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Nota del editor: Este es el undécimo de 25 capítulos en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Preguntas claves sobre la oración.

Un amigo mío está a solo unas semanas de casarse. Una cosa que le he enfatizado este año es que la buena comunicación es una de las claves para un matrimonio fructífero. Como seres relacionales creados a imagen de Dios, todos reconocemos este aspecto vital de las relaciones cercanas. Por eso es útil recordar que la oración es, como Juan Calvino decía a menudo, una «conversación con Dios».
¿Cuándo debemos orar? Al igual que la conversación dentro de un matrimonio saludable, la oración es, de manera ideal, frecuente y orgánica. Si solo hablara con mi esposa durante períodos de tiempo programados al principio o al final del día, o peor aún, solo los domingos, podría haber un problema. A la vez, programar momentos intencionales para tener una conversación más profunda e ininterrumpida, quizás mientras los niños están en la cama o mientras salimos a cenar, es extremadamente saludable. Notamos esta tensión en las Escrituras cuando se nos manda a «[orar] sin cesar» de una manera muy orgánica (1 Tes 5:17) y a la misma vez vemos a cristianos orando en momentos determinados y no de manera accidental.
No priorizar la oración es priorizar otra cosa.
Como cristiano, no me llevó mucho tiempo aprender que si no reservaba un tiempo diario para orar, las ocupaciones de la vida se me interpondrían muy fácilmente. No priorizar la oración es priorizar otra cosa. Al mismo tiempo, también aprendí que cuando doy prioridad a establecer un tiempo para orar, tiendo a tratarlo como un elemento más en mi lista de tareas pendientes. Puedo caer en la trampa tachar a Dios y luego olvidarme de Él. Enfocar la oración como algo que tengo que hacer puede llevarme a descuidar al Señor durante todo el día. No te desalientes. Al igual que la comunicación en un matrimonio saludable, por la gracia de Dios, una vida de oración saludable se desarrolla con el tiempo.
Otra pregunta es dónde debemos orar. Muchas mañanas he orado en la cama. También he pasado muchas mañanas volviéndome a dormir. Creo que la respuesta sobre dónde debemos orar es liberadora y simple: debemos orar donde necesitemos orar. Si estás a punto de entrar en una reunión de negocios o en una habitación con un niño malcriado e impenitente, ora en tu mente o en voz baja por sabiduría o paciencia. Si necesitas confesar un pecado u orar por un ser querido que atraviesa una prueba y no deseas ser interrumpido o distraído, busca un lugar alejado de interrupciones y distracciones. Las Escrituras no limitan la oración solo dentro del edificio de una iglesia. Debemos orar donde necesitemos orar. Pero si una determinada ubicación nos estimula a quedarnos dormidos, tal vez deberíamos buscar otro lugar.
Si bien Dios no prescribe un momento o un lugar específico para la oración, sería sabio reservar momentos específicos para orar y utilizar lugares apropiados para la oración. La manera de hacer esto será diferente para cada persona según las diferentes estaciones y situaciones de la vida.