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Transcripción
Al final del capítulo 24 del Evangelio según Mateo, Jesús da una advertencia seria a los que están con Él sobre estar preparados para Su venida, cuando dice, en el versículo 44, «Por eso, también ustedes estén preparados, porque a la hora que no piensan vendrá el Hijo del Hombre». Inmediatamente después de esta advertencia, Jesús da tres parábolas. En primer lugar, la parábola del siervo fiel y el siervo infiel y luego está la parábola de las diez vírgenes, después de eso concluye con la parábola de los talentos. Vamos a ver, en esta serie, las últimas dos de estas tres, empezando con la parábola de las diez vírgenes, que personalmente creo que es la más aterradora de todas las parábolas de Jesús que tenemos registradas en el Nuevo Testamento.
Así que veamos, primero, el contenido de esta parábola. Se encuentra en Mateo 25, empezando en el versículo 1. «Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio. Y cinco de ellas eran insensatas, y cinco prudentes. Porque las insensatas, al tomar sus lámparas, no tomaron aceite consigo, pero las prudentes tomaron aceite en frascos juntamente con sus lámparas. Al tardarse el novio, a todas les dio sueño y se durmieron. Pero a medianoche se oyó un clamor: “¡Aquí está el novio! Salgan a recibirlo.” Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: “Dennos de su aceite, porque nuestras lámparas se apagan”.
Pero las prudentes respondieron: “No, no sea que no haya suficiente para nosotras y para ustedes; vayan más bien a los que venden y compren para ustedes”. Mientras ellas iban a comprar, vino el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “En verdad les digo que no las conozco”. Velen, pues no saben ni el día ni la hora» en que el Hijo del Hombre vendrá. Esta lámpara es una lámpara real de Palestina del primer siglo, el tipo de lámparas que se usaban típicamente en eventos como los que se registran aquí en esta parábola. Es evidente que hoy esta lámpara es solo una reliquia, porque nunca valió nada sin aceite en ella.
Así que se nos cuenta la historia de una boda y hay diez vírgenes, las cuales son descritas: cinco como sabias y cinco como insensatas. Pero lo que sabemos sobre estas vírgenes es esto: que esta no era una parábola como vimos con el rico y Lázaro o la diferencia entre un mendigo y una persona pagana rica. Sino que todas, las diez mujeres fueron invitadas a la boda. En el mundo antiguo, este sería el caso donde son invitadas por la misma novia y estas mujeres serían como damas de honor. Ayudarían a preparar a la novia para este momento glorioso, cuando se uniera en matrimonio con su prometido. Es evidente que fue una ocasión de mucha alegría. Fue celebrada a lo grande y el ser invitado a la boda era un honor. No solo fueron invitadas a la boda, sino que formaron parte del banquete de bodas, por lo que su estatus en la boda era de aquellas que pertenecían al círculo cercano.
Está claro que esta parábola está hablando de la venida del novio, quien es el Maestro, el Hijo del Hombre, Él es Cristo y la venida del novio para celebrar Su boda con Su iglesia me parece que es el punto principal de esta parábola. Pero el problema es que la mitad de estas mujeres, que pertenecen al círculo cercano de los asistentes, son consideradas insensatas, a diferencia de las prudentes. La razón por la que son insensatas es que no vinieron preparadas a esta boda. Tenemos que detenernos por un segundo y enfatizar, nuevamente, ¿qué tipo de personas se describen aquí?
Estas son claramente personas de la iglesia, personas que formaban parte de la congregación del pueblo de Dios. Para ser miembro de la iglesia, en su mayoría, a lo largo de la historia de la iglesia, una persona tenía que hacer una profesión de fe en Cristo. Así que, creo que es seguro asumir que estas diez mujeres habían hecho su profesión de fe en Cristo, entonces, estamos hablando de cristianos profesos dentro de la iglesia, no paganos en las calles, personas que intentaban interrumpir el banquete de bodas o personas de otras naciones. Estas, de nuevo, son amigas de la novia y están aquí esperando participar en este alegre banquete de bodas, cuando venga el novio.
De nuevo, la diferencia básica entre los dos grupos es que las vírgenes prudentes trajeron no solo lámparas, sino que también trajeron aceite para sus lámparas. Como dije, nada es más inútil que una lámpara, en aquellos días, sin aceite. Las otras trajeron sus lámparas, pero no trajeron la provisión requerida de aceite. Y, como sucedió, la boda se retrasó, pues el novio no llegó a la hora esperada. Mientras estaban en este ínterin y esperaban la llegada del novio que se retrasó. Se quedaron dormidas.
