


Considera a tu público
21 junio, 2019


Considérate a ti mismo
26 junio, 2019En busca de la verdad


Nota del editor: Este es el primer capítulo en la serie Dando una respuesta, publicada por Tabletalk Magazine.
Cada vez que la gente me pregunta a qué me dedico, respondo diciéndoles que soy pastor. Cuando les digo que soy pastor, la gente parece llenarse instantáneamente de una variedad de emociones mientras tratan de decidir cómo responder. Dependiendo de su estado espiritual y de su relación con Cristo y la Iglesia, sus respuestas van desde el miedo hasta el consuelo, desde la ansiedad hasta el deleite. Algunas personas intentan cambiar el tema lo más rápido posible, otras quieren contarme todo sobre su caminar espiritual, otras quieren descargar todas sus cargas, algunas hablan de porqué dejaron la iglesia y otras se regocijan de nuestra fe común en Cristo. Pero la mayoría de las veces, cuando le digo a la gente que soy pastor, ellos tienen preguntas: preguntas sobre nuestra iglesia, sobre lo que creo, sobre la Biblia, Dios y la vida después de la muerte. Todas la gente tiene preguntas. Somos inquisitivos por naturaleza, y en esta era de pluralismo, ateísmo y escepticismo, mucha gente está buscando la verdad y las respuestas a las preguntas fundamentales de la vida.
En esta era de pluralismo, ateísmo y escepticismo, mucha gente está buscando la verdad y las respuestas a las preguntas fundamentales de la vida.
En cierta manera, los pastores tienen más oportunidades que otros cristianos para proclamar y explicar el Evangelio y hacer el trabajo de un evangelista y apologista. Es uno de los gozos de ser pastor. Por la naturaleza misma de lo que hacemos, los pastores somos teólogos y apologistas; pero en realidad, cada cristiano es un teólogo y un apologista. La pregunta para todos nosotros es si en realidad somos buenos teólogos y apologistas y si somos estudiantes serios de la Escritura, de la teología y de las respuestas que provienen de la Escritura. Como cristianos, estamos llamados a estar preparados para dar una respuesta de la esperanza que está en nosotros, como nos manda Pedro, y a no olvidar nunca que debemos responder con “mansedumbre y reverencia” (1 Pe 3:15).
Cuando hacemos nuestras buenas obras ante el mundo espectador —no para ser vistos por los hombres a fin de obtener gloria para nosotros mismos, sino para que el mundo pueda ver nuestras buenas obras y glorificar a nuestro Padre celestial— la gente naturalmente nos preguntará por qué hacemos todo lo que hacemos, por qué creemos lo que creemos y por qué nos aferramos a la esperanza que está en nosotros. Y cuando lo hagan, no debemos tener miedo, porque Cristo ha prometido que el Espíritu Santo está con nosotros para darnos el valor y la compasión a fin de hablar la verdad en amor. Porque esta es una de las principales maneras en que brillamos como luces en las tinieblas del mundo, sabiendo que la gente solo puede ver la luz si el Espíritu Santo abre sus ojos, expulsa las tinieblas, regenera sus corazones y les da vida a la luz de la gloria de Jesucristo.