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Transcripción
En esta sesión, llegamos a la última de las parábolas que analizaremos en esta serie y también es la parábola más larga que se encuentra en el Evangelio según Mateo. Es una de las tres que Jesús dio para advertir a la gente de lo inesperado de Su venida. Como mencioné en la parábola de las diez vírgenes, Su venida puede ser vista como escatológica al final de los tiempos o en nuestra escatología personal, donde podríamos encontrarnos con Él en la próxima hora. No sabemos el día o la hora de nuestra propia muerte, pero debemos estar preparados, como pueblo cristiano, para Su venida, ya sea al final de nuestras vidas o a Su regreso, al final de los tiempos.
Veamos ahora la parábola de los talentos. De nuevo, en el capítulo 25 de Mateo, empezando en el versículo 14. «Porque el reino de los cielos es como un hombre que al emprender un viaje, llamó a sus siervos y les encomendó sus bienes. Y a uno le dio cinco talentos […], a otro dos y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y se fue de viaje. El que había recibido los cinco talentos, enseguida fue y negoció con ellos y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido los dos talentos […] ganó otros dos. Pero el que había recibido uno, fue y cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido los cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: “Señor, usted me entregó cinco talentos; mire, he ganado otros cinco talentos”. Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Llegando también el de los dos talentos, dijo: “Señor, usted me entregó dos talentos; mire, he ganado otros dos talentos”. Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”.
Pero llegando también el que había recibido un talento […], dijo: “Señor, yo sabía que usted es un hombre duro, que siega donde no sembró y recoge donde no ha esparcido, y tuve miedo, y fui y escondí su talento en la tierra; mire, aquí tiene lo que es suyo”. Pero su señor le dijo: “Siervo malo y perezoso, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Debías entonces haber puesto mi dinero en el banco, y al llegar yo hubiera recibido mi dinero con intereses. Por tanto, quítenle el talento y dénselo al que tiene los diez talentos […]”. Porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y al siervo inútil, échenlo en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes».
Lo primero que tenemos que decir sobre esta parábola es lo que espero sea obvio para la mayoría de ustedes, que no es una parábola sobre varios talentos y dones de habilidades que Dios nos da en este mundo. Aquí, el uso del talento no se refiere a una habilidad particular que ustedes o yo podamos tener. Se refiere a una unidad monetaria que era la unidad monetaria más alta entre los judíos en ese tiempo. Así que un talento era una cantidad considerable de dinero. Un talento equivaldría al salario de todo un año para muchas personas. Entonces, este hombre que emprende este viaje a un país lejano, que es lo suficientemente rico como para tener sirvientes, también está dejando una cantidad sustancial de dinero, al cuidado de ellos, durante su ausencia.
Entonces le da a uno de estos siervos cinco talentos de dinero, de nuevo, una suma considerable. Luego le da al segundo siervo dos talentos de dinero y al tercero, un solo talento. Se nos dice que distribuye estos elementos monetarios según su percepción de la capacidad que tenían para ser productivos y fructíferos con el dinero conferido a su cuidado. Algunas personas ven, en esta parábola, argumentos de peso para el capitalismo. Aunque ciertamente no se opone al capitalismo, no creo que el punto principal de la parábola sea imponer un sistema económico particular sobre nosotros, como el capitalismo, sino que lo que el capitalismo tiene en común con la sabiduría de esta parábola es el principio de la gratificación diferida y el principio de invertir tu capital de tal manera que tu capital trabaje para ti y aumente tu prosperidad.
Esto desaprueba el consumo derrochador o el gasto frívolo de algo o la idea de la gratificación inmediata, donde, si recibes tu cheque de pago, no puedes esperar para salir y gastarlo en el último juguete. Sino más bien, la idea es hacer crecer tus recursos mediante una inversión sabia y frugal. De nuevo, lo que esto tiene en común con el capitalismo, históricamente, es que la idea es tener tu capital trabajando para ti, pero que tú seas prudente con el uso de cualquier capital que poseas y lo uses de una manera que aumente su valor, en lugar de disminuir su valor.
