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Mucha gente conoce las noventa y cinco tesis de Martín Lutero, pero ¿sabías que él escribió otras veintiocho tesis? En este episodio de 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, Stephen Nichols nos habla de este texto, conocido también como la Disputa de Heidelberg.
Transcripción
Bienvenidos a 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, un podcast de los Ministerios Ligonier con Steve Nichols.
En este episodio vamos a examinar Las veintiocho tesis de Martín Lutero. Quizás conoces sus noventa y cinco tesis publicadas a las puertas de Wittenberg dando inicio a la Reforma protestante el 31 de octubre de 1517. Pero aparte de las noventa y cinco tesis, Lutero también es autor de otras tesis que tuvieron un mayor interés teológico: Las veintiocho tesis contenidas en lo que se conoce como «Las Disputaciones de Heidelberg de 1518», un debate celebrado el 26 de abril de 1518 en la ciudad de Heidelberg.
Para dar un poco de contexto, Lutero era un monje agustino y sus noventa y cinco tesis de 1517 causaron tal revuelo que el papa León X pidió al jefe de la orden de los monjes agustinos de Alemania, Johannes Staupitz, que silenciera a Lutero y diera por terminada la controversia. Pero en su lugar, Staupitz, que respetaba mucho a Lutero, lo invitó a exponer sus ideas frente a los eruditos del área.
En Heidelberg, Lutero realmente escribió 40 tesis, pero las últimas doce tienen que ver con una crítica en contra de Aristóteles y más bien las primeras veintiocho son las tesis más relevantes teológicamente.
Al inicio de las veintiocho tesis, Lutero establece un contraste entre las obras de Dios y las obras del hombre. Lutero decía que dentro de la Iglesia medieval las obras del hombre eran la norma para buscar la aceptación de Dios. Ese es el propósito de las indulgencias, las penitencias y las buenas obras que procuran la aprobación de Dios; buscan la justificación por medio de las obras del hombre.
En la tesis número dieciséis de estas veintiocho, Lutero aborda directamente el tema de las obras del hombre, y desarma el enfoque de la Iglesia católica medieval. Lutero dice: «La persona que piensa que puede obtener gracia haciendo lo que está en ella [es decir, haciendo su propio esfuerzo], añade pecado sobre pecado, y se hace doblemente culpable». Las mejores obras del hombre no logran satisfacer la justicia perfecta que Dios demanda; necesitamos la obra de Dios.
Lutero también contrasta la teología de la gloria con la teología de la cruz en sus tesis diecinueve, veinte y veintiuno. Pero quiero dedicarle unos minutos a la tesis número veintiocho, donde Lutero establece un contraste entre el amor de Dios y el amor del hombre. Mi amigo e historiador de la iglesia, el doctor Carl Trueman, ha dicho que la mitad de la tesis veintiocho es la frase más hermosa que Lutero pudo haber escrito. Dice así: «El amor de Dios no sale a encontrar, sino que crea lo que es de su agrado».
Pienso que el doctor Trueman tiene razón. Creo que es probablemente la frase más hermosa que Lutero haya escrito. El amor de Dios no sale a encontrar lo que le es agradable, sino que Él mismo crea lo que es de su agrado. Lutero termina esa tesis con otro contraste: «El amor del hombre surge de lo que le agrada». En otras palabras, nosotros como personas, amamos aquellas cosas que nos son agradables. Pero ninguno de nosotros es agradable, somos viles pecadores a los ojos de Dios, merecedores de Su ira. No es que Dios está deambulando por el universo buscando algo agradable para amarlo sino que por el contrario, como dice Lutero, Dios «crea» lo agradable a partir de lo desagradable.
Al poner por escrito sus argumentos, Lutero explicó lo siguiente: «El amor de Dios ama a los pecadores, a los malos, a los tontos y a los débiles, para hacerlos justos, buenos, sabios y fuertes. En lugar de buscar su propio bien, el amor de Dios fluye y otorga el bien».
Nosotros somos los malvados, los necios, y los débiles. Y porque Dios nos ama, Él obra en nosotros una nueva creación haciéndonos objeto de Su amor al declararnos justos, buenos, sabios y fuertes, agradables a Dios en virtud de los méritos de Jesucristo. Así que, aunque apreciamos las noventa y cinco tesis de Lutero de 1517, debemos apreciar aún más sus veintiocho tesis de Heidelberg de 1518.
Soy Steve Nichols. Gracias por acompañarnos en 5 Minutos en la Historia de la Iglesia.