James Joule
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La Basílica de San Juan de Letrán en Roma atesora muchos objetos históricos únicos. En este episodio de 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, Stephen Nichols nos habla de varias piezas notables que se remontan a tiempos bíblicos.
Transcripción
Bienvenidos a 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, un podcast de los Ministerios Ligonier con Steve Nichols.
En el episodio de hoy tenemos una historia sobre escalones, escalones muy especiales. Llevan hasta la Archibasílica de San Juan de Letrán en Roma, la iglesia catedral del papa, obispo de Roma. Enseguida hablaremos de esos escalones. Pero, primero vamos a dar un poco de contexto.
La Basílica de San Juan de Letrán se construyó sobre un fuerte militar que se había edificado en el año 193 d. C. Tras la batalla del Puente Milvio, el fuerte fue demolido por las tropas del emperador Constantino, y unos años más tarde, en el 313, Constantino cedió el lugar al obispo de Roma.
Una de las maravillas de esta iglesia es un obelisco egipcio. Originalmente se encontraba en el templo de Karnak, en Tebas, y fue construido por el faraón Tutmosis IV. Constantino lo tomó a su paso por Egipto y lo envió de vuelta a Roma. En realidad, su intención era que fuera a Constantinopla, pero su hijo no prestó mucha atención cuando se dieron las órdenes y, en su lugar, esas 455 toneladas fueron cargadas en un barco y fueron llevadas a Roma. En la década del 350 se colocó en el exterior del Circo Máximo y, en el paso de los siglos, se hundió lentamente en la tierra. Finalmente, lo desenterraron en 1588 y lo instalaron delante de la basílica de Letrán.
Esta iglesia posee también un importante conjunto de esculturas de los doce discípulos originales. Tiene también una estatua de Moisés con cuernos que le salen de la cabeza. Esta peculiar representación es el resultado de un error de traducción de Jerónimo, que compiló la Vulgata en latín. Cuando Moisés bajó de la montaña después de recibir los Diez Mandamientos, el texto dice que su rostro «resplandecía». Jerónimo tradujo mal el hebreo y dijo que la cabeza de Moisés «tenía cuernos». Y así, a lo largo del Renacimiento y la Edad Media, muchas representaciones de Moisés lo muestran con cuernos en la cabeza.
Pero la pieza más interesante de la Iglesia de San Juan de Letrán son los escalones llamados la scala sancta, o los «escalones sagrados». Eran los escalones de Pilato, que Jesús subió cuando iba a ser juzgado por Pilato la víspera de Su muerte. La madre de Constantino, Helena, era una cristiana muy devota, y Constantino disponía de recursos considerables, por lo que él hizo deconstruir y etiquetar estos escalones, la scala sancta, los embarcó en un navío y los transportó desde Jerusalén hasta Roma, para reconstruirlos entonces en la Iglesia de San Juan de Letrán.
Cuando Lutero peregrinó a Roma en 1510 fue a la Basílica de San Juan de Letrán. La Basílica de San Pedro estaba siendo construida en ese momento. Con el tiempo, el enfoque se desplazaría de la Iglesia de Letrán a la de San Pedro como iglesia principal de la comunión católica, pero en la época de Lutero era la Iglesia de San Juan de Letrán. Así pues, Lutero, como todos los peregrinos que acudían a Roma en su época y durante los siglos anteriores, se arrodillaba y subía y bajaba los escalones de rodillas. Se decía que en ciertos escalones casi se podían ver gotas de la sangre de Cristo, y que si te detenías en uno de esos lugares y orabas el rosario, se te descontarían un número de años de tu estancia en el purgatorio, o incluso podrías liberar a uno de tus familiares del purgatorio. Sin embargo, Lutero no tuvo la reacción típica cuando llegó a lo más alto de la escalera. En lugar de sentir asombro o alivio, se sintió totalmente desilusionado con la Iglesia católica romana, y lo único que pudo hacer fue murmurar para sí: «¿Quién sabe si esto es verdad?».
Pero la historia de Lutero no acaba ahí, por la gracia de Dios. Años más tarde, se enfrentó a la Iglesia romana y recibió la seguridad que ni él ni las multitudes de peregrinos podían alcanzar en las escaleras de la Basílica de San Juan de Letrán.
Lutero redescubrió la buena noticia del evangelio revelada en la Escritura: que la justicia de Dios se encuentra en Cristo solo, y se recibe por la fe sola.
Soy Steve Nichols. Gracias por acompañarnos en 5 Minutos en la Historia de la Iglesia.