas palabras. A menudo era persistente y alargaba mi hora de almuerzo solo para presentar algunos argumentos adicionales sobre por qué mis colegas debían seguir mi ejemplo y confiar en Jesús. De lo que no me daba cuenta era de que mi ejemplo en el trabajo no era muy impactante. Yo era rápido para hablar, pero en ocasiones descuidaba mis responsabilidades laborales.
A veces bastan unas pocas palabras sobre nuestra fe y luego debemos volver y cumplir fielmente con nuestro trabajo. Las palabras que el apóstol Pedro escribió a las esposas cristianas respecto a sus maridos podrían ser un buen consejo para quienes están descuidando su trabajo para evangelizar. Deberíamos esforzarnos por ganar a los demás sin palabras; deberíamos convencerlos «al observar ellos [nuestra] conducta casta y respetuosa» (1 P 3:2). Deberíamos tener por nuestra ambición «el llevar una vida tranquila». Si nos caracterizamos por esa moderación general, el evangelio resonará con mucha más fuerza cuando abramos la boca para hablar de nuestro Señor y Salvador.
Además, debemos ocuparnos «de [nuestros] propios asuntos» (1 Ts 4:11). Los cristianos no deben inmiscuirse en los asuntos de los demás. No debemos chismear ni tratar de saberlo todo al detalle. Debemos concentrarnos en lo que Dios nos ha encomendado. Evidentemente, es correcto distraernos por ver a personas en necesidad e ir en su auxilio. Pablo no se refiere a eso. Sin embargo, todos sabemos lo fácil que es dejarse arrastrar por cosas que no deberían preocuparnos.
Por último, Pablo exhorta a los tesalonicenses a que «trabajen con sus manos». Se trata de un llamamiento a la diligencia en el trabajo. Los tesalonicenses esperaban el regreso inmediato de Cristo. En su entusiasmo y anticipación ansiosa, descuidaron su trabajo. Pero tal ociosidad no agrada a Dios. Aunque muy pocos cristianos hoy en día irían tan lejos, algunos pueden verse tentados a pensar que podría ser agradable a Dios si hacen lo mínimo en el trabajo con el fin de tener más tiempo para hacer lo que ellos consideran que son cosas más importantes para Dios. Probablemente esto esté bien intencionado, pero no es lo que la Palabra de Dios nos enseña. Piensa en la instrucción que Pablo da a los siervos:
Obedezcan en todo a sus amos en la tierra, no para ser vistos, como los que quieren agradar a los hombres, sino con sinceridad de corazón, temiendo al Señor. Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres (Col 3:22-23).
Nuestra labor en el trabajo consiste en estar tranquilos, ocuparnos de nuestros asuntos y trabajar con diligencia y fidelidad.
Debemos hacer todo esto para conducirnos «honradamente para con los de afuera», es decir, para ser sal y luz en nuestros lugares de trabajo. Al fin y al cabo, la mayoría de nosotros trabajamos rodeados de no cristianos. La forma en que hagamos nuestro trabajo será un aspecto importante de nuestro testimonio. Dios utilizará nuestro trabajo diligente para proveernos de modo que «no [tengamos] necesidad de nada». En cambio, podremos suplir lo que pueda faltar en la diligencia de otros y podremos ayudar a los necesitados. Todo esto fortalecerá nuestro testimonio cristiano y bien podría ser utilizado por Dios para atraer a otros hacia Él.