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Cuando vimos anteriormente la doctrina de la Trinidad, mencioné cómo la mayor preocupación para la iglesia primitiva, teológicamente, era establecer una comprensión clara del retrato bíblico de Jesús, donde por un lado la deidad y la humanidad de Cristo fueron declaradas y la unidad de Dios fue preservada. Y vimos cómo funcionó eso, por ejemplo, en los acontecimientos que condujeron al Concilio de Nicea y la formulación del Credo de Nicea, que tuvo lugar en el siglo IV.
Además, algunos de ustedes recordarán que en ese momento mencioné que la iglesia se ha enfrentado a una gran crisis con respecto a su comprensión de Jesús en cuatro siglos durante la historia de la iglesia, el siglo IV, el siglo V, el siglo XIX, con el advenimiento del liberalismo del siglo XIX, que realizó un intenso ataque a la deidad de Cristo, y el siglo XX. Es importante que entendamos eso, porque vivimos en una época en que la persona de Cristo es un tema de gran controversia entre los teólogos.
Hemos visto las enseñanzas radicales del llamado Seminario de Jesús que han dado tijeretazos y cortes a la Biblia y la han trozado hasta tal grado que han hecho carne picada de ella y nos dan muy poco en lo cual confiar de los documentos bíblicos, incluso cuestionando cosas como el haber nacido en Belén. Pero, en cualquier caso, a lo largo de la historia de la iglesia la iglesia siempre ha tenido que definir su comprensión de la persona de Cristo. Y en el siglo V, la iglesia se enfrentó a una crisis que era diferente a la que provocó la controversia arriana la cual dio a lugar al Concilio de Nicea en el siglo IV, y esta crisis originó el Concilio – el Concilio Ecuménico – de Calcedonia en el año 451.
Recuerdo, de nuevo, como estudiante de posgrado, bajo el profesor Berkouwer en Holanda, estudiando a la persona de Cristo, y en sus escritos Berkouwer tenía todo un capítulo dedicado al Concilio de Calcedonia, y el título del capítulo en su libro era el siguiente: «Calcedonia – (abre pregunta) ¿Un concilio final?» (cierra pregunta). Era un título fascinante para un capítulo sobre cristología.
Y la pregunta que Berkouwer estaba planteando allí era, «¿Fue Calcedonia el último gran concilio cristológico? (había otros temas a los que se enfrentaron más tarde en algunos otros concilios menores) pero fue el último concilio final de la historia de la iglesia en definir a la persona de Cristo», y su respuesta fue básicamente, ‘sí’ por la sencilla razón de que era inimaginable que la iglesia pudiera ir más allá de donde Calcedonia llegó en su formulación de la persona de Cristo.
Ahora, lo que provocó el Concilio de Calcedonia en el siglo V fue el ataque a la ortodoxia cristiana que llegó por dos frentes. La iglesia estaba luchando en una guerra por dos frentes en ese momento. Por un lado, estaba la herejía de un hombre llamado Eutiques, la cual se llamaba la herejía monofisita. Y, por otro lado, estaba la herejía que surgió bajo el liderazgo de un hombre llamado Nestorio, que en consecuencia se llamaba la herejía nestoriana.
Entonces, lo que estaba involucrado en estos puntos de vista heréticos era simplemente esto – en primer lugar, Eutiques negó que Cristo tuviera dos naturalezas, una humana y una divina, y por lo tanto su posición se llamaba monofisismo, de la palabra con el prefijo mono, que significa uno o solo, y de la palabra phusis, de la cual obtenemos la palabra física, que es el estudio de la naturaleza de las cosas, y por lo tanto la herejía monofisita era de la opinión de que Cristo sólo tenía una naturaleza.
Ahora recuerden que, en nuestra doctrina de la Trinidad, la iglesia fue muy clara en afirmar que Dios tiene una sola naturaleza, y allí la dificultad era tener una naturaleza o un ser con tres personas. Y justo el problema opuesto surge con respecto a la persona de Cristo, porque aquí tienes una persona con dos naturalezas. Bueno, eso fue a lo que Eutiques se opuso y dijo que Cristo sólo tenía una naturaleza. Bueno, entonces harías la pregunta ¿cómo percibió él esa naturaleza? ¿Fue sólo una naturaleza humana o sólo una divina? Porque había habido, anteriores a Eutiques, quienes habían argumentado que Cristo tenía una sola naturaleza, aquellos que decían que Él era simplemente humano sin deidad, y otros que argumentaban que era completamente divino, como los Docetistas quienes negaban su verdadera humanidad.