A medianoche, fueron despertadas por el anuncio público: «¡He aquí! ¡El novio viene!». La historia dice que las cinco vírgenes que eran prudentes inmediatamente arreglaron sus lámparas. Estaban listas para entrar al lugar donde se realizaría la ceremonia. Estaba dentro de un edificio de algún tipo. Pero las vírgenes insensatas se dieron cuenta de que no tenían lo que se necesitaba, que era aceite para sus lámparas. A lo largo de la historia de la iglesia, ha habido todo tipo de intentos para interpretar esta parábola como una alegoría.
Cuando empezamos nuestro estudio de las parábolas, dije que había ocasiones en que Jesús mismo daba una interpretación alegórica a una parábola, como la parábola del sembrador. Pero en la mayoría de los casos, la forma más segura de interpretar las parábolas es buscar un significado central de la parábola y no perderse tratando de asignar un significado particular a cada detalle de la historia. Si haces eso, generalmente terminarás en una grave confusión. Sin embargo, cuando es obvio que en el centro de esta historia faltaba algo importante en un grupo, que no faltaba en el otro grupo, y lo que faltaba en la historia se define como el aceite para las lámparas… la gente se pregunta: «Bueno, ¿cuál es el significado del aceite?».
Históricamente, la Iglesia católica romana ha identificado el aceite como las buenas obras que son necesarias para ser añadidas a la fe con el fin de que una persona sea salva. Los protestantes en muchas ocasiones han visto el aceite como un símbolo del Espíritu Santo, porque en la literatura bíblica, el aceite se usa con frecuencia como símbolo del Espíritu Santo y la idea aquí es que, lo que a estas vírgenes insensatas les faltaba era el Espíritu Santo. Ya sea que haya un punto alegórico aquí o no, lo que sí está absolutamente claro, es que lo que les faltaba, ya fuera el Espíritu Santo o algo relacionado con el Espíritu Santo, sabemos que lo que sea que les faltaba es lo que las excluye del banquete de bodas. De nuevo, a simple vista, es aceite. Pero Jesús, por supuesto, estaba hablando con más profundidad sobre eso, debido a la conclusión penosa a la que llega con respecto a esas vírgenes insensatas, después de que llega el novio, después de la medianoche.
Las vírgenes prudentes, según leemos, arreglaron sus lámparas y pudieron entrar al santuario o dondequiera que se celebrara el banquete de bodas, mientras que las vírgenes insensatas, careciendo de lo necesario, trataron de negociar con las vírgenes prudentes y dijeron: «¿Qué tal si nos dejan tener un poco de su aceite? Porque nos hemos quedado sin nada aquí. Estaremos dando tumbos en la oscuridad a menos que nos den algo de su aceite». Les dijeron: «Lo sentimos, no hay suficiente para que mantengamos nuestras lámparas encendidas y para darles lo suficiente para que sus lámparas funcionen perfectamente. Lo único que pueden hacer es darse prisa e ir a la ciudad y encontrar a alguien que venda aceite y comprarlo y luego regresar y esperemos que vuelvan antes de que sea demasiado tarde».
Las insensatas siguieron el consejo de las prudentes en ese momento, lo cual es algo extraordinario, porque eso no suele suceder. Salieron entonces para ir a comprar el aceite. Y el momento de la verdad llegó, en la persona del novio. Él vino. Entró en la boda. Como era costumbre, las puertas del exterior fueron cerradas con seguro. Estas personas que supuestamente formaban parte de los invitados de honor fueron excluidas de esta alegre celebración de bodas. Cuando las vírgenes insensatas regresaron y se dieron cuenta de que la boda había empezado, empujaron la puerta. Intentaron entrar. La puerta estaba cerrada. Están llamando a la puerta. Están gritando a través de la puerta, interrumpiendo la ceremonia de matrimonio, diciendo: «¡Señor! ¡Señor! Ábrenos».
Hace años, prediqué un sermón en Saint Andrews sobre lo que yo denomino el doble llamado, lo cual ocurre, de hecho, alrededor de quince veces en toda la Sagrada Escritura, cuando alguien es llamado con la repetición de su nombre: Abraham, Abraham; Jacob, Jacob. «Padre mío, padre mío», Eliseo le dice a Elías y a lo largo de estas Escrituras. «Marta, Marta». «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?», «Absalón, Absalón». Así que cuando se repite el nombre, era un modismo judío para expresar intimidad personal.
