Testigos de la persecución
23 enero, 2021Tronos y gloria
30 enero, 20211 Juan 4:8
Nota del editor: Este es el décimo segundo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: ¿Qué es lo que realmente dice ese versículo?
El apóstol Juan no se cansa de exhortar a los cristianos a amarse unos a otros y el pasaje que tenemos ante nosotros es una de las exhortaciones más contundentes que él ofrece. Lo basa, no simplemente en el mandamiento del Señor Jesús (p. ej. Jn 13:34-35), sino en la naturaleza misma de Dios: «Dios es amor». Al decir esto, Juan nos está enseñando que el amor pertenece a la esencia misma de Dios. Dios no es amor en algún sentido supeditado, como si pudiera haber sido de otra manera. Es esencial y necesariamente amoroso. De hecho, podemos decir que Él es el amor mismo. Él es la fuente original de la que fluyen todas las demás instancias de amor.
Pero en Dios, esto es cierto para todos Sus atributos. Lo que Dios es, y todo lo que es, lo es esencial y necesariamente. No puede ser de otra manera. Así como Dios es amoroso, también es justo, bueno, sabio, misericordioso, etc. O, si queremos expresar Sus atributos como sustantivos, Dios es justicia, bondad, sabiduría, misericordia, etc., así como es amor. A diferencia de los humanos o los ángeles, que pueden ser amorosos o no, buenos o malos, sabios o necios, misericordiosos o crueles, Dios es necesariamente amoroso, ya que es necesariamente «infinito, eterno e inmutable, en Su ser, sabiduría, poder, santidad, justicia, bondad y verdad» (Catecismo Menor de Westminster 4).
Los teólogos han considerado la unidad esencial de todos los atributos de Dios bajo el título de Su simplicidad, aunque aquí esta idea puede parecer cualquier cosa menos simple. El punto no es que esta idea sea fácil de comunicar o comprender (a fin de cuentas, es de Dios que estamos hablando), sino que los atributos de Dios no moran en Él como partes que son distintas entre sí o que son parte de Él. Dios no es un ser compuesto formado por componentes separados y diferentes. Incluso las distintas personas de la Trinidad no deben ser consideradas como partes o componentes del único Dios verdadero. Cada persona es completamente Dios, y todos Ellos comparten una sola esencia, una esencia que es simple, no compuesta.
Si nos aferramos a estas verdades, no seremos extraviados por enseñanzas que ponen un atributo de Dios por encima de otro o ponen uno en tensión con otro. Tales ideas nos llevarán a distorsionar la enseñanza de la Sagrada Escritura y quizás a rechazar una parte de la Biblia en favor de otra. El amor de Dios a veces ha sido representado así, como si el amor fuera el atributo principal de Dios y los demás fueran de alguna manera secundarios, como si la plena expresión del amor de Dios de alguna manera limitara o incluso impidiera la plena expresión de Su justicia. De maneras extremas, la justicia de Dios en el castigo eterno de los malvados podría ser rechazada sobre la base de que es inconsistente con Su amor. Sin embargo, ambos atributos se enseñan claramente en la Sagrada Escritura.
La Biblia reúne maravillosamente los variados atributos de Dios de manera que todos pertenecen a Su gloria. Cuando Dios reveló Su gloria a Moisés, proclamó Su nombre, diciendo:
El SEÑOR, el SEÑOR, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y fidelidad; el que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente al culpable; el que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación (Ex 34:6-7).
Aquí se mencionan muchos atributos de Dios y ninguno es más básico o primario que otro. Ninguno está en tensión con otro. El Dios fiel y de amor inmutable es también el Dios de juicio que inflige ira sobre los culpables. La gloria de Dios incluye todo esto. Podemos ver esta armonía en otras partes de la Sagrada Escritura (p. ej. Isa 30:18; Os 2:19).
La cruz muestra dramáticamente la perfecta unidad de los atributos de Dios. Juan la señala como la expresión suprema del amor de Dios: «En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a Su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él» (1 Jn 4:9). Sin embargo, también es la expresión suprema de la rectitud y la justicia de Dios, porque Él dio a Su Hijo como propiciación por medio de Su sangre, para ser recibida por fe. Esto fue para mostrar la justicia de Dios, porque en Su paciencia divina había pasado por alto los pecados anteriores. Fue para demostrar en este tiempo Su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica (Rom 3:25-26).
Que Dios es amor es ciertamente una verdad para proclamarla desde las azoteas y para atesorarla en nuestro corazón. Pero ocurre lo mismo con todos Sus atributos. Uno no es más hermoso que otro; uno no es principal sobre los demás. Ninguno está en tensión con otro y todos son esenciales. Hay perfecta armonía en el ser de Dios, con todos Sus atributos perteneciendo esencial y necesariamente a Su gloria.