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Nota del editor: Este es el sexto capítulo en la serie de artículos de la revista Tabletalk: El Sermón del monte
Gran parte del Sermón del monte es la enseñanza de Jesús sobre la vida en el reino. Esto incluye enseñanzas éticas explícitas y específicas. La enseñanza ética específica termina más o menos con la regla de oro en Mateo 7:12. Desde ese punto hasta el final del sermón (Mt 7:13-27), Jesús hace cuatro comentarios memorables en forma de párrafos. Cada uno de ellos insiste en la necesidad de que el lector considere seriamente si realmente cree en el Rey del reino de Dios.
Estos cuatro comentarios presentan una gran elección: o se está en el reino o no se está. Sí, hay muchas situaciones en la vida en las que la realidad es un continuo de varios tonos de gris. Pero en este asunto, no hay zona gris; no hay una tercera vía. Solo existe vivir para el Dios trino o no.
El primer comentario memorable contrasta las sendas angosta y amplia (Mt 7:13-14). El verdadero creyente entra en el reino por la puerta estrecha y continúa hasta su hogar definitivo por la senda angosta. La estrechez de la puerta y del camino dificulta el viaje. A nivel metafórico, viajar con una cantidad considerable de pertenencias y equipaje por la senda angosta supone chocar contra las paredes y los setos. En el plano de la realidad, Jesús señala que el camino del reino de Dios tiene sus dificultades. Por ejemplo, como Jesús había dicho anteriormente, los que van por la senda angosta pueden ser injuriados y perseguidos por creer en Jesús (Mt 5:11). En general, no habrá multitudes que acudan a la senda angosta. «Estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mt 7:14).
En contraste, a nivel metafórico, la puerta ancha y la senda amplia facilitan el viaje. Uno puede llevar mucho equipaje, y no habrá problema. De hecho, aunque hay muchos en esta senda, es tan amplia que no habrá atascos ni choques con el equipaje de los demás. Al nivel de la realidad, Jesús está señalando que hay quienes no ponen verdaderamente su confianza en Él. A corto plazo, esta es la elección fácil que muchos hacen, pero al final conduce a consecuencias horrendas. «Porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella» (Mt 7:13).
En segundo lugar, Jesús señala una dificultad para los que están en el reino (Mt 7:15-20). Serán asaltados por falsos profetas. De hecho, estos falsos profetas tendrán la apariencia de ser miembros del reino. Pero, en realidad, son lobos disfrazados de ovejas. Jesús señala que sus «frutos» de malas enseñanzas y acciones egoístas acabarán mostrando quiénes son en realidad. Él utiliza metáforas agrícolas para explicar Su punto de vista. Las uvas no se recogen de los espinos y los higos no se recogen de los cardos. La fruta buena viene de árboles sanos, no de árboles enfermos. Los frutos malos provienen de árboles enfermos, no de árboles sanos. Al final, «Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego» (Mt 7:19).
Aunque el punto se refiere a los falsos profetas, Jesús también está presionando sutilmente para que todos los miembros verdaderos del reino produzcan buenos «frutos» (ver Lc 6:43-45). Ellos creerán y actuarán debidamente. La marca de un falso profeta y la marca de un falso miembro del reino es la misma. Sí, los verdaderos creyentes pecan pero, en general, sus vidas deben caracterizarse por la creencia verdadera y las buenas obras. Así como la marca de un falso profeta y la marca de un falso miembro es la misma, también el destino final —«cortado y echado al fuego»— es el mismo. Las consecuencias de no confiar en Jesús son significativas.
En tercer lugar, en Mateo 7:21-23, Jesús habla de aquellos que no creen verdaderamente en Él. En el juicio, podrán decir: «Señor, Señor», y señalar las obras que supuestamente hicieron para Dios. Lamentablemente, escucharán las devastadoras palabras: «Jamás los conocí; APÁRTENSE DE MÍ, LOS QUE PRACTICAN LA INIQUIDAD» (Mt 7:23). En el juicio solo hay dos grupos: los que están con el Señor y los que se han apartado de Él.
