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Nota del editor: Este es el séptimo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Doctrinas mal entendidas
¿Qué pensarías de una madre y de un padre que, después de traer al mundo a su recién nacido, lo abandonan para que se valga por sí mismo? Eso sería desastroso para el niño y los padres serían culpables de abuso infantil. ¿Qué hace Jesús con Sus hijos espirituales recién nacidos? Aquí se encuentra, por lo menos en parte, la esencia y el significado de la membresía de la iglesia. Aquellos que son escogidos por el Padre, comprados por el Hijo y nacidos de nuevos por el Espíritu Santo, no son abandonados para valerse por sí mismos en contra del mundo, la carne y el diablo. Jesús toma a Sus hijos recién nacidos que han sido bautizados en la Iglesia invisible por el Espíritu Santo y los bautiza en la Iglesia visible por el sacramento del bautismo por agua. A través del bautismo por agua, Jesús también trae a los nuevos creyentes y a los hijos de los creyentes a formar parte de la iglesia visible. Cuando una persona es bautizada con agua en el nombre del Dios Trino, es añadida a la membresía de la iglesia visible y allí hay que cuidarla y nutrirla espiritualmente.
Estoy convencido que una de las razones por la cual la membresía de una iglesia no es valorada como debiera ser se debe a que no es vista como un medio por el cual el Buen Pastor cuida y provee para Sus ovejas. La Iglesia es Su rebaño. Él entregó Su vida por Sus ovejas. Las compró con el precio de Su propia sangre y no las abandona en esta tierra para que se las arreglen por sí mismas, por separado e individualmente. La Confesión de Fe de Westminster declara, «El bautismo es un sacramento del Nuevo Testamento, instituido por Jesucristo… para admitir solemnemente a la persona bautizada en la Iglesia visible» (28.1). Alguien pudiera preguntar, ¿dónde se encuentra la membresía en la Biblia? La respuesta está en la práctica del bautismo por agua. En el Nuevo Testamento, cuando alguien cree es bautizado y por su bautismo es añadido a la membresía de la Iglesia visible bajo la autoridad de la iglesia y el cuidado de líderes que actúan como pastores. Esta es la manera cómo Jesús vela por Su Iglesia en la tierra. Esas tres mil almas que fueron bautizadas en Pentecostés se agregaron a la membresía de la Iglesia en Jerusalén bajo el cuidado de los apóstoles.
Muchos fallan en ver la conexión entre el bautismo y la membresía, y por eso yerran en ver el significado de la supervisión y el cuido que se establece cuando una persona es bautizada y añadida a la membresía de la iglesia. Sin la membresía, es imposible para un líder eclesiástico determinar de cuáles de las ovejas de Cristo él es responsable. Pedro exhorta a los ancianos de la iglesia en 1 Pedro 5:2-3, diciendo «pastoread el rebaño de Dios entre vosotros, velando por él… [no] como teniendo señorío sobre los que os han sido confiados». La Reina-Valera 1960 traduce la frase «los que os han sido confiados» como «los que están a vuestro cuidado». El Buen Pastor ha encomendado Sus ovejas al cargo y cuidado de ancianos particulares que actúan como Sus pastores asistentes. Ciertamente, los apóstoles conocían las ovejas que Cristo les había encargado que supervisaran. Sin la membresía por el bautismo, los apóstoles no habrían conocido a las personas que pertenecían a Jesús y de las cuales ellos eran responsables. Sin la membresía, las ovejas no pueden saber quiénes son los pastores que deben seguir ni a quién le deben obediencia. El autor de Hebreos exhorta a los creyentes, «Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta» (Heb 13:17).
Cuando una persona es agregada a la membresía de la Iglesia invisible o espiritual, es liberada «del dominio de las tinieblas» y trasladada «al reino [del] Hijo amado [de Dios]» (Col. 1:13). Para los creyentes, la membresía en la Iglesia visible o física en la tierra corresponde a la membresía en la Iglesia invisible o espiritual. No puede ser otorgado mayor privilegio al hombre en la tierra. Ser trasladado del mundo (un dominio de muerte, oscuridad y condenación) a la Iglesia (un dominio de vida, luz y amor redentor) es la mayor bendición dada al hombre en la tierra. Es en la Iglesia visible donde Jesús nos provee con una abundante provisión de los medios de nuestro crecimiento espiritual: Palabra, sacramentos, oración, comunión, disciplina, etc.
De hecho, la práctica de disciplina eclesiástica asume el concepto de membresía en un cuerpo local visible. En Mateo 18:17, Jesús se refiere al creyente que no se arrepiente cuando dice, «y si también rehúsa escuchar a la iglesia, sea para ti como el gentil y el recaudador de impuesto». Se asume que la persona está en comunión con Jesús y Su Iglesia, pero si no se arrepiente, debe ser removido de la comunión de la iglesia. Pablo seguramente lo vio de esta manera cuando expulsó al hombre impenitente en 1 Corintios 5:2. Él escribió, «el que de entre vosotros ha cometido esta acción [sea] expulsado de en medio de vosotros». Si no existe membresía, entonces la idea de sacar a alguien de la iglesia no tiene significado alguno. Sacar a alguien de la iglesia solo tiene sentido si esta persona ha sido miembro de pacto con el pueblo de Dios, unido a Cristo y a Su cuerpo. El apóstol Pablo afirma en Romanos 12:5, «Así nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros».
La membresía en el cuerpo de Cristo es el resultado de la unión con Cristo. Por el bautismo del Espíritu Santo (una realidad espiritual, interna, invisible), los creyentes son unidos a Jesús y se convierten en parte de la Iglesia universal y por el bautismo en agua (una señal externa, visible, física) los creyentes y sus hijos son injertados en la iglesia visible, bajo el cuidado de los ancianos. La membresía tiene que ver con el cuidado espiritual y la rendición de cuentas. Es la bendición de pertenecer a la esposa de Cristo y el beneficio de Su supervisión pastoral. Es en la iglesia que el señorío de Cristo se manifiesta más claramente cuando los miembros se congregan en el Día del Señor, proveen apoyo con sus diezmos y ofrendas, utilizan sus dones espirituales para ministrarse unos a otros y proclaman Su evangelio en todo el mundo.