La soberanía de Dios
Segunda parte de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul "Escogidos por Dios".Si todavía no tienes la guía de estudio de Escogidos por Dios, por favor escribe tu correo electrónico en el siguiente formulario para recibirla.
Transcripción
En esta sesión de nuestro estudio de la predestinación, quisiera enfocar nuestra atención en la soberanía de Dios. Una de las razones por las que creo que es importante empezar con esto en nuestro estudio de esta doctrina es porque es un área en la que casi todos los cristianos están de acuerdo. Concordamos en que Dios es soberano.
La manera en que entendemos la soberanía de Dios puede diferir de un cristiano a otro, pero en sí, todos nos adherimos a la confesión de que Dios es soberano. El tercer capítulo de la Confesión de Westminster empieza con estas palabras, “Dios desde toda la eternidad, por el sapientísimo y santísimo consejo de su propia voluntad, ordenó libremente e inmutablemente” (es decir sin ninguna posibilidad de cambio) Dios “ordenó libremente y de forma inmutable todo lo que acontece;”
Hagamos un alto aquí en el punto y coma. Dios, desde la eternidad, según su propio y santo consejo ordenó de forma libre e inalterable, o predeterminó todo lo que iba a pasar. Hice un alto en esa parte en la clase del seminario y le dije a mis estudiantes, “¿Cuántos de ustedes creen en esta declaración?”
Ahora, ustedes tienen que saber que se trataba de un seminario presbiteriano, por lo que esos estudiantes estaban bien anclados en la tradición agustiniana, y por eso obtuve como el 70% de los votos, una gran mayoría lo creía.
Luego dije, “OK, ¿cuántos de ustedes no creen en esa declaración? Y más o menos 30 manos se levantaron, y les dije, “Está bien, ahora déjenme hacerles otra pregunta”. Sin temor a recriminaciones, nadie los va a señalar, solo quisiéramos saber, tengan la libertad de presentar su posición — ¿cuántos de ustedes se llamarían a sí mismos “ateos”?
Y nadie levantó su mano. Y empecé a hacer uso de mis dotes de Sherlock Holmes: “Solo hay una cosa que no entiendo”, les dije –Miré a esos 30 que habían levantado sus manos, y les dije, “¿Les molestaría si les hago una pregunta personal?”
Les dije, “No puedo entender por qué los que levantaron su mano diciendo que no creen en esta afirmación, no levantaron su mano cuando pregunté si eran ateos”. Y ellos me miraron con una mezcla de perplejidad y desconcierto—la misma clase de mirada que estoy viendo en sus ojos ahora—y les decía, “porque si ustedes no creen en esa declaración, está claro que, en esencia, al final, son ateos”.
Y es posible que fue la frase más desconcertante que ellos jamás oyeron en sus vidas.
Les dije, “Bueno, entendamos que esta declaración que acabo de leer, de que Dios ha pre-ordenado todo lo que pasará, no es una declaración que es única al calvinismo o al presbiterianismo.
No distingue a la tradición reformada de otras tradiciones; ni siquiera distingue a los cristianos de los judíos o de los musulmanes. Esta declaración distingue a los teístas de los ateístas. Ahora, ellos seguían desconcertados mientras continuaba con mi arenga, y les dije,
“¿No ven que si hubiera algo que pasa en este mundo fuera de la pre-determinación de Dios, que si no hay un sentido por el cual Dios está ordenando todo lo que va a pasar, entonces, en cualquier momento algo sucede fuera de la pre-determinación de Dios; y, por lo tanto, está pasando fuera de la soberanía de Dios?”
Porque entendemos que cuando hablamos acerca de Dios ordenando las cosas, hay diferentes maneras en las que Dios ordena que pasen; esto no necesariamente significa que Dios se lanza al planeta y hace que algo pase a través de un involucramiento directo e inmediato de su parte. Pero la clave, yo creo, en esta declaración, tiene que ver con la palabra “ordenar”. Todo lo que esta declaración expresa es que Dios es soberano sobre todo lo que pasa.
