Nota del editor: Este es el noveno de 13 capítulos en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Gratitud.
Ser agradecido es valorar los beneficios recibidos, sentir gratitud. Pero ¿cómo puede alguien ser agradecido cuando los sueños se esfuman? ¿O cuando somos golpeados por la enfermedad, la discapacidad, la traición de los amigos más cercanos o cualquier otra pérdida irrecuperable? ¿De dónde viene la gratitud cuando las providencias difíciles parecen robarle el gozo al futuro? Este era el dilema de Job. Luego de haber perdido prácticamente todo menos el aliento, Job deseó no haber nacido nunca.
Yo he estado allí. Recuerdo momentos en los que mi amada esposa y yo nos hemos dicho el uno al otro (¡en voz alta!): “¿Acaso no sería mucho más fácil morir y estar con Cristo que continuar en esta tristeza y desazón?”.
Debido a que somos seres humanos, tenemos tanto recuerdos del pasado como anhelos para el futuro. Sin embargo, cuando los recuerdos del pasado nos causan dolor y los anhelos para el futuro son imposibles de cumplir (en esta vida), la gratitud es una cosa difícil pero preciosa de cultivar. Aun así, debemos cultivarla. Debemos protegerla, nutrirla, regarla y cuidarla con todas nuestras fuerzas, como si fuera una planta frágil con un pequeño tallo que brota. Alguien ha dicho: “Dios no desprecia los comienzos pequeños”. Y la Escritura nos recuerda que Él “no quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo mortecino; con fidelidad traerá justicia” (Is 42:3). Esto es alentador.
Al escribir esto, me doy cuenta de que hace casi exactamente treinta y ocho años murieron muchos sueños para mi esposa y para mí. A nuestra primogénita, Jessica, le diagnosticaron discapacidades severas ocasionadas por una anomalía cromosómica. Ella necesitaría cuidado total durante el resto de su vida. Nunca iba a caminar, hablar, ni tener una vida significativa (al menos ante los ojos del mundo). Se esfumó el sueño de verla desarrollarse y convertirse en jovencita, de dar su mano en matrimonio, de jugar con sus hijos en mi regazo cuando fuera anciano. De inmediato, ya no pensábamos en lo que podríamos hacer, sino a lo que nunca más podríamos hacer debido al cuidado que requería su vida.
Las pérdidas más profundas producen en nosotros la esperanza del gozo y el contentamiento más profundos.
Poco después de eso, en nuestra búsqueda de información, me encontré con una frase fascinante que describía nuestra vida en ese momento: tristeza crónica. Piensa en esas palabras por un momento. Cada vez que veíamos a otros padres cumplir metas con sus hijos, experimentábamos la tristeza de no verlas en nuestra amada hija.
J.R.R. Tolkien nos ayuda a comprender esta realidad. En su ensayo “Sobre los cuentos de hadas”, dice que la esperanza de un final feliz (en los cuentos)
no niega la existencia de la discatástrofe, de la tristeza y del fracaso: la posibilidad de éstos se hace necesaria para el gozo de la liberación; niega (ante muchas evidencias, por así decirlo) la completa derrota final, y en este sentido es evangelium [“buenas noticias” en griego], ya que ofrece un fugaz resplandor de Gozo, Gozo que trasciende las murallas de este mundo, tan conmovedor como la tristeza misma.
Luego, expandiendo esta idea en una carta a su hijo Christopher en 1944, Tolkien dijo:
La Resurrección fue la mayor “eucatástrofe” posible en el Cuento de Hadas más grandioso, y produce esa emoción esencial: el gozo cristiano que produce lágrimas porque tiene cualidades muy similares a la tristeza, ya que viene de esos lugares donde el Gozo y la Tristeza se reconcilian en armonía, cuando el egoísmo y el altruismo se ven perdidos en el Amor.
¿Lo viste? El gozo y la tristeza están tan íntimamente relacionados que ambos producen lágrimas. En la gran historia de Dios, las pérdidas más profundas producen en nosotros la esperanza del gozo y el contentamiento más profundos. Esto no tiene sentido ante los ojos del mundo, pero es la naturaleza del Evangelio.
Hay un poema magnífico escrito por Emily Kingsley que se titula “Bienvenido a Holanda”. Como madre de un niño discapacitado, Kingsley dice que la pérdida es como planificar un viaje a Italia para ver las maravillas de la arquitectura, el arte y el Renacimiento del sur de Europa, pero cuando te bajas del avión, te das cuenta de que llegaste a Holanda. Los vientos del Mar del Norte son brutales; los colores están apagados; el arte, la cultura y el idioma no son lo que esperabas. Pero aun así, si estás dispuesto, puedes encontrar belleza en los tulipanes y los molinos de viento. Ella concluye: “Si pasas el resto de tu vida lamentándote por no haber podido llegar a Italia, nunca serás libre para disfrutar de las cosas tan especiales y tan maravillosas… que tiene Holanda”. Sé agradecido por las pequeñas bendiciones. Cultívalas para que produzcan gozo.
Joni Eareckson Tada nos recuerda que “a veces Dios permite lo que Él odia para producir cosas que Él ama”, aun nuestra santificación y nuestra salvación. Hay una verdad profunda en esta afirmación, que informa nuestra comprensión de la gratitud incluso en los tiempos de pérdida.
El Dr. Michael S. Beates, ex Director Adjunto de Tabletalk Magazine, ha impartido clases en el Reformed Theological Seminary, en Florida Southern College y en Belhaven College.
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