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Nota del editor: Este es el primer capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine: La historia de la Iglesia | Siglo XIV
John Wycliffe fue la estrella de la mañana de la Reforma. Fue protestante y reformador poco más de un siglo antes de que Martín Lutero iniciara la Reforma protestante en 1517. A través de Wycliffe, Dios plantó las semillas de la Reforma, las regó a través de Jan Hus, e hizo florecer su flor a través de Martín Lutero. La semilla de la flor de las noventa y cinco tesis del monje agustino alemán Lutero fue plantada por el erudito y clérigo inglés John Wycliffe.
Wycliffe murió en la víspera de Año Nuevo de 1384. Tres décadas después, fue condenado como hereje. En 1415, el Concilio de Constanza condenó al reformador bohemio Jan Hus (1370-1415) y lo quemó en la hoguera, y además condenó a Wycliffe por 260 cargos de herejía. El concilio ordenó que los huesos de Wycliffe fueran exhumados, retirados de los honrosos cementerios de la iglesia y quemados, y que sus cenizas fueran esparcidas. Más de una década después, la Iglesia católica romana trató de contrarrestar la propagación de las herejías de Wycliffe y sus seguidores, los lolardos, estableciendo el Lincoln College, en Oxford, bajo la dirección del obispo Richard Fleming. Aunque el papa pudo condenar las enseñanzas de Wycliffe y esparcir sus huesos, no pudo erradicar su influencia. Las cenizas de Wycliffe fueron esparcidas en el río Swift, en la región central de Inglaterra, y como observó un periodista más tarde, «Quemaron sus huesos hasta convertirlos en cenizas y los arrojaron al Swift, un arroyo vecino que pasa cerca. Pero el arroyo llevó sus cenizas al Avon; el Avon al Severn; el Severn al Canal de la Mancha; y de ahí al océano. Así las cenizas de Wycliffe son el emblema de su doctrina, que ahora está dispersa por todo el mundo».
Wycliffe estaba comprometido con la autoridad e inspiración de la Sagrada Escritura y afirmó lo siguiente: «La Sagrada Escritura es la máxima autoridad para todo creyente, la norma de fe y el fundamento para la reforma de la vida religiosa, política y social… en sí misma es perfectamente suficiente para la salvación, sin necesidad de añadir costumbres o tradiciones». Como tal, Wycliffe supervisó la traducción de la Biblia del latín a la lengua vernácula inglesa. Se trataba de una empresa radical, que iba contra el mandato expreso del papado. Su comprensión de la Escritura condujo naturalmente a su comprensión de la justificación por la fe sola, como declaró: «Confía totalmente en Cristo. Confía totalmente en Sus sufrimientos. Ten cuidado de no buscar ser justificado de otra manera que no sea por Su justicia. La fe en nuestro Señor Jesucristo es suficiente para la salvación».
En el siglo XIV, en los albores de la Reforma, Wycliffe brilló como una luz ardiente y resplandeciente de la verdad evangélica. Su doctrina se reflejó en su vida, alguien que vivía por la gracia de Dios y ante el rostro de Dios, coram Deo, y para la gloria de Dios. Soli Deo gloria.