Razones por las que la controversia es a veces necesaria
5 junio, 2019¿Cuál es el papel de la experiencia en la vida cristiana?
11 junio, 2019Ni una iota ni una tilde
Nota del editor: Este es el decimoctavo y último capítulo en la serie “Las duras declaraciones de Jesús”, publicada por Tabletalk Magazine.
El pasaje de Mateo 5:17-18 es clave para interpretar el Sermón del Monte y todo el Evangelio de Mateo:
“No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir. Porque en verdad os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña [una iota] ni una tilde de la ley hasta que toda se cumpla”.
Aquí Jesús dice que ni una iota ni una tilde se perderán de la ley. La referencia a la letra más pequeña del alfabeto hebreo nos indica que el Antiguo Testamento es completamente confiable, incluso hasta el más mínimo detalle. Esto es consistente con la postura de Jesús en otras ocasiones. Nunca encontramos a Jesús expresando desacuerdo con las Escrituras. A pesar de que algunos han argumentado que Jesús discrepa con las Escrituras en la llamada antítesis de Mateo 5:21-48, Él explícitamente nos enseña lo contrario en los versículos 17-18. Jesús no ha venido a abolir la ley Mosaica (o los profetas) sino a cumplirla. En los versículos 21-48, Él no está en desacuerdo con el “escrito está”, sino con el “habéis oído que se dijo” (versículos 21, 27, 33, 38, 43; también ver el versículo 31). Jesús critica las interpretaciones erróneas de las Escrituras, no las palabras escritas en sí mismas.
Por lo tanto, es necesario apreciar la veracidad perdurable de la ley de Moisés ya que Jesús es el cumplimiento de esta ley (5:17; ver Rom 10:4). Jesús no la anula, sino que viene para que todo lo que hay en ella se cumpla (Mt 5:18). Y Él logra esto a través de toda Su obediencia representativa. Aunque la enseñanza de Jesús desafía hasta el alma, Él no vino a agobiarnos con cargas imposibles de llevar (11:28–30; ver 23:4). Solo Jesús, el último Adán y perfecto Hijo de Dios, es capaz de cumplir perfectamente la ley de Dios (3:15) y por consiguiente, capaz de derramar Su sangre para el perdón de los pecados (26:28; ver 1:21; 20:28).
Es necesario apreciar la veracidad perdurable de la ley de Moisés ya que Jesús es el cumplimiento de esta ley.
Esto no significa que los cristianos no deban preocuparse por seguir la ley de Dios; Cristo nos hace libres para obedecerla. Los discípulos de Jesús son llamados a amar genuinamente a Dios y a su prójimo (22:37–40; ver 7:21). Este es un llamado muy elevado, pero Jesús mismo lo personificó a lo largo de Su vida. Por medio de Su obediencia, Jesús nos libera de la carga de tratar de ganar nuestra salvación. Debemos ser misericordiosos por causa de la misericordia que Jesús nos ha mostrado (5:7; 9:13; 12:7; 23:23; ver Os 6:6; Mt 18:33). En pocas palabras, la ley de Dios es un testigo permanente de la persona y obra de Cristo, y por medio de Él podemos llamar esta ley, nuestra delicia.