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25 octubre, 2018La ética del ser humano

Nota del editor: Este es el tercer capítulo en la serie «Definiendo el ser humano«, publicada por la Tabletalk Magazine.
La historia humana está trágicamente llena de ejemplos de persecución y opresión que surgen cuando los que están en el poder crean sus propias definiciones sobre el ser humano y los derechos a fin de excluir y abusar de ciertos grupos de personas. La Escritura es clara en cuanto a que Dios le ha dado dignidad, personalidad y derechos a todos los seres humanos. La comprensión bíblica de lo que es un ser humano proporciona la base esencial para las decisiones éticas sobre cómo tratar a otras personas.
En el mejor de los casos, la iglesia ha sido conocida por su amor y servicio sacrificial a los pobres, oprimidos y marginados.
La visión bíblica sobre el ser humano
La Biblia comienza con Dios, el Creador soberano de todas las cosas: «En el principio, creó Dios los cielos y la tierra» (Gn. 1:1). La obra de Sus manos, todo desde la luz hasta la tierra y las criaturas vivientes, lo llama «bueno». Pero la humanidad, al ser la misma imagen de Dios, es la corona de la creación: «he aquí que era bueno en gran manera» (v. 31). Como tal, los seres humanos revelan a Dios de una manera más espectacular que cualquier otra criatura.
En Génesis 1:26 Dios dice: «Hagamos al hombre a nuestra imagen». Al principio, nuestro Creador nos dio un título notable: «la imagen de Dios». Esta expresión revela la dignidad de todos los seres humanos porque designa a las personas como representantes del Rey del universo. Como portadores de la imagen de Dios, a los humanos se les da una dignidad y un dominio especiales, y se les encarga que cuiden de la buena creación de Dios (vv 28-30).
Consecuencias de la visión bíblica del ser humano
Como portadores de la imagen de Dios, los seres humanos están impregnados de una dignidad y un valor superior al de los animales. Hablando a Noé después del diluvio, Dios enfatiza que la vida humana debe ser altamente valorada, y que la violencia contra cualquier ser humano debe ser castigada rigurosamente (9:5-6).
En Génesis 1 y 2, vemos que el plan de Dios era que la tierra se llenara con portadores de Su imagen, quienes debían glorificarlo mediante la adoración y la obediencia. Esta manera de vivir, disfrutando de la dicha de la bendición de Dios y Su sabio gobierno, se llama shalom. Como escribe Cornelius Plantinga Jr.:
En la Biblia, shalom significa florecimiento, plenitud y deleite universal: un estado de cosas en el que se satisfacen las necesidades naturales y se emplean los dones naturales. . . . Shalom, en otras palabras, es la forma en que las cosas deberían ser (Not the Way It’s Supposed to Be: A Breviary of Sin [No como se supone que es: un breviario de pecado], p. 10).
Shalom significa la plenitud de la paz, la visión de una sociedad sin violencia ni temor: «Daré también paz [shalom] en la tierra, para que durmáis sin que nadie os atemorice» (Lv. 26:6). Shalom es un tipo de bienestar abundante, profundo e integral, debido a sus connotaciones de paz, justicia y bien común. En resumen, los escritores bíblicos usan shalom para describir el mundo de paz , seguridad, justicia, orden y plenitud universal que Dios había diseñado. Un mundo en el que todos los seres humanos gozan de libertad, seguridad y paz.
Posturas anti-bíblicas sobre el ser humano
Génesis 3 registra el terrible día en que la humanidad cayó y el shalom fue transgredido. Adán y Eva violaron su relación con Dios al rebelarse contra Su mandato. Esta fue una traición cósmica. En lugar de confiar en la palabra sabia y buena de Dios, confiaron en las palabras astutas y engañosas de la serpiente. En respuesta, el Creador maldijo a la humanidad con futilidad y muerte. La imagen real de Dios cayó en la severa deshonra que todos experimentamos.
Esta caída trágica sumió a la humanidad en un abismo relacional. Después de la caída, la humanidad fue esclavizada a la idolatría (odio a Dios) y violencia (odio entre sí). El pecado invierte el amor a Dios, que a su vez se convierte en idolatría, e invierte el amor al prójimo, lo que se convierte en explotación de los demás.
El corazón humano caído encuentra formas de justificar su odio hacia otras personas y su deseo de explotarlas. El resultado es la multitud de posturas anti-bíblicas sobre el ser humano que encontramos a través de la historia y que deshumanizan y excluyen personas hechas a la imagen de Dios. Han habido varios puntos de vista no cristianos importantes sobre la naturaleza de la humanidad, como el dualismo racionalista de Platón, el determinismo económico materialista de Karl Marx, el determinismo psíquico de Sigmund Freud y el determinismo del condicionamiento ambiental de B.F. Skinner. Han existido muchas otras ideologías anti-bíblicas sobre el ser humano, como el tribalismo, el darwinismo social, el racismo, el nazismo y puntos de vista de la personalidad superior basados en la religión, la riqueza, el género, la edad, el intelecto, la herencia y muchos otros factores.