Jesús es consciente de que los que le escucharon en aquel momento y los que leerían este pasaje más adelante forman un grupo heterogéneo. La mayoría se consideran verdaderos creyentes, sin embargo, muchos no lo son. Jesús ha diseñado Su comentario para que cada uno se plantee si realmente cree en Él y si su vida refleja esa realidad. ¿Quién entrará en el reino de los cielos? «El que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos» (Mt 7:21).
Algunos no tomarán en serio el punto de Jesús: ellos asisten a la iglesia o son «espirituales», y eso les basta. Otros se tomarán en serio este comentario. Algunos, al reconsiderarse a sí mismos, creerán de verdad por primera vez. Para los que ya son creyentes, siempre es apropiado reevaluarse para confirmar su vocación y elección (2 P 1:10).
El cuarto y último comentario de Jesús es muy conocido (Mt 7:24-27). Lo recuerdo con cariño de mi infancia en la escuela dominical y en la escuela bíblica de verano. A Juan Calvino también le llamó la atención. Lo destacó llamándolo, de una forma un tanto abrumadora, «un símil atractivo».
Jesús comienza declarando que una persona del reino es aquella «que oye estas palabras Mías y las pone en práctica» (Mt 7:24). Se trata de una persona sabia. Una persona necia puede oír las palabras de Jesús, pero no creerlas ni obedecerlas en verdad. Lo que es ciertamente memorable es la metáfora que Jesús usa para compararlos. El sabio construye su casa sobre la roca. La lluvia, las inundaciones y el viento vienen contra ella. «Pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca» (Mt 7:25). El necio construye su casa sobre la arena. La misma lluvia, inundaciones y viento vienen contra ella, pero en este caso, la casa cayó y «grande fue su destrucción» (Mt 7:27). De nuevo, dos opciones. Construir sobre la roca o sobre la arena, es decir, confiar en Jesús o no. Nota que Jesús termina el Sermón del monte con la casa construida sobre la arena e incluso enfatiza la ruina de esta opción: «grande fue su destrucción».
Intrigante y maravillosamente para aquellos que tienen oídos para oír, Jesús se refiere a Sí mismo en los cuatro comentarios. Él es el camino estrecho en los versículos 13-14. «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14:6).
En Mateo 7:15-20, Jesús advierte contra los falsos profetas, y lo hace como el verdadero Profeta. Esto se muestra claramente un poco más adelante en la metáfora de la roca y la arena. Que la vida de uno esté construida sobre la roca o sobre la arena depende de si uno «oye estas palabras Mías y las pone en práctica» (Mt 7:24). Además, Jesús no es un lobo, sino el verdadero Pastor que se preocupa por las ovejas: «Mis ovejas oyen Mi voz; Yo las conozco y me siguen» (Jn 10:27).
Jesús se refiere a Sí mismo como «Señor» y Juez en Mateo 7:21-23. Además, llama a Dios «Mi Padre», dando a entender que Él es el Hijo único. Más adelante, dice acerca de Sí mismo y del juicio: «Cuando el Hijo del Hombre venga en Su gloria […] serán reunidas delante de Él todas las naciones; y separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos» (Mt 25:31-32).
Por último, en Mateo 7:24-27, además de ser el Profeta como se mencionó anteriormente, Jesús es la Roca fundacional: «La roca era Cristo» (1 Co 10:4). «Nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo» (1 Co 3:11). Nota que Jesús termina con Él mismo como el fundamento. Es necesario creer en este fundamento. Todas nuestras obras, que son evidencias de estar en el reino, son en última instancia, solo por la gracia del fundamento, la Roca, el Señor Jesucristo.
En un sentido, hay muchas opciones religiosas. Pero en un sentido más verdadero, hay solamente dos opciones: la opción Cristo y la opción no-Cristo. La opción no-Cristo deriva en muchas alternativas religiosas, pero todas ellas colapsan en una opción que se opone a Cristo. Jesús declara que solo existe el camino estrecho o el camino ancho; solo existe un árbol bueno con frutos buenos o un árbol malo con frutos malos; solo existen los que estarán con Él o los que serán alejados de Él; y, finalmente, solo existen los que construyen sobre la roca o sobre la arena. Dos opciones: Cristo o no-Cristo.