


La deidad de Cristo y la iglesia
7 junio, 2022


Él es suficiente
9 junio, 2022El evangelio que no cambia


Nota del editor: Este es el primer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Los evangelios
Soy un cristiano y soy protestante. Soy cristiano porque confío en Jesucristo solo, y creo que la salvación se logra por gracia sola a través de la fe sola por Cristo solo. Soy un protestante devoto porque sigo protestando contra cualquiera que siquiera insinúe que la salvación se logra de otra manera.
Cuando visité Roma por primera vez no hace mucho tiempo, naturalmente estaba deseando conocer la Basílica de San Pedro dentro de las imponentes murallas de la ciudad del Vaticano. Cuando me encontré bajo la cúpula más alta del mundo, estaba simplemente asombrado por su magnífica grandeza. Sin embargo, al pensar en cómo se financió toda la estructura, la emoción me invadió al instante. Un profundo dolor y una indignación justa llenaron mi corazón cuando empecé a recordar el sistema de indulgencias ideado por determinados papas y cardenales de la Roma del siglo XVI, que se propusieron construir la basílica a costa de la gente común de todo el Sacro Imperio Romano. En su mayor parte, la construcción de la basílica se financió con la predicación de un evangelio distorsionado que prometía la vida eterna en Cristo con algunas condiciones, como la que supuestamente acuñó Juan Tetzel: «Cuando una moneda en el cofre cae, un alma del purgatorio sale».


Mientras escribo, docenas de hombres con cascos de protección están trabajando duro para construir un nuevo santuario y una sala de reunión para la iglesia Saint Andrew’s Chapel, donde el Dr. Sproul y yo servimos. Cuando esté terminado, el santuario reflejará el estilo de las grandes catedrales de toda Europa. Sin embargo, al procurar construir este nuevo santuario, incluso en medio de tiempos económicos difíciles, no distorsionamos el evangelio de Cristo para financiar esta inmensa empresa. De hecho, es precisamente a causa del evangelio histórico e inmutable que estamos construyendo un santuario en el que, si el Señor quiere, el evangelio que nunca cambia brillará en este mundo siempre cambiante para las generaciones venideras. El Señor Dios Todopoderoso es el mismo ayer, hoy y siempre. Por lo tanto, Su Palabra no puede cambiar, los cuatro relatos de la vida y el ministerio de Jesucristo no pueden cambiar y el simple e incondicional evangelio de Dios no puede cambiar. Como cristianos, vivimos, nos movemos y estamos delante del rostro de Dios, y como protestantes, debemos continuar defendiendo el evangelio, incluso cuando encontremos nuestros propios corazones orgullosos queriendo añadir nuestras propias obras a la obra consumada de Jesucristo.