Bueno, podrías pensar que Eutiques estaría en uno de esos dos campos, pero por desgracia, ese no es el caso. Lo que Eutiques formuló fue la idea de que Cristo tenía una sola naturaleza teantrópica. Tomemos unos minutos para definir esta palabra compleja ‘teantrópica’, porque no es una palabra que se escucha todos los días. Es posible que oigas la palabra filantrópico, pero no sueles oír la palabra teantrópico. Filantrópico es alguien que está comprometido en la filantropía o que está filantrópicamente inclinado, es alguien que manifiesta un amor por la humanidad.
Recuerda la palabra Filadelfia, la ciudad del amor fraternal. Phileo es amor, adelphos es hermano. Bueno, en griego la palabra para hombre es la palabra anthropos, y la palabra para Dios es la palabra Theos. Y lo que está sucediendo aquí es que la palabra griega para Dios está ligada junto con la palabra griega para hombre, tomando la palabra Theos y anthropos, colocándolas juntas. Y lo que se ve aquí es esto: que lo que Eutiques estaba diciendo era que la naturaleza de Cristo no era humana ni divina, sino una especie de forma híbrida, una mezcla que es en parte divina y en parte humana, pero no verdaderamente divina ni verdaderamente humana, sino más bien una mezcla, mezcla o confusión de la deidad y la humanidad.
Por otro lado, estaba la herejía nestoriana, y Nestorio argumentó que, si Cristo tiene dos naturalezas distintas, una naturaleza divina y una humana, entonces debe tener dos personalidades distintas. Dos naturalezas implicarían dos personas. Si tienes dos personas, tienes dos naturalezas; si tienes dos naturalezas, tienes dos personas. Entonces, la doctrina de Cristo estaba siendo atacada desde ambos lados, en uno, negando la naturaleza dual de Cristo, reduciéndola a una sola mezcla confusa entre lo divino y el humano, y en el otro, aunque afirmando dos naturalezas, negaba la unidad de esas dos naturalezas al separar las naturalezas o dividir las naturalezas de las personas.
Así que ese es el punto que provocó el Concilio de Calcedonia en 451, y en ese Concilio obtenemos la formulación clásica para lo que llamamos la naturaleza dual, du-al, de Cristo, es decir, que Cristo es una persona con dos naturalezas. Y la fórmula que encontramos en Calcedonia se encuentra en las palabras vera homo, vera deus. Ahora, la palabra vera aquí, por supuesto, es la palabra de la que obtenemos veritas o de verdad, veracidad, voraz, y otras; es la palabra basada en la palabra latina para la verdad. Así que, la idea aquí es que Cristo es declarado ser verdaderamente hombre y verdaderamente Dios.
Entonces, si la iglesia ha de ser coherente con las Escrituras, tenemos que confesar que en Cristo nos encontramos con Aquel que tiene una verdadera naturaleza humana y al mismo tiempo aquel que también tiene una verdadera naturaleza divina. Entonces más allá de esta simple afirmación, que Cristo es verdaderamente hombre y verdaderamente Dios, dice que las dos naturalezas están perfectamente unidas y luego lo que se adhiere a la confesión en Calcedonia, al credo, es una lista de lo que se llama los famosos cuatro negativos históricos.
Algunos de ustedes recordarán que, al principio de nuestro estudio, cuando nos vimos frente a la dificultad de usar términos descriptivos o hablar en lenguaje descriptivo acerca de la naturaleza de Dios, dije que la iglesia había hecho uso de diferentes maneras de describir las cosas, incluyendo lo que mencioné en ese momento que era el camino de la negación por el cual definimos lo que Dios es, diciendo lo que Él no es. Es infinito, lo que significa que no es finito. Es inmutable, lo que significa que no es mutable. Tomamos un concepto que entendemos como mutabilidad o finitud y luego adherimos la forma negativa a eso y eso es lo que se llama el camino de la negación.
Bueno, tenemos estos cuatro negativos famosos en el Concilio de Calcedonia que son muy importantes para la comprensión histórica de Cristo, la iglesia confesó que Cristo era verdaderamente humano, verdaderamente Dios, las dos naturalezas perfectamente unidas sin mezcla, confusión, separación o división. Estos son los cuatro negativos, sin mezcla, confusión, separación o división. En la primera parte de la fórmula, obviamente, lo que está a la vista es la enseñanza herética de Eutiques en su herejía monofisita, diciendo que las dos naturalezas, la divina y la humana no se mezclan, ni se confunden ni se fusionan de tal manera que se tiene una naturaleza humana deificada o una naturaleza divina humanizada.