De modo que, lo que el amo está pidiendo aquí a sus siervos es que sean inversionistas prudentes y sabios para que sean productivos, que sean fructíferos con lo que han recibido, lo cual es prestado por su amo, porque ellos mismos no son los dueños de este dinero que les ha sido confiado. Esto también habla del principio cristiano de mayordomía. Un mayordomo, en el mundo antiguo, no era el dueño de la casa, sino el que administraba las finanzas de la casa. Estaba involucrado principalmente en oikonomia. La palabra economista o economía proviene de esa palabra griega oikonomia, que literalmente significa ley de la casa o regla de la casa y es la palabra de la que obtenemos el concepto de mayordomía. La persona que es colocada sobre la administración de los asuntos de una casa es la que maneja aquellos bienes de los cuales es un mayordomo, pero no el dueño.
Por extensión, la fe cristiana ve que todo lo que tenemos, incluyendo nuestras habilidades y destrezas, son dones de Dios y estamos llamados a ser mayordomos de todo lo que recibimos de la mano de Dios. Saben, al inicio de mi carrera docente, enseñando en la universidad, estaba en una universidad cristiana. Recuerdo haber entregado un examen. No uno, sino al menos cinco estudiantes a los que les iba mal en el examen me decían: «Profesor, lo siento, no estoy muy bien preparado para este examen, pero espero que no me lo tome en cuenta, porque quiero que sepa que mi corazón está lleno de amor por el Señor Jesús y trato de hacer lo que puedo.
De hecho, la semana pasada, en vez de estudiar, participé en una actividad de evangelismo y como resultado, no me fue tan bien en esta prueba». Ese es el tipo de frases que me decían los estudiantes. Yo les decía: «Saben, parecen tener una buena comprensión de la doctrina de la justificación por la fe y quiero que sepan que en lo que respecta al reino de Dios, la única manera en que serán justificados es por la fe sola, pero en este salón de clase la justificación es solo por las obras. Me alegro de que amen a Jesús, pero espero que lo amen lo suficiente como para ser mayordomos más diligentes de su tiempo aquí en la universidad y empiecen a estudiar para sus exámenes y usen las habilidades que Él les ha dado».
O sea, había esta idea y la encontré generalizada en todo el cristianismo evangélico, de que todo lo que necesitas tener es un corazón amoroso y un corazón cálido y, dado que la justificación no es por obras, no tenemos que trabajar como cristianos. ¿Cómo puedes leer o darle una mirada a los evangelios y no ver el énfasis que nuestro Señor puso en la productividad, en los frutos? Un árbol que no da fruto es digno solo de ser cortado y echado al fuego. Por sus frutos los conocerán, no por sus palabras, sino por su mayordomía de la fe que profesan tener.
Como cristianos, debemos ser diligentes. Uno de los principios que vimos en el tiempo de la Reforma fue el concepto de Lutero del sacerdocio de todos los creyentes. En ese concepto, no estaba tratando de deshacerse de la idea del clero. Él sabía que había una función específica que el clero estaba llamado a realizar y la función principal que estaban llamados a realizar era equipar a los santos para el ministerio, que cada cristiano está en el ministerio, cada cristiano tiene que participar en la misión de la iglesia. Puede que no seas un evangelista. Es posible que no tengas ese don particular.
Pero sigue siendo tu responsabilidad asegurarte de que el evangelismo se lleve a cabo. No hay espacio para holgazanes en el reino de Dios. He vivido esto como presidente de una organización cristiana durante 40 años. Cada vez que despides a alguien, la gente dice que nunca, nunca debes despedir a nadie en una organización cristiana. No es una acción cristiana. Te diré lo que no es cristiano: no trabajar, no producir. Sería negligente mantener gente así en esta tarea que tiene un llamado más alto que cualquier tarea secular en el mundo.
He tenido personas que me han dicho, como Maureen, mi conserje: «Eres más difícil de contactar que el presidente de los Estados Unidos». Respondí: «Me alegra escuchar eso. Hay una razón para eso. Tengo un trabajo mucho más importante que el suyo. Mi trabajo es cuidar del pueblo de Dios y de sus necesidades espirituales». Así que se me pedirá cuentas y el que tiene el don de enseñar, que enseñe. El que tiene el don de predicar, que predique. El que tiene el don de la generosidad, que sea generoso. Todos somos equipados por el Espíritu Santo. Cada uno de nosotros, para el ministerio. En el momento de la venida de Jesús, Él nos pedirá cuentas a nosotros.
