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Seol
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Nota del editor: Este es el tercer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Palabras y frases bíblicas mal entendidas
Las casas de empeño, las ejecuciones hipotecarias y las bancarrotas ponen de manifiesto la realidad de la crisis financiera que experimentamos en nuestros días. ¿Alguna vez has necesitado ayuda financiera? Tal vez le has pedido ayuda a un familiar para pagar la cuenta de la tarjeta de crédito, el préstamo estudiantil o la hipoteca. O puede que un familiar te haya pedido ayuda para pagar una deuda.
La necesidad de ayuda financiera es una forma útil de introducir la idea del pariente redentor. En pocas palabras, un pariente redentor es un pariente que paga las deudas de otro a sus expensas. Pero este tema apunta más allá de las finanzas, pues nuestra mayor necesidad no es que alguien nos pague nuestras deudas financieras —por más grande que sea esa necesidad— sino que alguien nos redima de la deuda que han contraído nuestros pecados. Así es como la idea veterotestamentaria del pariente redentor nos ayuda a comprender la redención mediante el sacrificio de Jesucristo.


La idea de un pariente redentor es planteada en las leyes levíticas, es exhibida por hombres como Booz y Jeremías, y es cumplida por Jesús, quien pagó por nuestros pecados con Su preciosa sangre.
Las instrucciones para un pariente redentor se proporcionan en Levítico 25, en estrecha relación con el año del jubileo, cuando se perdonan las deudas, se devuelven las tierras familiares y se libera a los prisioneros. Si un israelita se endeudaba, podía verse obligado a vender sus tierras heredadas o incluso a venderse a sí mismo como esclavo. Si esto ocurría, un pariente cercano pagaba el precio para redimir la tierra y/o comprar su libertad de la esclavitud (cuanto más cercana era la relación familiar, mayor era la obligación de actuar como pariente redentor). El costo de la redención se calculaba de manera proporcional al año del jubileo.
En el libro de Rut vemos un caso real donde se ejemplifican las obligaciones de un pariente redentor. El esposo y los hijos de Noemí habían muerto en Moab, y después de muchos años Noemí y Rut llegan a Belén. Booz es un pariente cercano y se siente honrado de que se le pida que actúe como redentor, pero hay un pariente más cercano que tiene el primer derecho. Cuando el pariente más cercano se niega, porque el costo de la redención y de casarse con Rut pondría en peligro su propio patrimonio, Booz, a un alto costo para sí mismo, paga el precio para redimir la tierra y toma a Rut como esposa.
Volvemos a ver este concepto en la vida del profeta Jeremías. En respuesta a la queja de Jeremías, Dios dice: «Te redimiré de la garra de los violentos» (Jr 15:21). Más adelante, el propio Jeremías se convierte en otro ejemplo importante de un pariente redentor cuando paga el precio de rescate por la tierra de su primo (32:6-15), proveyendo así esperanza para el futuro.
Este breve resumen a partir de Levítico, Rut y Jeremías nos ayuda a ver y comprender nuestra propia necesidad de redención. A causa de nuestros pecados, el costo de esta redención es notablemente alto, pero el Señor Jesucristo pagó este precio en su totalidad. Lo vemos claramente en un examen general de los siguientes pasajes del Nuevo Testamento.
Al principio de Su ministerio terrenal, Jesús estaba enseñando en la sinagoga de Nazaret. Leyó estas palabras de Isaías 61: «EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTÁ SOBRE MÍ… ME HA ENVIADO PARA PROCLAMAR LIBERTAD A LOS CAUTIVOS… PARA PROCLAMAR EL AÑO FAVORABLE DEL SEÑOR» (Lc 4:18-19). Jesús estaba haciendo referencia al año del jubileo y a Su propia obra redentora cuando dijo: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que han oído» (Lc 4:21).
Los apóstoles entendieron correctamente la obra salvífica de Jesús en el sentido de redención. En Gálatas 3:13, Pablo dice: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros». Pedro también habla de la redención que Jesús llevó a cabo, haciendo hincapié en el alto precio que pagó. Leemos en 1 Pedro 1:18-19: «Ustedes saben que no fueron redimidos de su vana manera de vivir heredada de sus padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha: la sangre de Cristo».
El Nuevo Testamento enfatiza que somos deudores espirituales. El único precio aceptable por la deuda de nuestro pecado es la preciosa sangre de Jesús. Cuando ese precio fue pagado, la deuda fue cancelada y los pecadores fueron liberados. Lo extraordinario es que el Jesús encarnado no se avergüenza de llamarnos hermanos (He 2:11). Él es nuestro pariente redentor. Alabado sea Dios por una redención tan grande.