
El gozo futuro
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Nota del editor: Este es el noveno capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El gozo
Nuestra búsqueda de gozo inicia al final de la narrativa de la creación, donde Dios mira todo lo que ha creado y lo declara «bueno en gran manera». Trágicamente, esta creación buena fue mancillada radicalmente con el pecado por la rebelión de nuestros primeros padres, una rebelión que reemplazó la bendición de Dios con Su maldición. Pero incluso en este momento tan oscuro, la esperanza resuena. El apóstol Pablo nos asegura que viene un día en el que Dios derramará Su bendición «tan lejos como se encuentra la maldición»:
Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora. Y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza hemos sido salvos (Rom 8:20-24a).
El pueblo de Dios está viviendo «en la esperanza», el tiempo entre las dos venidas de Cristo en el que nuestro gozo está mezclado con «gemidos» incontables relacionados con un mundo caído.
¿Qué podemos hacer para asegurar que nuestro gozo no sea abrumado por los gemidos?
EL GOZO Y SUS ENEMIGOS
El gozo tiene enemigos. Efesios 2:1-3 nos presenta a qué nos enfrentamos:
Y Él os dio vida a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Cuando estábamos separados de Cristo seguíamos de manera voluntaria el patrón pecaminoso de este mundo, hacíamos la voluntad del diablo y vivíamos para satisfacer nuestros propios deseos. Y ahora, como pecadores redimidos, libramos una guerra en contra de estos asesinos del gozo.
LA LUCHA POR EL GOZO
Si nuestro gozo en el Señor ha de crecer, entonces debemos someter continuamente a los enemigos de nuestro gozo.
Primero, considera cómo el mundo ataca nuestro gozo. El mundo quiere que abracemos gozos insípidos. Es decir, sustitutos de Cristo que nunca traerán satisfacción. Esta idolatría es por lo que David Wells se lamenta cuando describe al «mundo» como «la expresión colectiva de todas las veces que la sociedad se ha negado a arrodillarse ante Dios, a recibir Su verdad, a obedecer Sus mandamientos o a creer en Su Cristo. Además, el “mundo” es lo que la humanidad caída usa como sustituto de Dios y Su verdad».
Para proteger nuestro gozo en Cristo, rechazamos la conformidad al mundo mientras somos «transformados mediante la renovación de [nuestra] mente» (Rom 12:2). Esta obra del Espíritu en nuestras vidas se promueve mediante el uso diligente de la Palabra de Dios. A medida que saturamos nuestras mentes con la verdad de Dios, «lo terrenal sin valor será a la luz del glorioso Jesús»
En segundo lugar, considera cómo el diablo ataca nuestro gozo asaltando nuestra fe. Podemos ver una imagen alarmante de esto en Lucas 22:31-32, donde Jesús le advierte a Pedro del deseo de Satanás: «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle».
Satanás quiere destruir tu fe. Si nuestra fe en Jesús flaquea, también lo hará nuestro gozo. Pues ¿quién se regocija en un Cristo en el que uno no confía?
Mientras descansamos en la confianza de la obra intercesora de Jesús por nosotros, combatimos al diablo alimentando nuestra fe con las promesas de Dios. Esta fue la estrategia de ataque que Martín Lutero describió en su gran himno de batalla, «Castillo fuerte es nuestro Dios». En efecto, «condenado está por la Palabra santa».
Finalmente, considera cómo el pecado remanente ataca nuestro gozo. Cuando caminamos según la carne, no estamos caminando según el Espíritu. Parte del fruto del Espíritu es gozo (Gal 5:22). Por lo tanto, el cristiano debe mortificar la carne (Rom 8:12-14; Col 3:5-10). Adaptando una frase de John Owen, mata al pecado o el pecado matará tu gozo.
El gozo cristiano se experimenta en un mundo que gime bajo el peso del pecado. Pero nuestro gozo gime «en la esperanza de la gloria de Dios» (Rom 5:2). Así que hasta ese gran día, continuamos arraigando nuestro gozo en Aquel que nos llamó a Sí mismo «para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea perfecto» (Jn 15:11).