La naturaleza humana es siempre humana, sometida a las limitaciones normales de la humanidad. La naturaleza divina es siempre divina. No se mezcla con un kilo de carne o un kilo de humanidad. No es que de repente la mente divina pierde su omnisciencia en la encarnación. La mente divina lo sabe todo, pero la mente humana no. Por ejemplo, la iglesia ha tratado de hacer frente a las preguntas que surgen en el Nuevo Testamento, por ejemplo, cuando los discípulos hicieron preguntas a Jesús con respecto a su regreso, y Jesús dice que del día y la hora que nadie sabe, ni siquiera el Hijo, sino sólo el Padre sabe. Y entonces en ese momento Jesús dice a sus discípulos: «Aquí hay algo que no sé.»
Bueno, ¿sería eso una indicación de la naturaleza humana o de la naturaleza divina? La gente lucha con esto. Por un lado, cuando miramos la vida de Jesús tal como se muestra para nosotros en las páginas de las Escrituras ciertas cosas son fáciles. Cuando vemos que Jesús está sudando, está sudando en el jardín de Getsemaní, ¿esa es una manifestación humana? Es decir, ¿el sudor es algo que esperas de Dios? Dios no suda, Dios no tiene hambre, Dios no sangra, Dios no llora, Dios no muere. La naturaleza divina no muere en la cruz. Si la naturaleza divina muriera en la cruz, el universo dejaría de existir. Así que, vemos muchas cosas en la vida de Jesús que muestran o evidencian su humanidad.
Ahora, cuando Jesús dice que hay algo que no sabe, ¿mostraría eso algo de su humanidad o de su deidad? Bueno, obviamente, sería una declaración con respecto a su humanidad. Pero algunas personas dicen, «Espera un minuto. Si eso es Dios encarnado, y Dios lo sabe todo, y hay una unión perfecta entre la naturaleza divina y la naturaleza humana, ¿cómo podría ser que hay algo que Jesús no sabe?» Bueno, eso es como decir: si hay una unidad perfecta entre la naturaleza divina y la naturaleza humana, ¿cómo podría la naturaleza humana tener hambre, porque Dios nunca tiene hambre?
De nuevo, a lo que tenemos que llegar aquí es que la iglesia dice que es absolutamente importante distinguir entre la naturaleza divina y la naturaleza humana, a fin de que no las confundamos y las mezclemos de tal manera que oscurezca la realidad, ya sea de la naturaleza divina o de la naturaleza humana. Y de la misma manera, tan pronto como empiezo a hablar de distinguir las dos naturalezas, tengo algunos amigos que se me acercan y me dicen: «Ha, eres un Nestoriano, porque estás dividiendo o separando las dos naturalezas. Cuando tú dices, R.C., que en su naturaleza humana Jesús no sabía el día y la hora, ¿no estás separando su naturaleza humana de su naturaleza divina?» Digo, «No, los estoy distinguiendo».
Esa mente humana siempre estuvo en unidad con la mente divina, y vemos a Jesús mostrando conocimiento sobrenatural todo el tiempo en el Nuevo Testamento, donde Él revela cosas que sabe y que ningún ser humano podía saber por sí mismo. ¿De dónde saca esa información? Bueno, la obtiene de Aquel que es omnisciente. Pero una cosa es que la naturaleza divina comunique el conocimiento a la naturaleza humana; y otra cosa es que la naturaleza divina consume a la naturaleza humana y deifique la mente humana de Cristo. ¿Ves la diferencia? La mente humana tenía acceso a la mente divina, por así decirlo, pero no eran las mismas.
Así que, había ciertas cosas que Jesús no sabía, por su propio testimonio. Eso realmente desconcertó a alguien tan grande como Tomás de Aquino, quien formuló lo que él llamó la ‘teoría de la acomodación’, donde dijo que Jesús tenía que saber el día y la hora; es Dios encarnado, y allí hay una unión perfecta. ¿Cómo podía haber algo que la mente divina sepa que la mente humana no sabe? Eso no puede ser, dijo, así que Jesús debió haberlo sabido. Y esta teoría de acomodación era… él dijo, pero el conocimiento era demasiado misterioso, era demasiado profundo, era demasiado santo, y esto cortó el nudo gordiano para ahorrar toda la explicación, la dificultad teológica que no entenderían de todos modos, sólo para hacerlo simple, Él les dijo que no lo sabía.
