La muerte y el estado intermedio
19 marzo, 2022El reino de Dios
19 marzo, 2022La resurrección
Novena parte de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul «Fundamentos IV: La Iglesia, los sacramentos y el fin de los tiempos».
Para el cristiano, el alma vive en el cielo después de la muerte hasta que sea reunida con el cuerpo en la segunda venida de Cristo. En esta lección, el Dr. Sproul enseña acerca de la esperanza futura de la resurrección del cuerpo para el cristiano y la naturaleza de nuestros cuerpos resucitados glorificados.
Transcripción
Continuando ahora con nuestro estudio de las últimas cosas, o el estudio de la escatología, hoy vamos a ver el tema de la resurrección; y creo que es importante entender, al principio, el significado mismo de la palabra «resurrección». Una palabra que viene del griego y que significa literalmente «levantarse de nuevo». Ahora, ¿Por qué es importante eso? Bueno, es importante por esta razón: muy a menudo tendemos a pensar que nuestra expectativa futura, en términos de la resurrección, simplemente se refiere a la continuidad de nuestra existencia personal o solo a la vida después de la muerte, con lo cual afirmamos que el alma continúa en un estado consciente en presencia de Dios en el cielo mientras el cuerpo se desintegra en la tumba.
Pero cuando hablamos de la resurrección, o de levantarse de nuevo, estamos hablando de levantar de nuevo aquello que se ha puesto en la tumba, aquello que ha decaído y sufrido corrupción física, es decir, el cuerpo. Como mencioné en nuestra sesión anterior sobre el estado intermedio, la iglesia ha afirmado desde el siglo I, a través del Credo Apostólico, que entre otras cosas que afirmamos, creemos en la resurrección del cuerpo –’resurrectionis carnis’ es la frase en latín allí – y eso no es simplemente una afirmación de la resurrección física o corporal de Cristo, sino que es una afirmación de la resurrección corporal de su pueblo. Y, por supuesto, encontramos que esto es tratado con frecuencia y en muchos lugares de las Escrituras. En la carta de Pablo a los romanos, por ejemplo, en el capítulo 8 y el versículo 11 – bueno, permítanme volver al versículo 9 – «Sin embargo, ustedes no están en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en ustedes. Pero si alguien no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él. Y si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, sin embargo, el espíritu está vivo a causa de la justicia.
Pero si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de Su Espíritu que habita en ustedes.» Ahora hay un poco de ambigüedad aquí en este texto, y algunos han mirado este texto y dicen que todo lo que el Nuevo Testamento está enseñando con respecto a la resurrección es la renovación o regeneración de nuestro hombre interior, de nuestra transformación del reino de las tinieblas al reino de la luz, de ser resucitado de la muerte espiritual a la vida espiritual. Ahora, Pablo ciertamente está incluyendo un interés en esa vivificación, esa resurrección de la muerte espiritual aquí, pero continúa diciendo que el mismo Espíritu que levantó a Jesús de entre los muertos – su cuerpo mortal de entre los muertos – también levantará nuestros cuerpos mortales de entre los muertos.
Ahora, ese es el principio que el Apóstol enseña una y otra vez, en especial cuando hace una comparación y un contraste entre Adán y Cristo como el último Adán o el nuevo Adán. A medida que la muerte entró al mundo a través del primer Adán, entonces el triunfo sobre la muerte se produce como resultado del fruto del ministerio del segundo Adán y, de nuevo, Pablo ve esto como las consecuencias directas de la realidad de la propia resurrección de Cristo de entre los muertos – es decir, que la resurrección de Cristo de entre los muertos – Su resurrección física de entre los muertos – no es vista por el Nuevo Testamento como un acontecimiento aislado del Nuevo Testamento, sino como un acontecimiento que es el primero de muchos que han de venir. Cristo se convierte en las primicias de los que son resucitados de entre los muertos.
Ahora, de nuevo, debemos hacer una pausa por un segundo y considerar otra pregunta. Acabo de decir que Cristo fue la primera persona en ser resucitada. Ustedes dirán: “Bueno, espera un minuto, RC. Hay resurrecciones que se narran en el Antiguo Testamento y Jesús mismo resucitó al hijo de la viuda de Naín, Lázaro, de entre los muertos, a la hija de Jairo, y otros». Entonces, ¿por qué digo que Cristo es el primero en experimentar la resurrección cuando todos estos otros ejemplos que se exponen en la Escritura anteceden la resurrección del mismo Jesús? Bueno, por esta razón: a pesar de que estas otras personas fueron traídas de vuelta a la vida de entre los muertos, luego tuvieron que someterse a la muerte otra vez. La resurrección que Cristo experimentó en su propio cuerpo fue más que simplemente un regreso a la vida; estuvo involucrado en este proceso una transformación notable del cuerpo que fue colocado en la tumba.
