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Nota del editor: Este es el capítulo 14 de 25 en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Preguntas claves sobre la oración.

A la mayoría de nosotros nos han pedido que oremos por algo. Recientemente, le dije a una amiga que oraría por su esposo, quien está sirviendo en el ejército en el extranjero, para que Dios le permita volver a casa a salvo. Al hacerlo, seguramente estaría repitiendo la misma oración de mi amiga. ¿Por qué molestarse? ¿No escuchó Dios las oraciones de mi amiga? ¿Por qué necesitaría Dios escuchar lo mismo de mi parte?
Quizás lo hacemos porque pensamos que si Dios escucha la misma oración de parte de dos personas, será más probable que la responda. Según ese razonamiento, sería tremendo si pudiéramos encontrar aún más personas para que oren. Pero sabemos que algo en este razonamiento suena mal, y es que insinúa que podemos conformar la voluntad de Dios a la nuestra, solo tenemos que conseguir suficientes personas para que oren. Sin embargo, sabemos que Dios no obra de esta manera. Su voluntad no cambia porque haya muchas personas orando. Dios hace lo que a Él le agrada, y nuestro llamado es conformarnos a Su voluntad, no viceversa (Sal 135:6; Mt 6:10).
Orar con otros agrada a Dios, le glorifica y es parte de lo que nos transforma a la imagen de Cristo.
Entonces, ¿por qué orar? Bueno, paradójicamente, la voluntad de Dios es que oremos los unos por los otros y en todo momento (Ef 6:18; 1 Tes 5:16-18; Stg 5:16). Vemos ejemplos de este tipo de oración en la vida de Jesús y en las vidas de los apóstoles (Jn 17; Col 1:9). Los mandatos son sencillos: ora, continúa orando y ora por los demás.
Debemos orar no solo porque es la voluntad de Dios, por supuesto, sino también porque Dios quiere dar a conocer Su nombre en nuestras vidas (Sal 46:10). Una de las maneras en que Él logra esto es a través de la oración. Por ejemplo, cuando la Iglesia en Hechos oró para que Pedro fuese liberado de la cárcel, él fue milagrosamente liberado por un ángel (Hch 12:1-17). ¿Había Dios determinado liberar a Pedro desde antes que orara Su pueblo? Sí. ¿Respondió Dios sus oraciones? Sí. ¿Fue su fe fortalecida, sus vidas bendecidas, y el nombre de Dios glorificado? Si. Nuestro Dios es soberano sobre todo y conoce nuestras peticiones incluso antes de que haya palabra en nuestra boca (Sal 139; Mt 6:8). Aun así, Dios decide responder las oraciones de Su pueblo. Es la manera en que Dios ha establecido el universo. Cuando Su pueblo ora, Él escucha. Dios responde a Su tiempo y a Su manera. Pedro ciertamente no esperaba a un ángel. Independientemente de lo que Dios decida hacer, confiamos en Él y le damos gloria.
Así que ¿es de ayuda compartir mis peticiones con otros? No, eso no ayuda a alterar la voluntad de Dios, pero sí, sí ayuda. Ayuda porque Dios decide escuchar y actuar según las oraciones de Su pueblo cuando ellos oran juntos según Su voluntad y en Su Espíritu. El Espíritu, claro está, intercede por nosotros, conociendo la voluntad de Dios a la perfección (Rom 8:27). Orar con otros agrada a Dios, le glorifica y es parte de lo que nos transforma a la imagen de Cristo. Después de todo, Jesús oró por Sí mismo y por otros. Nosotros debemos ir y hacer lo mismo.