Todo lo que pasa en este mundo no puede suceder separado de la soberanía divina. Algunas veces distinguimos entre lo que se conoce como la voluntad eficaz de Dios y su voluntad permisiva. De seguro has oído esas distinciones.
Permítanme trabajarlas y definirlas en los términos más fáciles. Si algo pasa en este mundo, por el poder de los humanos, por el poder de la naturaleza, por el poder de las máquinas, Dios siempre tendrá el poder y la autoridad para evitar que al menos suceda, ¿no es cierto?
Y si Él no evita que eso pase, entonces significa al menos lo siguiente: que Él ha escogido que eso suceda. Eso no significa que lo aplauda; no significa que esté a favor, como si Él le diera su consentimiento divino, pero lo permite, no en el sentido, una vez más, de aprobarlo todo el tiempo, sino que Él permite que suceda, y al permitirlo, Él está tomando una decisión, y la está tomando de forma soberana.
Y Él conoce por adelantado lo que va a pasar, y si Él decreta que esto llegue a pasar, Él está reteniendo su soberanía sobre eso. Ahora, si las cosas pasan en este mundo fuera de la soberanía de Dios, entonces eso simplemente significa que Dios no es soberano.
Y la razón por la que hice la pregunta del ateísmo es, por supuesto, que si Dios no es soberano, entonces Dios no es, ¿qué? Dios. Así de simple. Si Dios no es soberano, Dios no es Dios, y si el dios en el que tú crees no es un dios soberano, entonces no crees realmente en Dios. Puedes tener una teoría de Dios, puedes tener un teísmo teórico, pero al final, para todo propósito práctico, no es diferente del ateísmo porque estás creyendo en un dios que no es soberano.
Ahora, ¿Cuáles son las consecuencias prácticas de un Dios que no es soberano? Piensa en esto desde la perspectiva de aquellos que se profesan cristianos. Me gusta explicarlo de esta manera: Si hay una molécula en el universo corriendo, fuera del control de la soberanía y el control de la soberanía de Dios, a lo que llamo, “una molécula suelta”, entonces, lo que esto implica en forma práctica para nosotros como cristianos es que no tenemos ninguna garantía de que alguna promesa futura que Dios ha hecho a su pueblo se llegue a cumplir.
Hay una vieja rima infantil estadounidense que dice: ‘a falta de un clavo, el zapato se perdió; a falta de un zapato, el caballo se perdió; a falta de un caballo el jinete se perdió, a falta de un jinete la batalla se perdió, ¿se perdió la guerra?’ Una bacteria pulmonar se llevó a Simón Bolívar a los 47 años, y la historia de Sudamérica ya no fue la misma. Algo minúsculo como eso puede cambiar el curso de la historia.
Una bala en la cabeza de John Kennedy cambió el curso de la historia de Estados Unidos. Ahora, si tenemos una molécula suelta andando por allí, no tendremos la más mínima seguridad de que esa sola molécula no se convertiría en el grano de arena que dañe la maquinaria del plan eterno de Dios.
Podría ser que lo que está desbocado haga que, finalmente, sea imposible el retorno de Cristo a este planeta. Podría ser lo que destruye cualquier esperanza para la consumación del reino de Dios, y deja todas las promesas de Dios sin cumplirse.
¡No existen moléculas sueltas en un universo donde Dios es soberano! Ahora necesito continuar con lo que dice la Confesión de Fe de Westminster.
¿Recuerdan que paramos en un punto y coma? Después de ese punto y coma, la Confesión rápidamente añade, “que aunque Dios ordena todo lo que va a pasar, sin embargo, lo hace de tal manera que, “Él no es el autor del pecado, ni violenta la voluntad de las criaturas, ni quita la libertad o contingencia de causas secundarias, sino que, más bien, las establece”.
Entonces no estamos hablando de un determinismo rígido que elimina criaturas libres. Sino que estamos afirmando a un Dios soberano que es soberano aun sobre criaturas libres. Ese es el punto que hace la confesión. Ahora, esto nos lleva al espinoso problema que surgió, al menos brevemente, en uno de nuestros momentos de discusión.