Ahora, eso también causa una serie de controversias y especulaciones, pero las dos cosas que tenemos que recordar con respecto a la resurrección de Jesús es que: primero, hay continuidad entre el cuerpo que fue puesto a descansar en la tumba y el cuerpo que salió de la tumba, por lo que podemos decir que el mismo cuerpo que fue enterrado fue también levantado de entre los muertos. Ahora, ese también sería el caso del hijo de la viuda de Nain, la hija de Jairo, Lázaro y otros; que esas resurrecciones que leemos en la Escritura muestran una continuidad entre la persona que muere y el cuerpo que está muerto y el cuerpo que es restaurado a la vida.
Así que, el siguiente aspecto es al que tenemos que prestar atención si vamos a comprender la diferencia entre la resurrección de Cristo y esas otras (entre comillas) «resurrecciones», y ese es el elemento de la discontinuidad. A pesar de que es el mismo cuerpo – es decir, el cuerpo de Jesús – que sale de la tumba el día de la resurrección, ese cuerpo ha sufrido un cambio dramático. Es la misma persona, es el mismo cuerpo, pero el cuerpo ha sufrido cambios radicales; y a esos cambios nos referimos como los cambios que producen un cuerpo glorificado. Ahora, para profundizar más eso, veamos cómo Pablo trata esto en su análisis más extenso, así como el análisis más famoso de esto en 1 Corintios capítulo 15.
En primer lugar, en este capítulo importante de 1 Corintios 15, Pablo da su defensa más extensa de la resurrección de Cristo. Se dirige a aquellos que son escépticos en cuanto a la resurrección en general, quienes están diciendo que no hay resurrección de los muertos; y Pablo discute con ellos en un método clásico de argumentación que fue perfeccionado entre los filósofos griegos, el cual se llamó: la argumentación ‘ad hominem’, no el enfoque abusivo erróneo ad hominem donde atacas al oponente en vez de atacar el argumento del oponente, sino el método que popularizó Zeno en la antigüedad, conocido como el modo reductio ad absurdum, donde tomas la premisa de tu oponente y llevas esa premisa a su conclusión obvia por lógica y demuestras que si son consistentes con sus premisas, esa lógica demanda que ellos lleguen a una conclusión totalmente absurda. Ese es el principio, y eso es lo que Pablo está haciendo en 1 Corintios 15. Está tratando de razonar a partir de las implicaciones de la premisa de que no hay resurrección de los muertos.
Él dice: «Si no hay resurrección de los muertos, entonces Cristo no resucitó evidentemente” Si tienes un negativo universal, no puedes tener un afirmativo particular. Eso violaría las leyes de inferencia inmediata. Entonces, el apóstol está diciendo que si no hay resurrección, Cristo no fue resucitado. Bien, consideremos las implicaciones de eso. Si Cristo no resucitó, están aun en sus pecados. Ustedes son testigos falsos de Dios. Son testigos falsos de Jehová porque están yendo por ahí testificando que fue Dios, de hecho quien resucitó a Jesús de entre los muertos. Y luego continúa y explica todas las implicaciones de estas cosas y muestra que no puedes tener la fe cristiana sin resurrección. Está tratando de demostrar que el concepto de resurrección es absolutamente central y esencial para toda la fe apostólica, y digo eso por una razón, dicho sea de paso. Vivimos en una época donde una serie de teólogos han llegado a la conclusión de que podemos tener un cristianismo vibrante sin todo este aspecto sobrenatural que lo rodea, como la muerte y resurrección de Cristo y cosas así.
Rudolf Bultmann, por ejemplo, quien de manera notable da una de las exégesis más precisas y detalladas de 1 Corintios 15 que he visto – es decir, que es impecable en su manejo gramatical, y él expone claramente lo que dice el Apóstol; y luego, cuando termina su análisis, dice: «Esto es lo que Pablo enseña aquí, pero, por supuesto, Pablo está equivocado». Es decir que Bultmann no elude la conclusión de tantos en la iglesia contemporánea que dicen que el testimonio apostólico del significado central de la resurrección es falso. Ahora, solo puedo decir a eso, de paso, que las personas pueden tener una religión sin creer en la resurrección y pueden llamarla una religión cristiana, pero no tiene nada que ver con el mensaje bíblico de Cristo y la fe cristiana original y, a mi juicio, implica una afirmación deshonesta para llamarlo cristianismo si entendemos lo que Pablo está diciendo aquí: si no hay resurrección, no hay fe cristiana, y “somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima” porque hemos depositado nuestra confianza y nuestra esperanza en lo que simplemente no es cierto.
