¿Qué es un apóstol?
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Nota del editor: Este es el tercer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Sal y luz
Corría el año 597 a. C. y muchos judíos habían sido expulsados a la fuerza de sus hogares en Jerusalén. Vivían como exiliados en Babilonia. Una disonancia de falsos profetas vendía la falsa esperanza de que el exilio duraría solo dos años. Había un malestar generalizado en Babilonia. Había descontento entre los judíos. Había una gran preocupación económica, un creciente conflicto internacional, un malestar político divisivo y una agitación general entre la gente.
No es difícil ver similitudes entre los judíos que vivían en Babilonia y los cristianos que viven en el mundo actual. Los cristianos son ciudadanos de la ciudad de Dios que viven en la ciudad de los hombres. ¿Qué deben hacer? ¿Cuál es la respuesta adecuada de los cristianos que viven en el exilio? ¿Cómo debemos los cristianos ser sal y luz en las ciudades donde vivimos? El profeta Jeremías tomó su pluma tras la caída de Judá en el año 597 a. C. y escribió: «Así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel, a todos los desterrados que envié al destierro de Jerusalén a Babilonia…» (Jr 29:4). Dios habló a Su pueblo en el exilio babilónico para revelarle Su voluntad. A través de esta Palabra, Dios sigue hablando hoy. La instrucción de Jeremías es una aplicación lista para los cristianos del siglo XXI que viven como exiliados en un mundo cada vez más poscristiano.
Jeremías no le dijo al pueblo que huyera o se rebelara contra Babilonia. En cambio, les recordó dos veces que el Señor mismo los había enviado al exilio (vv. 4, 7; ver también v. 11). Les dio instrucciones a los exiliados para que construyeran casas, plantaran huertos, tomaran esposas, tuvieran hijos, dieran a sus hijos en matrimonio, se multiplicaran allí y no decrecieran. Debían tener en aquel lugar una vida fructífera. Luego les dio otra instrucción que podría parecernos contraintuitiva: «Y busquen el bienestar de la ciudad adonde los he desterrado, y rueguen al SEÑOR por ella; porque en su bienestar tendrán bienestar» (v. 7). Recuerda, la ciudad aquí no es Jerusalén. Debían buscar el bienestar de Babilonia e interceder por ella ante el Señor.
La palabra que se usa para «bienestar» es la palabra hebrea shalom. Es la misma palabra hebrea para «paz», pero el término «paz» no ha de entenderse simplemente como la ausencia de conflicto. La paz bíblica incluye la ausencia de conflicto, pero es mucho más que eso. La paz bíblica es abundancia y plenitud. Es cuando un hombre puede sentarse bajo su propia vid e higuera en una tierra que está en reposo (Mi 4:4). Debemos buscar la prosperidad de la ciudad, porque en la prosperidad de la ciudad experimentaremos prosperidad.
Jeremías añadió que la manera en que debemos buscar el bienestar de la ciudad es orando por ella. La prosperidad de la ciudad vendrá a través de la oración. Esto no significa que no hagamos nada más, sino que lo mínimo necesario que debemos hacer es orar. ¿Cómo debemos orar por la ciudad? La enseñanza de David en el Salmo 122:6-9 es una oración por la paz de Jerusalén. Estos principios son transferibles a las oraciones por el bienestar de otra ciudad.
Oren ustedes por la paz de Jerusalén:
«Sean prosperados los que te aman.
Haya paz dentro de tus muros,
Y prosperidad en tus palacios».
Por amor de mis hermanos y de mis amigos,
Diré ahora: «Sea la paz en ti».
Por amor de la casa del SEÑOR nuestro Dios
Procuraré tu bien.
Estamos llamados a buscar el bienestar de la ciudad al orar por la economía, la seguridad, el liderazgo y las personas de la ciudad. Oramos por la prosperidad financiera de las personas, para que tengan seguridad económica. Oramos por la protección de los habitantes de la ciudad, para que estén seguros. Oramos por los que gobiernan desde su posición de autoridad, para que el liderazgo sea eficaz en la ejecución de cosas buenas. Oramos por todas las personas, para que experimenten la paz en su interior. Orar por el bienestar de la ciudad es simplemente orar para que se haga la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo (Mt 6:10). Pedimos por el bienestar verdadero y pleno de la ciudad, que solo llega cuando las personas tienen paz por medio de nuestro Señor Jesucristo (Ro 5:1).