“Si Dios es totalmente soberano y si la gente está caída y algunos perecen, ¿cómo puede Dios, que es soberano, permitir el mal en el mundo? ¿cómo puede Dios permitir que la gente perezca?
Si Dios sabe de antemano, por ejemplo, que tal persona va a nacer y va a vivir su vida y que perecerá eternamente en el infierno, ¿cómo puede un Dios bueno permitir que eso suceda?”
Para presentarles el problema de una forma más gráfica, consideremos por un momento la relación de un Dios soberano con un mundo que está caído, porque hay dos cosas con que todo cristiano concuerda: 1) que Dios es soberano y 2) que el mundo está caído.
¿No coincidimos todos en eso? De hecho, no hay discusión en ese punto entre Calvinistas y Arminianos o Agustinianos y Semi-Pelagianos.Todos afirmamos que Dios es soberano y todos afirmamos que el hombre está caído.
Es el tema de la relación entre el Dios soberano y un mundo caído el que ahora capta nuestra preocupación y nuestra atención. En esencia hay cuatro maneras en las que Dios puede relacionarse, como Dios soberano, con un mundo caído. Número 1, Dios pudiera decidir no darle a ningún caído la oportunidad de salvación.
Su amor es un amor justo y santo y un Dios justo y santo no- ‘tie-ne’ que amar a una creación rebelde al punto de extenderle misericordia. Él podría amar al hombre caído y castigar al hombre caído, a quien Él ama, como una expresión de su justicia. (Veremos eso después).
Enfoquémonos por ahora en las cuatro cosas que Dios puede hacer. Él puede decidir eso, “No daré oportunidad a persona alguna para que sea salva.” Ahora, antes de seguir, déjenme preguntar lo siguiente: Si Dios decidiera no salvar a nadie, ¿habría algo de malo con eso?
Si Dios decidiera castigar a la raza humana entera debido al rechazo a Dios y la rebelión a Dios por parte de la raza humana, la única objeción que pudiéramos señalar es que Dios es justo.
¡Y eso no llega a ser una objeción!
Es decir, pueden imaginarse a un abogado levantándose en una sala de juzgado y diciendo: “Objeción su Señoría. No estoy de acuerdo con esa decisión porque es justa”.
¿Qué tan lejos podría llegar eso? Es decir, Dios estaría perfectamente justificado para ejercer justicia contra una creación injusta.
Pero saben qué, acechando detrás de esto, está de alguna manera, la suposición de que Dios, si en efecto va a ser un Dios bueno, tiene que ser misericordioso.
Y como siempre he dicho a mis estudiantes, ese es uno de los grandes peligros del pensamiento cristiano. Tan pronto tu mente te dice que Dios tiene que ser misericordioso o que Dios tiene que ser amable, tan pronto pienses por un segundo que Dios está obligado a ser misericordioso, una alarma debería sonar en tu cabeza y alertarte de que ya no estás pensando más en misericordia.
Porque, por definición, la gran diferencia entre misericordia y justicia es que la misericordia nunca, nunca, nunca es obligatoria. La misericordia, por definición, es algo que Dios no tiene que hacer. Es algo que Dios hace de forma voluntaria, libre.
Pero tan pronto como pienses que Él nos debe misericordia, tú ya dejas de pensar en misericordia. La justicia se puede deber, pero la misericordia nunca es obligatoria.
¿Entendemos eso? Tenemos que entender ese principio. Bueno, esa es una opción.
Dios podría haber dicho: nadie en este planeta, ya que todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios –y Él percibe desde la eternidad, Él nos ve, Él ve nuestra caída— Él dice que pudiera decidir no dar ninguna oportunidad para salvación. ¿Cierto? Lo Segundo es que Él podría brindar una oportunidad para que todos sean salvos. (En realidad, hay seis cosas que podríamos hacer aquí y estoy tratando de acortar por efectos del tiempo, y voy a poner entre paréntesis aquí –o Él podría crear una oportunidad para que algunas personas sean salvadas).