Ahora, también quiero decir, de paso, antes de continuar con esto, que el Apóstol – y tal como mencionamos cuando vimos la doctrina de la resurrección anteriormente – su argumento de la verdad de la resurrección de Cristo no descansa sobre la base de deducir cuáles serían las implicaciones negativas sin la resurrección. Es decir, piénsenlo. Si Pablo dice: «Si Cristo no ha resucitado, no tenemos ninguna razón para creer que alguien podrá ser resucitado, y cuando estés muerto, estás muerto. Y los que han muerto han perecido, y vivimos en un universo nihilista donde solo andas una vez y no hay un significado final para tu vida o para tu muerte. Realmente no importa.» Él no dice, ‘¡Ah! Y si esa es la conclusión, entonces la vida sería muy sombría si pensamos que la muerte es el fin último de todas las cosas, entonces por el bien de nuestra tranquilidad, debemos, por lo tanto, afirmar la vida después de la muerte’.
Pablo no argumenta así. Él no dice que debamos creer en la resurrección simplemente porque la opción a ella sea sombría. Él continúa diciendo que ahora Cristo es resucitado de entre los muertos, y luego apela a los múltiples testigos de eso en el mundo antiguo – al testimonio de los apóstoles, a las 500 personas que vieron a Cristo a la misma vez, y en el análisis final dice: ‘Les estoy diciendo que hay una resurrección porque lo vi con mis propios ojos, “como a uno nacido fuera de tiempo”.’ Pero de nuevo, nuestra preocupación principal hoy, no es tanto con la resurrección de Cristo, sino con las implicaciones de su resurrección en la nuestra, y Pablo dice, otra vez, que debido a que Cristo ha resucitado y se le ha dado un cuerpo glorificado, Él ha resucitado como el primogénito o las primicias – el primogénito de muchos hermanos – y lo que Dios ha hecho por Él, promete hacerlo por todos los que son de Cristo.
Y así, es en 1 Corintios 15 que Pablo, entonces, muestra su manejo más extenso de este concepto de nuestra resurrección. Él dice: «Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo en su venida; entonces vendrá el fin, cuando Él entregue el reino al Dios y Padre,… Pues Cristo debe reinar hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies”. Y luego continúa diciendo: «Pero alguno dirá» – versículo 35 – «¿Cómo resucitan los muertos? ¿Y con qué clase de cuerpo vienen?” En otras palabras, ¿cómo lucirá nuestro cuerpo resucitado? Estoy seguro de que han pensado en eso. En la resurrección final, ¿cómo lucirán realmente los santos en el cielo? ¿Tendré sobrepeso? ¿Seré viejo? ¿Seré calvo? ¿Mi apariencia será la misma al morir? ¿Qué pasa con los bebés que mueren en la infancia y van al cielo? ¿Se verán como bebés para siempre? ¿Cómo van a lucir? ¿Qué clase de cuerpos tendrán?
Bueno, escucha cómo Pablo responde a esa pregunta. «¡Necio!” – [eso es lo que dice este versículo] “¡Necio! Lo que tú siembras no llega a tener vida si antes no muere; y lo que siembras, no siembras el cuerpo que nacerá, sino el grano desnudo, quizás de trigo o de alguna otra especie. Pero Dios le da un cuerpo como Él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo”. Ahora, Pablo hace algo que me parece fascinante. El busca en la naturaleza una analogía, y esto es interesante porque es el mismo argumento que Platón hace en su diálogo, poniéndolo en los labios y boca de Sócrates para siempre después de la muerte, donde Platón argumentó la analogía de la semilla – que al igual que en el mundo natural, que si quieres cultivar flores o verduras tienes que plantar la semilla. Y antes de que la semilla pueda producir vida, tiene que sufrir una cierta decadencia y corrupción. Tiene que pudrirse, y por así decirlo, morir antes de que pueda producir el fruto vivo.
Pero el producto final que recibes, como resultado de plantar la semilla que muere, no se parece a la semilla. Plantas una semilla para un árbol de magnolia o algo así. Lo que obtienes se ve radicalmente diferente de la semilla que pones en el suelo, y así es como Pablo está diciendo cómo es con nosotros y con nuestra resurrección. Este cuerpo que va a la tumba es como la semilla. Tenemos que morir, pero cuando este cuerpo muera y cambie y se transforme, habrá continuidad, así como hay continuidad entre la semilla y la flor, pero también habrá una discontinuidad significativa entre la semilla de nuestro cuerpo y el cuerpo final que tendremos en el cielo. Ahora, todo lo que puedo decirles sobre ese cuerpo final en el cielo es que será humano. Tendrá algún tipo de forma humana. Será reconocible.
