Mateo 7:1
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11 diciembre, 20201 Corintios 2:4
Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: ¿Qué es lo que realmente dice ese versículo?
La forma de hacer ministerio importa. Primera de Corintios 2:4 nos dice que Pablo escogió una manera de llevar a cabo todo su ministerio que armonizara con su mensaje. El mensaje de Pablo era Cristo, en Su cruz y resurrección (1 Co 15:1-4), de modo que su enfoque también tenía que ser en forma de cruz, en lugar de buscar posicionarse o autopromoverse. La forma en que un predicador presenta su mensaje y se conduce a sí mismo ilustra o desvía del significado del mensaje que Dios le ha confiado.
Esta es la lógica ministerial que está detrás de la negativa de Pablo a confiar en «palabras persuasivas de sabiduría». Los corintios, como el resto del mundo grecorromano, creían que la sabiduría es la capacidad de alcanzar estatus y éxito aparentando ser grande, posicionándose al lado de los hombres célebres de la sociedad, y actuando y pretendiendo ser como ellos. Esta sabiduría cultural se manifestó en los oradores populares de la época o sofistas. Estas eran celebridades que sabían cómo presentarse y hablar para ganar adeptos, estatus y éxito aunque su mensaje fuera vacío.
Así que, cuando Pablo dice que decidió no usar «palabras persuasivas de sabiduría», no estaba diciendo que no era necesario estudiar para predicar y enseñar, o que no importaba cómo usara las palabras (2 Tim 2:15). Decidió no dejar que lo persuasivo de su mensaje se basara en una percepción de él como gran hombre. No era que no pensaba cuidadosamente y razonara con detenimiento en su predicación y enseñanza (Hch 18:19). Él había decidido no ocultar su debilidad para que el poder del Espíritu Santo fuera evidente en su mensaje (2 Co 4:7; 12:9-10).
Primera de Corintios 2:1-4 nos recuerda que el mensaje más poderoso es aquel que se entrega centrado en Cristo, dependiente del Espíritu y en forma de cruz.
Una breve mirada al contexto de la carta de Pablo nos muestra por qué esto importaba. La iglesia de Corinto se estaba dividiendo en torno a líderes (1 Co 1:12-13; 3:3-5). Es casi seguro que esto no fue un desacuerdo teológico. Pablo y Pedro, como apóstoles, enseñaron la misma doctrina que Cristo enseñó (nuestra fe depende de ello; Ef 2:20). Además, Pablo no consideró la división doctrinal como algo sin importancia (Rom 16:17-18). La división era casi seguro por lealtad a individuos particulares, ya sea a Apolo o a Pablo (1 Co 4:6). Apolo era aparentemente un gran orador (Hch 18:24), y los corintios habían determinado que Pablo no lo era (2 Co 10:10). Estos cristianos dominados por la cultura temían que la «debilidad y temblor» de Pablo (incluyendo sus sufrimientos; 1 Co 4:9-13) no despertaran el interés de la gente. Es por esto que Pablo trató de mostrarles que su estilo de ministerio modesto, que abraza la debilidad y que soporta el sufrimiento, fue diseñado no para engrandecerse a sí mismo, sino a su mensaje: Cristo, Su cruz y cómo salva al peor y más débil de los pecadores (1:17-31).
Entender ese contexto nos ayuda a ver por qué 1 Corintios 2:4 no debe ser usado como excusa para justificar un enfoque anti intelectual, deliberadamente sin estudio, del ministerio del evangelio. Pablo no se opone aquí a lo que él practicó y prescribió en otros lugares: el razonamiento y la persuasión firme usando las Escrituras (Hch 17:16-31) y la administración de nuestras mentes para el crecimiento espiritual (Rom 12:2). Sin embargo, nos enseña que quienes ministran la Palabra deben tomar una decisión consciente, en su contexto cultural, sobre cómo mantener el enfoque de su ministerio en el mensaje que se les ha confiado (Cristo partiendo de toda la Escritura) y los medios por los cuales se hace efectivo ese mensaje (el Espíritu Santo obrando en poder a través de las Escrituras).
Hay una presión constante sobre ministros e iglesias para depender de las estructuras persuasivas de la cultura a fin de lograr el éxito popular. Pablo tomó la decisión deliberada de no emplear este tipo de sabiduría para hacer el evangelio más comercializable. En cambio, decidió priorizar y confiar en la proclamación de Cristo, impulsada por el Espíritu, manifestada a través de un siervo cuya conducta a su vez decía: «Este ministerio no se trata de mí» (ver 1 Co 1:31; 2:5).
La conducta de un predicador importa. La manera en que camine traicionará el mensaje que se le ha encomendado (1:17) o proveerá un sello de autenticidad para aquellos que lo escuchen (2 Co 4:2, 7; 2 Tim 2:21). Puede elegir usar su plataforma de liderazgo para enaltecer su conocimiento, dones y personalidad, o puede decidir usar esa plataforma para el propósito de Dios: exaltar a Cristo. Los líderes y predicadores cristianos deben continuamente tomar decisiones conscientes sobre cómo harán ministerio. Pueden conformarse a la sabiduría de la cultura y perseguir el culto del gran hombre, o pueden abrazar la imagen cruciforme del Salvador al que sirven (Lc 22:24-27) y vivir y ministrar en dependencia de los medios que Él ha ordenado. Primera de Corintios 2:1-4 nos recuerda que el mensaje más poderoso es aquel que se entrega centrado en Cristo, dependiente del Espíritu y en forma de cruz.