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Mónica solo deseaba una cosa antes de dejar este mundo: ver a su hijo convertirse en cristiano. Esta semana en 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, Stephen Nichols nos presenta a la madre de Agustín, una mujer fiel en la oración.
Transcripción
Bienvenidos a 5 Minutos en la Historia de la Iglesia con Steve Nichols. En este episodio hablaremos de una madre. No se trata de una madre cualquiera, y su hijo no es un hijo cualquiera. El hijo es Agustín, y su madre se llama Mónica.
La historia de Agustín se conoce a través de su libro Confesiones, el cual, en cierto sentido, es su autobiografía. Nos cuenta la historia de Agustín y del «sabueso del cielo» (es decir, Dios) que persigue a Agustín hasta llevarlo a Él. Pero el libro contiene otros personajes, y uno de ellos es su madre, Mónica. Si Dios es el sabueso del cielo, quizá Mónica sea la contrapartida terrenal. Ella es el sabueso en la tierra que persigue a Agustín.


Ahora, en su libro Confesiones, Agustín va de un lugar a otro con mucha frecuencia. Creo que lo hace a propósito, porque en realidad, su vida se resume en lo mismo: un constante movimiento. Aunque también hay una implicación teológica en esto. Está ilustrando el deambular de todos nosotros. Se remonta al jardín del Edén donde fuimos expulsados de nuestro hogar para dirigirnos cada vez más hacia el este del Edén. Y así es también el deambular de Agustín. Pero su madre siempre se las arregla para localizarlo. De hecho, en un momento Agustín se va en medio de la noche sin dejar la dirección de su destino ni nada. Pero de alguna manera, Mónica logra encontrarlo.
Desde el punto de vista humano la misión de Mónica en la tierra era orar constantemente por Agustín, siendo el instrumento que Dios utilizaría para traer a Agustín hacia Él. De hecho, en un momento, en Confesiones, Mónica dice: «Solo había una razón, y solo una razón por la que deseaba permanecer un poco más en esta vida, y era para verte —le dice a su hijo Agustín— para verte convertido en cristiano». Y así fue, esta madre vivió para ver la respuesta a estas oraciones. Agustín se convirtió en cristiano allí en Milán. Y él y su madre decidieron que viajarían de regreso a su hogar en el norte de África.
Para ello tenían que ir a la ciudad de Ostia. Conocida hoy día como Ostia Antica, es una ciudad portuaria a unos 25 kilómetros de Roma; y debido a esa ubicación, era una ciudad muy concurrida y funcionaba como una especie de puerto importante para la región del mar Mediterráneo. Pues, desde Ostia Agustín y su madre abordarían un barco para emprender el camino de regreso al norte de África. Pero Mónica no iba a poder acompañarlo.
Hay una escena en Confesiones, y quiero leértela. Agustín está recordando una de las últimas conversaciones que tuvo con su madre allí en Ostia.
«Poco antes del día en que ella iba a dejar esta vida, Tú sabías cuál era ese día, Señor, aunque nosotros no. Mi madre y yo estábamos solos, asomados a una ventana que daba al jardín del patio de la casa donde nos alojábamos en Ostia. Esperábamos allí, después de nuestro largo y fatigoso viaje lejos de la multitud, para refrescarnos antes de nuestro viaje por mar. Creo que lo que voy a contar sucedió por la obra misteriosa de Tu providencia. Porque estábamos hablando a solas y nuestra conversación era dulce, serena y alegre. Habíamos olvidado lo que habíamos dejado atrás y estábamos concentrados en lo que teníamos por delante. Nos preguntábamos cómo sería la vida eterna de los santos, esa vida que ojo no vio, ni oído oyó, ni ha entrado al corazón del hombre. Pero suspiramos con la boca de nuestro corazón tras la corriente celestial que mana de Tu fuente. La fuente de toda vida que está en Ti. Para que, en la medida de nuestras posibilidades, pudiéramos ser rociados con sus aguas y, en cierto modo, llegar a comprender este gran misterio. Nuestra conversación nos llevó a la conclusión de que ningún placer corporal, por grande que sea, y cualquiera que sea la luz terrenal que lo ilumine, es digno de que lo comparemos, o siquiera mencionemos, junto a la felicidad de la vida de los santos».
No pasó mucho tiempo después de esta conversación que Mónica dejó esta vida y se unió al descanso eterno y a la felicidad de los santos.
Soy Steve Nichols. Gracias por acompañarnos en 5 Minutos en la Historia de la Iglesia.
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