Hay todo tipo de cosas misteriosas que sucedieron con las apariencias de Jesús, en su cuerpo resucitado. La gente no siempre lo reconocía de inmediato. Pensamos en los hombres que caminaban hacia Emaús, y no sabemos si fue porque simplemente había una dificultad inherente de reconocer a Jesús o si, por razones propias, Dios impidió que lo reconocieran con sus ojos. Sabemos el problema que María Magdalena tuvo inicialmente en el jardín antes de escuchar la voz de Jesús, y Él se dirigió a ella. Sin embargo, al mismo tiempo, cuando se apareció a los discípulos en el aposento alto, inmediatamente lo reconocieron. Las heridas eran evidentes y así por el estilo.
Así que hay cambios, pero el grado de esos cambios no lo sabemos. De hecho, ni siquiera sabemos si el cuerpo en el que Jesús apareció en el aposento alto estaba en su estado final de glorificación o si aun había cambios que estaban sucediendo. Recuerdan su comentario enigmático a María: «Suéltame porque todavía no he subido al Padre», lo cual algunos han sugerido que indica una indirecta misteriosa de que Jesús estaba en eso: «Todavía estoy en proceso aquí de ser reconstituido en mi cuerpo glorificado». Pero eso, de nuevo, es especulación. Podemos asumir que todas nuestras facultades humanas básicas estarán con nuestros nuevos cuerpos, es decir, seguiremos teniendo mentes. Tendremos facultades volitivas, la voluntad y afectos y otros. Pero la diferencia básica es que el cuerpo nuevo no será capaz de corrupción o de morir.
Ahora, aquí tenemos que tener cuidado porque Pablo va a decir, en un minuto, que se siembra con cuerpos mortales y somos resucitados inmortales. Cuidado– el que seamos inmortales en el cielo no es porque seremos inherente o intrínsecamente inmortales. Ese es un concepto griego que se aplica al alma: que las almas son eternas. Son incapaces de destruirse. Nada puede hacer que se desmoronen. Mientras que nosotros creemos que el alma es creada. No es eterna, y creemos que viviremos para siempre. Y viviremos para siempre en el cielo, pero no porque tengamos una existencia creada inherentemente indestructible. Seremos inmortales por decreto de Dios. Dios no nos permitirá perecer. Ahora, eso puede parecer una distinción sin diferencia, pero es importante. Lo que garantiza nuestra inmortalidad es la gracia preservadora y el amor de Dios por su pueblo en el cielo. De esto se trata la redención. No es que si quisiéramos podríamos volver a rebelarnos contra Dios y decir: «Ja, ja. No puedes lastimarme ahora». No, la razón por la que no podemos morir es porque Él no permitirá que eso suceda.
Bien, sigamos – él dice, «Toda carne no es la misma carne. Hay un tipo de carne de hombre, otro tipo de carne de animales, otro de peces y otro de aves». Y todos somos conscientes de eso. Esto es parte de nuestra experiencia cotidiana, y de nuevo, Pablo nos está dando analogías extraídas de la naturaleza. “Hay, asimismo, cuerpos celestiales y cuerpos terrestres, pero la gloria del celestial es una, y la del terrestre es otra. Hay una gloria del sol, y otra gloria de la luna, y otra gloria de las estrellas; pues una estrella es distinta de otra estrella en gloria”. Una de las cosas que él está señalando aquí es: «¡Mira a tu alrededor! Ves la vida en millones de formas distintas. Ves cuerpos en millones y billones de tipos distintos de manifestaciones. ¿Por qué pensarías que la forma más elevada de vida que habrá en este universo es la vida en la que participas durante tus 70 u 80 años en este planeta?» ¿Por qué pensaríamos que el punto culminante y el pináculo de la vida misma es lo que hemos experimentado hasta este punto?
Cuando vemos a nuestro alrededor, formas de vida inferiores, diferentes tipos de vida, y Pablo dice que todavía hay otro tipo de vida, una vida que trasciende la vida que estamos disfrutando en este mundo ahora. “Así es también la resurrección de los muertos. Se siembra un cuerpo corruptible, se resucita un cuerpo incorruptible; se siembra en deshonra, se resucita en gloria; se siembra en debilidad se resucita en poder; se siembra un cuerpo natural, se resucita un cuerpo espiritual. Si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual. Así también está escrito: El primer Hombre, Adán, fue hecho alma viviente. El último Adán, espíritu que da vida. Sin embargo, el espiritual no es primero, sino el natural, luego el espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es del cielo. Como es el terrenal, así son también los que son terrenales; y como es el celestial, así son también los que son celestiales”. Y aquí está el punto clave. «Y tal como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial».
Esa es la esperanza del cristiano con la resurrección final – que seamos como Él, porque Él nos concederá la misma gloria de resurrección que Él recibió en su propio cuerpo.