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13 enero, 2022¿Por qué trabajas?
¿Por qué trabajas? Una vez escuché una respuesta bastante deprimente, que era algo como esto: «Trabajamos para poder comprar zapatos a nuestros hijos, para que puedan ir a la escuela, y así puedan conseguir un trabajo algún día, para que puedan comprar zapatos a sus hijos, y así…». En otras palabras, trabajar no tiene sentido. De hecho, desde esta perspectiva, la vida misma se convierte en algo sin sentido: simplemente es un ciclo interminable.
«También he oído decir que trabajamos para poder apoyar a los ministerios que hacen el verdadero trabajo, el trabajo del reino. Ahora, no me opongo a los donativos para los ministerios. De hecho, creo que puedes presentar un argumento bíblico sólido de que estamos obligados a hacerlo. Pero me pregunto si esto capta plenamente el significado del trabajo.
Así que, de nuevo, ¿por qué trabajas? Encuentro el inicio de la respuesta en el Salmo 104. El Salmo 104 es una reflexión sobre la creación, y quizás incluso una reflexión más extensa sobre el diluvio de Génesis 6 – 8. Vemos al salmista describiendo poéticamente no solo la creación de la tierra y todas las criaturas, sino que también vemos la obra íntima de Dios al sostener a Su creación y a las criaturas que hizo (vv. 1-13).
En el versículo 14, leemos que Dios provee tanto para el ganado como para las personas. Pero también leemos que las personas tienen un rol. Deben cultivar las plantas que Dios hace crecer. Lo que tenemos aquí es la función de los portadores de la imagen de Dios en acción. Como seres creados a imagen de Dios, debemos dominar y someter la tierra. Debemos ampliar ese jardín original dado por Dios. Vemos aquí una aplicación del mandato cultural de Génesis 1:26-28.
También vemos esto en los versículos 21-23 del Salmo 104. Así como los leones salen a buscar su presa (pues funcionan tal como fueron hechos), así también «sale el hombre a su trabajo, y a su labor hasta el atardecer» (v. 23). Aquí hay una armonía que no debe pasarse por alto. Todas las criaturas de Dios, grandes y pequeñas, se presentan trabajando en armonía bajo el diseño original con el que fueron creadas. Los leones fueron hechos para «trabajar» como leones. Nosotros fuimos creados para trabajar como portadores de la imagen de Dios. De hecho, el salmista se mueve sin problemas no solo de criatura a criatura, sino también de criatura a Dios, el Creador. En el versículo siguiente, versículo 24, el salmista declara: «¡Cuán numerosas son tus obras, oh SEÑOR! Con sabiduría las has hecho todas; llena está la tierra de tus posesiones».
El salmista quiere que establezcamos algunas conexiones entre nuestro trabajo y asuntos de mayor significado. Al trabajar reflejamos la obra de Dios, el Creador. En nuestro trabajo de someter y dominar, nuestro trabajo de cultivar, vemos algo más. Nuestro trabajo da testimonio y señala a Aquel a cuya imagen estamos hechos. Nuestro trabajo es un testimonio, un indicador, hacia Dios el Creador. C.S. Lewis dijo una vez que nunca hemos conocido a una persona ordinaria. Tal vez podríamos parafrasearlo: nunca hacemos un trabajo ordinario. El trabajo no es algo insignificante, trivial, inútil, absurdo o sin sentido. Nuestro trabajo se entiende mejor como rebosante de significado y trascendencia.
Pero espera, hay más.
En los versículos 25-26, leemos:
He allí el mar, grande y anchuroso,
en el cual hay un hervidero innumerable
de animales tanto pequeños como grandes.
Allí surcan las naves,
y el Leviatán que hiciste para jugar en él.
Claramente, el mar y las criaturas marinas dan testimonio de la grandeza, majestuosidad y belleza de Dios. Pero mira de cerca el versículo 26. El salmista pone en paralelo dos cosas: las naves y el Leviatán. Los libros poéticos, como Salmos y Job, e incluso algún libro profético, se refieren a esta criatura, el Leviatán. No han faltado las especulaciones sobre la identidad exacta de esta criatura. ¿Es una gran ballena? ¿Es un dinosaurio? ¿Un calamar gigante? Lo que sabemos con certeza es que el Leviatán nos deja sin aliento. Es probable que utilicemos la palabra «asombroso» con demasiada frecuencia y que por ello le hayamos quitado su fuerza retórica. Pero en este caso la palabra encaja. El Leviatán es asombroso.
Al Leviatán también le gusta jugar. No podemos pasar eso por alto. Jonathan Edwards, al escribir sobre la araña voladora, señala que esta araña tenía una sonrisa en la cara cuando volaba. Esto llevó a Edwards a concluir que Dios proveyó «para el placer y la recreación de toda clase de criaturas, incluso los insectos». Incluso para el Leviatán. Esta bestia magnífica juega. Y luego está la otra criatura en el verso 26. Esta criatura está hecha por el hombre: «Allí surcan las naves». Ahora, debemos pensar en esto. La creación de Dios y nuestra creación se ponen una al lado de la otra, en paralelo. El salmista se maravilla con el Leviatán, y el salmista se maravilla con los barcos. Puedes imaginarlo. Tal vez lo hayas dicho tú mismo: «Mira, ahí van los barcos. Asombroso».
¿Qué tiene lugar en la construcción de barcos? Matemáticas y física, carpintería especializada, experiencia, conocimientos compartidos por varias generaciones a través de muchas pruebas y errores, mucho trabajo… todo esto entra en la construcción naval. ¿Qué se necesita para navegar un barco? Técnicas de navegación, experiencia, músculo, espaldas fuertes, brazos fuertes, agallas, determinación, generaciones de sabiduría colectiva… todo esto se emplea en los barcos de vela.
Nuestro salmista se asombra cuando ve las naves atravesando la extensión del mar. Nuestro salmista se asombra cuando ve al Leviatán retozar sobre la extensión del mar. Estos ciertamente son asombrosos.
A medida que vamos leyendo este salmo, encontramos que aquí hay algo más que gigantes naturales y artificiales que cruzan los mares y juegan con las olas. El versículo 27 nos dice: «Todos ellos», refiriéndose a todas las criaturas de Dios, «esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo. Tú les das, ellos recogen; abres tu mano, se sacian de bienes». Obtenemos placer, obtenemos satisfacción, obtenemos significado en nuestro trabajo. Reconocemos los dones que Dios nos ha dado, los recursos que nos ha dado, y luego nos ponemos a trabajar. Y entonces estaremos satisfechos. El vino alegra nuestros corazones (v. 15). Nuestras creaciones nos asombran.
Todos estos son resultados de nuestro trabajo. Pero ninguno de ellos es el fin principal o el resultado último de nuestro trabajo. El fin principal de nuestro trabajo viene en el versículo 31: «¡Sea para siempre la gloria del SEÑOR! ¡Alégrese el SEÑOR en sus obras!». Nuestro trabajo tiene sentido. Nuestro trabajo apunta a Aquel a cuya imagen fuimos creados. Al trabajar, damos gloria a Dios. Al trabajar, Dios se deleita con nosotros. Ahora hemos dado con la respuesta a por qué trabajamos.
¿Notaste lo que no está en el Salmo 104? No hay ni una sola referencia al templo, a los músicos del templo, a los sacerdotes y a sus actividades. Se hace referencia a la agricultura. Se hace referencia al cuidado de las viñas. Se hace referencia al trabajo manual. Se hace referencia al trabajo.
Se hace referencia a la construcción de barcos.
«Allí surcan las naves». A Dios sea la gloria.