Bueno, Tomás, eso es útil en un momento, pero por otro lado si Jesús está diciendo a sus discípulos que no sabe algo que realmente sabe, Él está mintiendo; los está engañando.
Y si lo hizo, aun puede ser una pequeña mentira piadosa, pero eso es suficiente para descalificarlo como nuestro Salvador. Porque no puede tener ningún pecado, y por eso tenemos que tomar en serio lo que Jesús dice acerca de los límites, humanamente hablando, de su propio conocimiento. Así como su cuerpo estaba limitado físicamente, y su apetito sufrió transiciones y cambios al igual que los nuestros las experimentan.
Así que, en todo caso, los cuatro negativos aquí son sin mezcla y confusión (que están diseñadas para eliminar la herejía monofisita), sin separación o división (esas dos palabras están diseñadas para eliminar la herejía nestoriana). Y los cuatro negativos nos están fijando los límites en los que buscamos entender el misterio de la encarnación.
Ahora, enfatizo la palabra misterio. Porque incluso con estas fórmulas que la iglesia da, no nos engañemos; nadie en este mundo ha penetrado nunca en las profundidades del misterio de cómo Cristo puede ser verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. No tenemos ninguna referencia para eso en toda la historia. Aquí tenemos a uno que es sui generis. Está en una clase por sí mismo. Sólo ha habido en toda la historia humana una persona que aparece en la esfera de esta tierra quien era Dios encarnado. Y cómo funciona el misterio de la encarnación está más allá de nuestro pleno entendimiento. Esto nos lleva de vuelta a la primera charla sobre la «Incomprensibilidad de Dios».
Y entonces, bueno, si todo lo que tenemos son términos negativos, ¿eso no nos dice que realmente no sabemos nada al respecto? No, el valor de Calcedonia es doble. Por un lado, está la afirmación, la afirmación muy importante que todo cristiano tiene que hacer, que Cristo es verdaderamente humano y verdaderamente divino. Y luego, cada vez que la iglesia trata de explicar la naturaleza de esa unidad, entonces recurre a los negativos. Y casi todo lo que logra, y realmente ni siquiera debería decirlo de esa manera, que casi todo lo que logra, porque logra algo extremadamente importante, es que establece los límites. Establece las fronteras sobre las que no te atreves a cruzar. No te atreves a cruzar esas líneas porque lo único al otro lado de esas fronteras será una especie de herejía.
Recuerdo de nuevo cuando era estudiante en el seminario, nuestro profesor de sistemática más tarde pasó a ser el decano de la escuela de divinidades de Yale, y estábamos tratando con este tema de Calcedonia en una clase un día, y él dijo: «Si tratan de pensar concretamente en la naturaleza de la unión de la naturaleza humana y con la naturaleza divina», él dijo, «si vas muy lejos, vas a meterte en un profundo problema». Él dijo: «Porque si quieren ir más allá de estas categorías negativas, establecidas por Calcedonia», é dijo esto, nunca lo olvidaré, dijo, «señores, elijan su herejía», porque lo único al otro lado de esos límites será algún tipo de distorsión herética de nuestra comprensión de Cristo.
Y ese es el gran servicio que este credo nos ha dado para restringirnos a decir que no importa cómo concibas las dos naturalezas, no pienses en ellas como una amalgamación, confusión o mezcla de dos, y no pienses en ellos como separados o divorciado uno del otro. Están unidos, pero son distintos. Y luego adherido a eso está una línea muy importante de Calcedonia que ha sido lamentablemente descuidada históricamente, «cada naturaleza conservando sus propios atributos». Crucial, que en Cristo la naturaleza divina no deja a un lado ninguno de sus atributos divinos. La naturaleza divina en Cristo es eterna, infinita, inmutable, omnisciente, omnipotente y todo lo demás. Y la naturaleza humana también conserva los atributos de la humanidad; es limitada; es finita; está restringida por el espacio y el tiempo, y así por el estilo.
Así que, con esa fórmula, obtenemos alguna dirección que espero que nos guíe a medida que continuemos nuestro estudio de la persona de Cristo.