Siguiendo a Cristo en un mundo feliz
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Este artículo forma parte de la colección 5 cosas que debes saber.
La evangelización forma parte de la vida y el propósito de la iglesia y de todo cristiano. Una iglesia que no evangeliza no es una verdadera iglesia. Esa puede parecer una afirmación dura, pero es cierta. La iglesia debe hacer discípulos y el discipulado comienza con la evangelización (Mt 28:16-20). Nuestro Salvador ha encargado a la iglesia que sea un instrumento para extender Su reino a todas las naciones. Como afirma Pablo: «¿Cómo, pues, invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?» (Ro 10:14). He aquí cinco cosas que debemos recordar al pensar en la evangelización.
1. El Espíritu Santo actúa como emisario de Cristo en la expansión mundial del reino de Cristo.
En los últimos días de Su ministerio terrenal, Jesús empezó a decirle a los discípulos que era necesario que el Hijo del Hombre muriera y resucitara. Sus discípulos estaban confusos y preocupados. Jesús les animó a no turbarse. Él se iría, pero volvería para recibirlos. Mientras tanto, Él enviaría a otro Ayudador. En el intervalo entre la ida y la vuelta de Cristo, en medio de todas las circunstancias, el Espíritu Santo sería su ayuda.
En Juan 16, Jesús revela que el Espíritu Santo también equipará a la iglesia para la gran comisión. El Espíritu Santo «convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio» (Jn 16:8). El Espíritu Santo serviría como emisario de Cristo en la expansión mundial del reino de Cristo. Mientras los discípulos anduvieran por todas las naciones, el Espíritu Santo dejaría en claro la verdad de la necesidad de salvación del hombre.
2. El pecado no es algo de lo que el hombre pueda escapar por sí mismo.
Gracias a la obra del Espíritu, el pecado puede verse como lo que realmente es: la gran enfermedad de la humanidad. El pecado no es solo algo que uno hace o deja de hacer. El pecado es un estado: un estado caído de depravación, impotencia y desesperanza. El hombre no es pecador por lo que hace o deja de hacer. El hombre es pecador por naturaleza. Hace lo que hace por quién él es. Por tanto, la salvación no es solo un cambio de estilo de vida. La salvación es el comienzo de una nueva creación (2 Co 5:17), y es el Espíritu Santo quien convence a hombres y mujeres de esta verdad fundamental. Debido a quién es el hombre, nunca existe la posibilidad de que pueda cambiar o rescatarse a sí mismo o por sí mismo. La humanidad necesita un Salvador que salve a Su pueblo de su pecado.
La buena noticia del evangelio es que existe ese Salvador. Como nos recuerda Pablo en Romanos 1, hay un Salvador justo, y de Él procede una justicia que se recibe por la fe. Él es un Salvador que puede devolver a Su pueblo la comunión con Dios; que elimina la pena del pecado, el dominio del pecado y la culpa del pecado; y que expía el pecado para que los pecadores puedan ser hechos justos ante Dios. El Padre ha aceptado la justicia perfecta de Cristo y, mediante el Espíritu, esa justicia se ofrece a la humanidad indefensa, desesperada y depravada.
3. Cristo volverá de nuevo como Juez.
Jesús le dijo a Sus discípulos que un día volverá, no como Salvador, sino como Juez. La historia no durará para siempre. Los hombres y las mujeres se presentarán delante del tribunal de Dios y darán cuenta de todo lo que hayan pensado, dicho y hecho. El juicio de Dios será definitivo, enviando a cada persona a su eternidad. Por la obra de convicción del Espíritu, todos quedarán sin excusa. Todos aquellos cuyos nombres no estén en el libro de la vida serán arrojados al lago de fuego (Ap 20:15).
Esta conciencia del juicio venidero de Dios motiva nuestra evangelización. Al proclamar el evangelio, recordamos también que el Espíritu va delante de nosotros y prepara los corazones de las personas para que escuchen la Palabra de vida, que es la única que puede hacerlos nuevos.
4. El evangelio es un mensaje espiritual y el evangelismo es un esfuerzo espiritual.
Puesto que el evangelio es un mensaje espiritual, los creyentes y las iglesias que pretenden evangelizar deben orar siempre por la unción del Espíritu Santo en el evangelismo. Sin esa ayuda del Espíritu, todos los esfuerzos por hablar del evangelio serían infructuosos. Pablo le recuerda a la iglesia de Corinto que él no fue a ellos con palabras persuasivas de sabiduría de hombre. Más bien, él fue con demostración del Espíritu y de poder (1 Co 2:4-5).
El que evangeliza busca en la otra persona un cambio espiritual que solo el Espíritu de Cristo puede efectuar. Depender de un método, una técnica o una estratagema centrada en el hombre, en lugar de depender del Espíritu Santo, es ser desleal al Señor que nos dio Su Espíritu. Por tanto, los testigos de Cristo deben confiar en el Espíritu Santo.
5. Cuando evangelizamos, participamos en una guerra espiritual.
Debemos recordar la oposición que podemos encontrar cuando proclamamos la buena nueva. Aquellos ante quienes somos testigos son amantes del pecado y odian a Dios y a Su pueblo. Como pecadores, siempre intentan suprimir la verdad con injusticia. Quieren continuar en las tinieblas porque sus obras son malas. Cuando reconocemos esto, podemos pensar que la tarea es imposible. Pero aunque pueda parecerlo, lo que es imposible para el hombre es posible para Dios.
Cuando evangelizamos, debemos recordar que estamos librando una guerra espiritual. Por eso, como Pablo le recuerda a la iglesia en Éfeso, siempre debemos abordar esta tarea con toda la armadura de Dios (Ef 6:10-20). No debemos dejarnos tomar desprevenidos por los planes del maligno (2 Co 2:11). Debemos ser fuertes, siempre abundantes en nuestro servicio a Cristo, sabiendo por quién y para quién hemos sido enviados. Debemos recordar que Jesús dijo: «Sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (Mt 16:18).