Pero, a fin de cuentas, Dios podría darle al mundo una oportunidad de salvación y establecerlo de tal manera que todos, o algunas personas, al menos tuvieran la oportunidad de ser salvos;
Pero no hay garantía de que alguien podría salvarse. ¿Estamos? A eso nos referimos con ‘oportunidad’. Dios es un redentor de igualdad de oportunidades en este esquema. La tercera opción es que Dios, haciendo ejercicio de su poder y soberanía, pudiera inmiscuirse en la situación humana, no solo brindando una oportunidad de salvación, sino obrando en los corazones de la gente caída, para asegurar la salvación de algunos.
O pongámoslo de esta manera: asegurar la salvación de todos. Es decir, Dios puede intervenir a favor de todos, asegurando su salvación. Es decir, en su soberanía, Él podría guiar los pasos de una persona y así influenciar internamente sus corazones para llevarlos en efecto a la fe.
Ahora, de nuevo, ¿Tiene Dios es poder de hacer eso? Sí. Ahora, Él podría hacer eso por algunos o podría hacer eso por todos. Estas son distintas opciones que Dios tenía o tiene.
A lo que queremos llegar en esta serie es: ¿Qué es lo que en realidad ha hecho? Ahora, ¿revela la Biblia que Dios no ha provisto oportunidad para que alguien sea salvo?
Como cristianos, esa la podemos eliminar de inmediato. No hay discusión allí. Todos concordamos que este no es un punto de vista bíblico, que Dios no haya hecho provisión alguna para la salvación.
Ahora, ¿qué hay de la idea de que Dios intervenga en la vida de todos y asegure la salvación de todos? ¿Cómo llamamos a este enfoque? Universalismo. Y hay cristianos que creen en el universalismo. Pero, históricamente, el debate entre el semipelagianismo y el agustinianismo no es un debate alrededor del universalismo.
En esos dos puntos de vista ambos concuerdan, ¿en qué? Que solo algunas personas, finalmente, son salvadas. Ellos son particularistas en lugar de universalistas.
Pareciera que la Biblia enseña, creo claramente, que hay quienes están perdidos, finalmente perdidos y que en el día del juicio final se perderán. Como nuestro Señor señala: algunos serán enviados a la oscuridad exterior para siempre, llorando y crujiendo los dientes.
Entonces, creemos que hay algunas personas que nunca serán redimidas. Entonces esto debe ser eliminado. Ahora lo que nos queda son estas alternativas: o Dios da la oportunidad a todos o solo a algunos; o Dios hace más que simplemente poner a disposición una oportunidad.
Él realmente interviene y se asegura de que algunas personas sean salvadas. Ahora, esto es lo que llamamos (eso debería ser algo en que Dios asegura que algunos sean salvos)
Ahora, esta es la posición del agustinianismo: que Dios garantiza la salvación de los elegidos o de aquellos que están predestinados a ser salvos. Las opiniones no-agustinianas caen bajo esta categoría, una u otra. Sea que Dios haga posible para todos o para algunos el ser salvos.
Todos tienen la oportunidad, o algunos tienen la oportunidad. Ahora, antes de debatir sobre cuál es realmente el caso, permítanme hacer esta pregunta: ¿Podría Dios garantizar la salvación de todos, si así Él lo decide? ¿Él tiene el poder soberano para hacerlo?
Ahora, ten presente que una de las objeciones más frecuentes a la postura agustiniana de la predestinación es que Dios interviene en la vida de ciertas personas y garantiza su salvación, pero no lo hace por todos. Y la objeción para la postura no agustiniana es: “¡Hey Dios! ¡Eso no es justo! Si lo vas a hacer por algunos, entonces tú lo tienes que hacer, ¿por quién? ¡Por todos!
Pero ¿te das cuenta que la persona tiene el mismo problema? Si esta persona cree que Dios tiene el poder de otorgar a todos la salvación, y no lo hace, realmente ese argumento se derrumba porque todo lo que Dios hace en ese caso es dar la oportunidad a humanos caídos para ser salvos.
En este caso, Dios hace más que dar la oportunidad; Él asegura que algunas personas serán salvadas. En este esquema, no hay seguridad de que alguien sea salvado.
