Reconocer nuestra ciudadanía

Varios años atrás, mi esposa y yo estábamos viajando por Europa del Este con otra pareja. Cuando cruzamos la frontera de Hungría a Rumanía, tres soldados fornidos y de aspecto rudo abordaron el tren para revisar nuestros pasaportes y examinar nuestro equipaje. Su líder indicó que quería ver nuestros pasaportes. Mientras se los entregamos, señaló nuestro equipaje. Cuando me levanté para alcanzar una maleta grande, de repente me detuvo. En un inglés deficiente me dijo: «¡Espera! ¡Tú no estadounidense!». Luego miró a la mujer que viajaba con nosotros y le dijo: «Tú no estadounidense».

Debo confesar que estaba aterrorizado. El hombre señaló una bolsa de papel que nuestra amiga tenía en el asiento junto a ella. Preguntó «¿Qué es eso?», señalando hacia los bordes de un libro que sobresalía de la bolsa. Ella sacó su Biblia. Yo tragué saliva, pensando: «Ahora sí que estamos en problemas».

El soldado tomó la Biblia y comenzó a hojear sus páginas. Abrió el segundo capítulo de Efesios y señaló el versículo 19. Ordenó: «Lean». Leímos en voz alta: «Así pues, ya no sois extraños ni extranjeros, sino que sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios».

Al instante, el rostro del soldado irradió una sonrisa benévola cuando dijo: «Tú no eres estadounidense. Yo no soy rumano. Somos ciudadanos del cielo». Luego se volvió hacia sus compañeros de tropa y les dijo: «Esta gente bien». Nos devolvió nuestros pasaportes y nos deseó que Dios nos acompañara.

Coram Deo: vivir delante del rostro de Dios

Da gracias a Dios por tu ciudadanía en el cielo.

Para estudiar más a fondo

Publicado originalmente en el Blog de Ligonier Ministries.