Así que cuando las vírgenes insensatas vienen y la puerta está cerrada, no solo gritan en la noche, «¡Señor!», sino que ellas dicen: «¡Señor, Señor! ¡Tú eres mi Señor! Quería estar aquí, esperaba estar aquí para tu boda. Tú eres mi Señor, Señor. Me conoces. Tengo un conocimiento íntimo de ti. Una relación cercana y personal contigo. De nuevo, no soy una intrusa, extraña o una forastera tratando de entrar a esta boda». Jesús dice: «En verdad, con certeza les digo, no las conozco». El novio dijo: «Es posible que tengan invitaciones. Es posible que tenga lámparas sin aceite, y me llaman: Señor, Señor. No las conozco. No sé quiénes son».
Permítanme regresar al Evangelio de Mateo, al Sermón del monte que termina de manera similar, cuando Jesús dice, en el capítulo 7, versículo 21, «No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos. Muchos […]», no pocos, ni algunos, sino un gran número «me dirá en ese día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre?». Yo era predicador. Yo era maestro de escuela dominical. Yo era un anciano. Yo era diácono. Hice todo esto. Eché fuera demonios en tu nombre. He hecho muchas maravillas en tu nombre. Y luego les declararé: «Jamás los conocí; apártense de Mí, los que practican la iniquidad».
Ven el paralelo. En la boda, el novio dice: «No las conozco». Un año antes, al final del Sermón del monte, Jesús dijo: «Jamás los conocí». No es que sí te conocía y luego te saqué de mi lista de regalos de Navidad o, que olvidé tu nombre sino que nunca fuiste conocido por Mí. Está claro que cuando el novio dice esto, quien representa a Cristo, no está hablando de la ausencia de información cognitiva en la mente del novio. No es como si Jesús estuviera diciendo: «Nunca supe de ti. Nunca vi tu nombre en la lista de la iglesia o en el registro de miembros. Él está usando aquí la palabra «conocer», no en un mero sentido cognitivo, sino en un sentido personal, filial, en un sentido redentor. Él puede conocer sus nombres. Él puede conocer dónde viven. Él puede ser consciente de su predicación, su servicio y todo lo demás. Pero Jesús está diciendo: «Nunca te conocí salvadoramente».
¿Qué faltaba en la vida de las vírgenes? Salvación. Fe salvadora. Es evidente que no tenían el poder regenerativo del Espíritu Santo si carecían de fe salvadora, porque si hubieran tenido fe salvadora, incluso si hubieran llegado tarde o retrasadas, el Señor habría dicho: «Qué vergüenza por llegar tarde. Qué vergüenza por ser tan insensatas y olvidar el aceite». Pero no habría dicho: «No las conozco». Esta parábola, amigos, no es sobre los paganos. Se trata de quienes profesan y no me estoy refiriendo a aquellos que ejercen una profesión. Estoy hablando de aquellos que han hecho una profesión de fe, pero que no poseen lo que profesan. Si vinculamos esto a Mateo 7, Jesús dice: «Esto no va a ser un puñado de personas excepcionales que han hecho profesiones falsas. Serán muchos en número».
Así que en el tiempo que me queda en esta sesión, tengo que preguntarles, a modo de aplicación, ¿con qué grupo se identifican? Si son miembros de la iglesia y han hecho profesiones de fe, sería natural que se identificaran con las vírgenes prudentes y tal vez incluso vean con desdén a las insensatas que no trajeron aceite en sus lámparas. Pero ¿y si eres uno de los insensatos? Lo que queda claro con esto, en esta advertencia que Jesús da, es que cuando la puerta se cierra, es demasiado tarde. Él está hablando de Su venida, que puede ser de una de dos maneras: Su venida final, donde habrá personas en la iglesia que Él no conocerá. Pero si se demora otros 50 años o 100 años o 110 años, cada uno de nosotros tendrá un juicio privado, porque está decretado que muramos una vez y luego el juicio.
Así que la pregunta es cuando cierre los ojos y muera, y respire mi último aliento en esta tierra, el siguiente rostro que veré será el de Jesús y Él podría decir: «¿Quién eres?». A las tinieblas de afuera. Es demasiado tarde. La puerta está cerrada. Mi súplica, con todo aquel que escucha mi voz en esta parábola, es que tomen el peso de ella muy en serio y se examinen a sí mismos para asegurarse de que tienen fe salvadora. Que manifiesten el fruto de esa fe salvadora, que no solo estén confiando en la membresía de la iglesia o en estar en una clase bíblica o incluso en participar en el servicio cristiano. Todo el que hace una profesión de fe está invitado al banquete de bodas del Cordero. Pero no todos lo disfrutarán. Esta es una parábola muy pero muy aterradora, una llamada a despertarnos si tenemos una falsa sensación de seguridad.