De hecho, como creo que veremos luego, nos asegura que si tomamos en serio el punto de vista bíblico del ser humano caído, su actitud hacia Dios y la gracia de Dios, al menos garantizaría en mi mente que nadie sería salvo.
En otras palabras, a lo que me refiero es que una de las principales objeciones a la posición reformada o agustiniana es que no es lo suficientemente benévola, cuando de hecho, es más que benévola. Porque Dios no solo dice: “Está bien, aquí está la cruz. Elígela si quieres”, y deja a las personas a su decisión. Pero Dios aplica la obra de Cristo. El Espíritu Santo obra en personas que están muertas en delitos y pecado para llevarlos a la fe y para asegurar que la muerte de Cristo nunca sea en vano, que Cristo verá la angustia de su corazón y quedará satisfecho.
Las Escrituras hablan de Dios entregando personas, Dios el Padre entregando personas a Dios el Hijo. Entonces, lo que vemos aquí es que el único esquema, en el que al menos nos favorece, teóricamente, la oportunidad se da a todos. Cualquiera que crea en el Evangelio puede ser salvo. Sin embargo, hay millones, millones y millones de personas que nunca escuchan el Evangelio, que de hecho no tienen la oportunidad.
La única oportunidad real, de lo único que realmente podemos hablar aquí es que algunos tienen la oportunidad; algunos que no están predestinados tienen la oportunidad de ser salvos.
Es decir, este argumento sería que todos los que escuchan el Evangelio, al menos tienen la oportunidad de ser salvos. Pero Dios no ha garantizado que todos en el mundo escucharán el Evangelio.
¿Podría Dios asegurarse de que todos en el mundo escuchen el Evangelio? ¿Podría anunciarlo en las nubes si así lo quisiera? Sí, pero Él no lo hace. Y entonces nos quedamos con el problema de que Dios no hace todo lo que Dios, posiblemente, podría hacer.
Dentro de los límites de su propia rectitud, Él no hace todo lo posible para asegurar la salvación del mundo. Ahora, ¿por qué no? No lo sé. No tengo idea por qué no. Sé que él no lo hace. Eso sí está claro. Y sé que no hay sombra de variación alguna en Él.
Sé que Dios no tiene la menor obligación de salvar a nadie, y sé que Dios salva a algunos. Pero Dios es Dios, y Dios le recuerda a su pueblo un principio crucial de la soberanía divina.
Lo veremos de cerca más adelante en esta serie, donde Dios le recuerda a Moisés y luego a la iglesia a través de Pablo, de su prerrogativa divina. “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia.” Dios nunca debe misericordia.
Rápidamente, si Dios solo salva a algunas personas, tenemos que entender que hay dos grupos de personas en el mundo: los salvos y los no salvos. Pero todos son parte de un grupo de pecadores. Todos han caído; todos están en rebelión contra Dios. Lo que Dios hace, según la posición agustiniana, es que soberanamente elige, escoge y redime a algunos y al resto los pasa por alto.
Entonces, lo que tienes en este esquema es que de un grupo tiene misericordia. ¿Qué obtiene este grupo? Justicia. ¿Quién obtiene injusticia? Nadie obtiene injusticia.
Ahora, misericordia no es justicia. Misericordia es no-justicia e injusticia es no-justicia. Pero injusticia y misericordia no son lo mismo. Ambos están fuera de la categoría de justicia. Aquí está la justicia, y aquí tenemos la no-justicia y la no- justicia es de dos formas: misericordia e injusticia.
Una forma de no-justicia es la misericordia. ¿Hay algo pecaminoso o perverso en la misericordia? No, la misericordia es totalmente buena. ¿Hay algo pecaminoso o perverso en la injusticia? Sí, la injusticia es una violación de la justicia. La injusticia es pecado; la injusticia es malvada.
Ahora, si Dios le mostró Misericordia a este grupo, e injusticia a este grupo, entonces Dios vería comprometida su integridad. Pero Dios le da justicia a un grupo, misericordia a otro grupo. Nadie ha sido víctima de injusticia en manos de Dios.
Bueno, tengo que parar en este punto y decirles que en nuestra próxima sesión consideraremos dónde entra en juego el libre albedrío del ser humano en todo esto.