


Palabras infalibles
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Irreprochable con los de adentro y los de afuera
20 junio, 2023Vive en libertad


La mayoría de las democracias tienen un día reservado para celebrar su liberación del régimen que una vez las gobernó. Las comunidades se reúnen para disfrutar de un banquete, pasar tiempo con amigos y familiares, y quizás incluso ver un espectáculo de fuegos artificiales. Estos acontecimientos merecen ser conmemorados porque la libertad es algo valioso.
La Biblia también afirma el valor de la libertad. Tenemos la historia de Moisés liberando al pueblo de Dios de la esclavitud a Egipto. También está el relato conmovedor de Esdras sobre el regreso de los cautivos a Israel, donde reconstruyeron el templo. Pero hay un tema más amplio de libertad que recorre estas historias y las páginas de la Escritura: la necesidad que la humanidad tiene de libertad espiritual.


Nacemos esclavos del pecado. Es nuestro mayor problema y para el que necesitamos un gran Salvador. Jesucristo compró nuestra libertad a través de Su muerte sacrificial en la cruz. Esta es una noticia asombrosa. Pero Él no nos liberó solo para que vivamos vidas desenfrenadas en total libertinaje, como en una película en la que ladrones y asesinos se fugan de prisión y se van a un pueblo desprevenido para sembrar el caos y la destrucción. Así es como el mundo suele ver la libertad: como el derecho a hacer lo que queramos, bueno o malo. La Escritura enseña lo contrario: somos libres para vivir como siervos de Dios.
El apóstol Pedro escribió: «Anden como libres, pero no usen la libertad como pretexto para la maldad, sino empléenla como siervos de Dios» (1 P 2:16). Este versículo utiliza dos palabras griegas diferentes para referirse a la esclavitud: eleutheros y doulos. La primera significa «libre de esclavitud» y la segunda «siervo». Pedro está diciendo: «Vivan como personas libres de esclavitud. Vivan como siervos de Dios». En el contexto, doulos se usa metafóricamente para significar una cesión voluntaria de la libertad de uno a otro. Los creyentes están llamados a vivir voluntariamente como siervos del Señor, sometiéndose a Su voluntad y a Su Palabra.
Esto significa que la libertad del cristiano es diferente de la libertad mundana. Significa que ya no somos gobernados por nuestro pecado. El pecado ya no es nuestro amo. Ya no tiene el poder de dictar cómo vivimos nuestras vidas; no tiene dominio sobre nosotros. En cambio, tenemos un nuevo amo, nuestro Señor y Salvador, Jesucristo:
Pero gracias a Dios, que aunque ustedes eran esclavos del pecado, se hicieron obedientes de corazón a aquella forma de doctrina a la que fueron entregados, y habiendo sido libertados del pecado, ustedes se han hecho siervos de la justicia (Ro 6:17-18).
Ahora vivimos para Aquel que compró nuestra libertad.
Al someternos al Señor y a Su obra en nuestras vidas —al vivir como siervos de nuestro Salvador— nuestras vidas reflejarán esa nueva identidad. Daremos frutos de santidad (Ro 6:22), nos serviremos unos a otros en amor (Gá 5:13) y viviremos nuestras vidas para Aquel a quien ahora pertenecemos (Ro 7:4). Qué libertad tan digna de celebrar.