Consecuencias de las posturas anti-bíblicas sobre el ser humano
Sin la comprensión bíblica sobre el ser humano y su dignidad como portador de la imagen de Dios, la sociedad estaría libre para degenerar en violencia, opresión y explotación de los débiles por parte de los fuertes. El Antiguo Testamento describe claramente la crueldad y la violencia que son el resultado de la caída: violencia contra los niños (Sal. 137:9), las mujeres (Amós 1:13) y los no nacidos (2 Re. 15:16); abuso sexual (Jue. 19:22-30); masacres (1 Sam. 22:18-19); y esclavitud (Amós 4:2).
A lo largo de la historia, vemos cómo las posturas anti-bíblicas sobre el ser humano se utilizan para explotar y oprimir a las personas. Los fuertes oprimen a los débiles, y hay injusticia contra grupos rechazados y despreciados, desde los no nacidos hasta los ancianos. Hay aborto, infanticidio, abuso infantil y trabajo infantil abusivo. Hay esclavitud, violencia de género, abuso sexual, tráfico sexual, tráfico laboral, racismo, genocidio y guerra étnica. Hay una lucha de clases, privación del derecho al voto, discriminación por edad, opresión alos pobres y discriminación contra los rechazados, los discapacitados, los incultos, los débiles y los desvalidos. Las injusticias y las explotaciones que ocurren cuando el concepto “ser humano” es redefinido son innumerables y desgarradoras.
El llamado bíblico a la justicia y la misericordia
Aunque no vacila en describir la dura realidad de la violencia y la opresión, la Biblia claramente nos llama a luchar por la justicia y la misericordia para todas las personas de la manera que Dios lo dispuso (Éx. 23:2-3, 6; Deut. 24:17-18; Prov. 21:3).
El profeta Zacarías describe al pueblo de Dios como una nación que practica la justicia y la misericordia en su sociedad:
Juicio verdadero juzgad, y misericordia y compasión practicad cada uno con su hermano. No oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre, ni traméis el mal en vuestros corazones unos contra otros. (Zac. 7:9-10).
Cuando Israel falla y continúa rebelándose contra la ley de Dios, Dios amenaza con juzgarlos, pero luego derrama de Su gracia y los restaura. Zacarías prevé la gracia de Dios conduciendo al arrepentimiento y un pueblo que busca fervientemente la justicia y la misericordia para todos. Como resultado, las naciones incrédulas vendrán buscando al Señor (Zac. 8:20-23). El pueblo de Dios será una luz para las naciones (Isa. 49:6), una esperanza que culmina con el Mesías.
Al inicio de Su ministerio, Jesús declaró que estas palabras de Isaías se cumplieron en Él:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año favorable del Señor. (Lc. 4:18-19)
Liberar a los cautivos y aliviar a los pobres y oprimidos era central para Su misión divina (Mat. 4:24, Lc. 6:20, 7:18-23; 14:12-24, Jn. 8:36). Su acto supremo de liberación fue Su muerte sustitutiva y Su resurrección victoriosa, que liberó a Su pueblo de la esclavitud del pecado y la muerte (Hch. 13:36-39; Rom. 8:1-4; Gál. 1:3-4; Heb. 9:27-28; 1 Pe. 2:24; Apo. 1:5).
A lo largo de Su ministerio, Jesús se opuso a las suposiciones deshumanizantes de Su cultura. Pasó tiempo significativo con niños, mujeres, pobres, enfermos, samaritanos y otros marginados (Mat. 8:1-4, 9:9-13, 21:28-32, Mrc. 10:13-16, Lc. 6:17-19; 10:38-42; Jn. 4:1-45). Pablo hace eco de este enfoque paradójico:
…sino que Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte; y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo que es; para que nadie se jacte delante de Dios (1 Cor. 1:27-29)
En el mejor de los casos, la iglesia ha sido conocida por su amor y servicio sacrificial a los pobres, oprimidos y marginados. Tal servicio ha sido un testimonio poderoso del evangelio. Al defender la dignidad de todas las personas como la imagen de Dios y expresar tangiblemente la ética bíblica del ser humano que fluye de ella, la iglesia puede ser una luz para las naciones y participar en la misión de Dios al dar la bienvenida a los débiles e impotentes para que encuentren gracia, misericordia y descanso en Jesucristo.