No simplemente como a estos hombres, por lo que hicieron con el dinero, sino por lo que hemos hecho con lo que Él nos ha entregado, habiéndonos dado la responsabilidad de ser mayordomos de eso. Tengo que preguntarte, ¿cómo te sentirías si te pidieran cuentas esta noche? Jesús dijo: «Te di esta habilidad. Te di esta oportunidad. Te di esta misión. ¿Qué hiciste con eso?». Esto es lo que sucede. El dueño vuelve. Le dice al hombre a quien le dio cinco talentos: «Bueno, ¿qué ha pasado?». El tipo dijo: «Oye, aquí están tus cinco talentos y cinco más. ¡Dupliqué tu dinero! He estado comercializando, viajando, negociando, siendo muy cuidadoso y productivo».
Y Jesús, influenciado por la cultura moderna, por el marxismo y la teoría del valor, dijo: «Eres una persona codiciosa. ¿Has obtenido ganancias? ¡Yo no quiero ver ganancias! Tengo una organización sin fines de lucro en la que quiero que participes». No, escuchen lo que dice y cuánto nos gustaría escuchar estas palabras de Jesús: «Bien hecho, bien hecho, eres un buen siervo. Eres un siervo fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor». Es decir, ¿se imaginan cómo sería escuchar eso de Jesús? Si Jesús te mirara a los ojos al final y dijera: «Te conozco. La puerta no está cerrada para ti. Estoy tan feliz de que estés aquí. Bien hecho, siervo bueno y fiel. Eres confiable. Te confié cinco talentos y los convertiste en diez y debido a que fuiste tan ingenioso, un administrador tan bueno con estos pequeños talentos, voy a hacerte gobernar sobre muchos más. Ahora, vamos, entra en el gozo de tu Señor».
Luego, gira hacia el segundo siervo y el segundo siervo dijo: «Señor, me diste dos, aquí hay cuatro». Jesús le dijo lo mismo: «Bien hecho, siervo bueno y fiel, en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor». Luego, llegamos al clímax de esta parábola, con respecto a aquel que había recibido un solo talento. Viene con excusas. Viene con acusaciones contra su amo. «Señor, yo sabía que usted es un hombre duro, que siega donde no sembró». «No, por supuesto que no, no siego donde he sembrado; fui y compré el campo. Le pagué al hombre que lo hizo. Sí. Recojo donde no he sembrado. Recojo donde no he esparcido semillas». «Entonces tuve miedo. Estaba muerto de miedo de perder este único talento, así que fui y cavé un hoyo en el suelo y lo escondí allí. ¡Puedo ir y desenterrarlo para ti y mostrarte que no he perdido nada! Y devolverte exactamente lo que me diste».
«¿Tienes miedo? ¿No podías arriesgarte? ¿No entiendes que no podrías cultivar lo que te había confiado sin correr riesgos? Tenían que ser riesgos sabios y calculados, ¡pero tu miedo solo dejó que mi dinero fuera enterrado en el suelo! Si tenías miedo, al menos debiste haberlo llevado al banco donde habría estado seguro y cualquier interés que el banco generara me lo hubieras dado ahora que te pido las cuentas». Entonces el Señor le dijo: «¿Siervo bueno y fiel?». No, no, no, no. «Siervo malo y perezoso. Siervo holgazán. Sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Debías entonces haber puesto mi dinero en el banco, y al llegar yo hubiera recibido mi dinero con intereses. Por tanto, quítenle el talento y dénselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia». A todos los que producen se les dará más bendición, «al siervo inútil, échenlo en las tinieblas de afuera».
Saben, todos somos siervos inútiles. Sin la gracia de Dios, no podríamos producir nada. De nuevo, Él es el maestro que dio los talentos de dinero a estos hombres en primer lugar. No era de ellos. El que era perezoso, era malo, perdió lo que el amo le había dado y luego las terribles instrucciones: «al siervo inútil, échenlo en las tinieblas de afuera». Ya saben lo que eso significa. Envíenlo al infierno. Envíenlo a donde no está el gozo del Señor. En lugar del gozo del Señor, solo habrá llanto, crujir de dientes. Qué escenario tan horrible describe Jesús para el improductivo que profesa la fe pero que no muestra ningún fruto de esa fe.
La difícil situación del siervo inútil es la misma situación de las vírgenes insensatas de la parábola anterior. No sé ustedes, pero yo no quiero estar donde el único sonido que escucho es el llanto y el crujir de dientes. Quiero estar donde escuche el sonido que dice: «Bien hecho, siervo bueno y fiel. Entra ahora en el gozo de tu Señor».