


La sangre de la vida
5 diciembre, 2020


1 Corintios 2:4
10 diciembre, 2020Mateo 7:1


Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: ¿Qué es lo que realmente dice ese versículo?
En nuestros días, pocos textos son tan mal interpretados como Mateo 7:1: «No juzguéis para que no seáis juzgados». A menudo surge en una conversación en la que uno se atreve a hacer una evaluación moral de otra persona y eso molesta al interlocutor. «¿Quién eres tú para juzgar?», enseguida viene la réplica.
¿De qué tipo de «juzgar» está hablando Jesús? Como en todos los casos, el contexto es de gran ayuda para comprender a qué se refiere Jesús. Este texto está en el sermón del Monte, que nos muestra la naturaleza de la verdadera justicia en contra de la religión superficial. En este pasaje, Jesús habla de la hipocresía del doble estándar. La prueba de Su punto está en la ilustración que sigue en los versículos del 3 al 5:
¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: «Déjame sacarte la mota del ojo», cuando la viga está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano.
El lenguaje es aún más vívido en el texto griego, en el que la «viga» se refiere a un poste de gran tamaño que se utilizaba en un edificio como soporte. La imagen de alguien con una viga en el ojo tratando de quitar una mota de polvo del ojo de otra persona debe haber provocado cierta risa entre Sus oyentes. El hipócrita, por lo tanto, es alguien que condena a otra persona mientras actúa igual o peor que ella. Algunos de los que escuchaban a Jesús eran escribas y fariseos, que eran expertos en este tipo de hipocresía. Les encantaba condenar a otros mientras ellos hacían las mismas cosas. Este es el tipo de juicio incorrecto.
Tener presente que Dios es el Juez no nos permitirá olvidar que Su Palabra debe ser la norma del juicio.
Pero, ¿existe alguna ocasión en la que se justifique el «juzgar» o el hacer una evaluación moral de otra persona? Absolutamente sí. De hecho, las Escrituras nos exigen que lo hagamos.
En otro lugar, Jesús dice: «No juzguéis por la apariencia, sino juzgad con juicio justo» (Jn 7:24). ¿Cómo luce este «juicio justo»? Un poco más adelante, en el Evangelio de Mateo, Jesús enseña que una persona debe hablar directamente con otra persona que ha pecado contra él (Mt 18:15). Hay varios puntos importantes en este texto que nos enseñan sobre el «juicio justo».
Primero, la evaluación debe basarse en el estándar de Dios, no en la preferencia personal. Para que algo sea llamado «pecado», debe haber una violación de la Palabra de Dios. Esta es una de las objeciones modernas al «juzgar». La gente no está de acuerdo con el estándar. Las mismas personas que viven según «su verdad» viven conforme a un estándar situacional en constante movimiento que refleja y aprueba su comportamiento. Argumentan: «Si creo o siento que algo es correcto, entonces debe ser correcto». Pero existen absolutos. Hay un estándar de lo correcto y lo incorrecto, y está contenido en las Escrituras.
En segundo lugar, la motivación correcta al confrontar a otra persona debe ser siempre la restauración del ofensor. La razón por la que confrontas a otra persona por su pecado es para ganarlo, no para menospreciarlo, condenarlo o sentirte superior a él. Aquí es donde los escribas y fariseos (y a veces nosotros) nos quedamos cortos. La misma dinámica se puede ver en Gálatas 6:1. Pablo les escribe: «Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado». Aquí vemos nuevamente la referencia a «alguna falta», que se refiere a una violación de la norma de Dios. También vemos que el objetivo es la restauración del hermano o la hermana. Siempre debemos preocuparnos por el bien de los que se desvían. Otro elemento que vemos en la referencia de Gálatas es la importancia de la actitud de uno al corregir a otra persona. Pablo dice que el ofensor debe ser restaurado «en un espíritu de mansedumbre». Esto muestra la humildad que debe caracterizar a un pecador que confronta a otro pecador. También recuerda que debe ser «mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado». Esta actitud está muy lejos de los santurrones que están deseosos de condenar a otros pero para exaltarse a sí mismos.
Esto nos lleva a la observación final de que debemos mantener todo en perspectiva, recordando que Dios es el Juez supremo, y que es ante Él que todos daremos cuentas. Jesús dijo: «No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá» (Mt 7:1-2). Esta última observación da soporte a las anteriores. Tener presente que Dios es el Juez no nos permitirá olvidar que Su Palabra debe ser la norma del juicio y que esto debe realizarse en un espíritu de humildad que nos permita reconocer que todavía queda mucha hipocresía en el corazón de cada uno de nosotros.