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El estado de naturaleza
6 enero, 20211 Corintios 13:13


Nota del editor: Este es el séptimo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: ¿Qué es lo que realmente dice ese versículo?
«¡Pero eso no sería amar!», es una objeción que a menudo se ofrece para desvirtuar una clara enseñanza bíblica. «Un Dios de amor nunca castigaría a alguien con un juicio eterno», es una hermenéutica perversa que intenta destripar la justicia de Dios. El amor ha sido desligado de su fundamento bíblico, lo han puesto a la deriva en la cultura y ahora pasa por la nueva religión de la amabilidad cultural. Pero aun cuando nos salimos de la cultura y nos adentramos en las páginas de la Escritura, podemos malinterpretar el significado bíblico del amor. Y una de esas malas interpretaciones se extrae de lo que posiblemente sea el capítulo más popular de la Biblia sobre el tema del amor: 1 Corintios 13.
En 1 Corintios 13:13, Pablo escribe: «Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor», lo que lleva a algunos cristianos a concluir que el amor es más importante que la fe y que la esperanza. Esto puede no parecer un gran problema, a menos que, por supuesto, estos tres atributos —fe, esperanza y amor— hayan sido diseñados por Dios para reforzarse mutuamente, hechos de tal manera que disminuir cualquiera de los tres implica socavar la integridad de todos ellos. Los que saben de panadería nos dicen que los elementos básicos del pan son la levadura, el agua, la harina y la sal. Si todos estamos de acuerdo en que el pan sin sal es desabrido y por eso concluimos que la sal es el más importante de los cuatro, entonces tendremos problemas con el pan que hagamos ya que descuidaremos la harina, la levadura y el agua. Del mismo modo, el amor que no está equilibrado por la fe y la esperanza socava la definición misma de amor bíblico.
El amor, sin los contrapesos de la fe y la esperanza, se vuelve desamor. Cuando consideramos la fe, de manera breve y general, vemos que la Biblia usa la palabra fe de tres maneras. La fe puede entenderse como el instrumento de nuestra salvación (Ef 2:8), como una firme confianza en Dios y Sus obras (Mt 16:8; 17:20; Heb 11:1), o como la doctrina ortodoxa (Jud 3). El contexto de cómo Pablo usa la fe en 1 Corintios 13 y el resto del libro apoyan fuertemente un entendimiento de la fe en este pasaje como la confianza dada por el Espíritu en la persona y en la obra de Dios, en especial como se revela en Jesús (2 Co 5:7). La fe bíblica, tal como se usa en este capítulo, equilibra el amor al definir el objeto del amor del cristiano: el Dios de gloria. Cuando se prioriza el amor por encima de la fe, o esta se excluye, el amor pierde su objeto: el Dios bendito.
El mismo problema ocurre cuando consideramos la esperanza. La esperanza es la perseverancia de la fe, la firme expectativa de que el Dios en quien se puede confiar cumplirá todo lo que ha prometido. Entonces, ahora imagina un amor sin esperanza. Si nuestro amor por Dios no tiene la expectativa de que todas las cosas sean para Su gloria y nuestro bien (Rom 8:28), entonces ese amor se convierte en algo voluble y momentáneo, una mera emoción subjetiva, desprendida de todo compromiso y pacto, convirtiéndose en buenos deseos superficiales y amabilidad general.
El amor que no está equilibrado por la fe y la esperanza socava la definición misma de amor bíblico.
Entonces, este es el problema. Si leemos 1 Corintios 13:13 de manera que dé mayor importancia al amor que a la fe y la esperanza, el amor bíblico mismo se pierde. El amor necesita la fe y la esperanza para sobrevivir, para prosperar. Vemos esto claramente cuando consideramos 1 Corintios 13:13 en el contexto de todo el capítulo. En 1 Corintios 13, Pablo pasa de considerar el amor como el ingrediente necesario de la vida cristiana (vv. 1-3) a considerar la definición de amor bíblico (vv. 4-7) a considerar la fe, la esperanza y el amor en una línea de tiempo que comprende desde nuestro momento actual como cristianos hasta la culminación de todas las cosas en y tras del regreso de Jesús. En términos de importancia, la fe, la esperanza y el amor son iguales. En términos de longevidad, «el mayor de ellos es el amor». En pocas palabras, la fe y la esperanza no serán necesarias en el cielo. Si la fe es una confianza presente en Dios y en Sus obras, a menudo contraria a lo que podríamos concluir actualmente en este mundo caído sin fe (2 Co 5:7), entonces ya no necesitaremos fe en el cielo porque al final veremos a Dios claramente tal como Él es (1 Co 13:12). De la misma forma, tampoco necesitaremos esperanza porque estaremos en plena posesión de aquello que esperábamos. Tendremos todo lo que pudimos haber esperado porque todas las promesas de Dios se cumplirán. Sin embargo, el amor continuará y crecerá cada vez más fuerte en el cielo a medida que los cristianos amen plena y eternamente a su gran Dios. Como se ve en una línea de tiempo eterna, el amor sobrepasa la fe y la esperanza en una manera que honra los propósitos de los tres.
Mientras esperamos el regreso de Jesús, necesitamos fe, esperanza y amor en igual y creciente medida. Debemos permitir que cada uno de estos términos se defina bíblicamente haciendo contrapeso a los demás. No podemos permitir que una mala interpretación de 1 Corintios 13:13 nos tiente a priorizar el amor destruyendo así a los tres. Pero también debemos, por fe y esperanza, esperar el Reino de los cielos, el cumplimiento de todas las cosas, cuando finalmente obtengamos el deseo de nuestro corazón: amar a Cristo plena y finalmente por toda la eternidad.