Huyendo del anonimato
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22 enero, 2022¿Qué es el pacto de redención?
Una tradición persistente afirma que, al ser burlado por un escéptico con respecto a su doctrina de la creación, a San Agustín le preguntaron cínicamente: «¿Qué hacía Dios antes de crear el mundo?». La supuesta respuesta de Agustín fue: «Crear el infierno para las almas curiosas».
La respuesta fue, por supuesto, irónica. La Biblia no habla de una obra tan especial de la creación divina antes de la creación misma. Pero el comentario ingenioso de Agustín tenía un punto serio que advertía contra la especulación ociosa sobre la actividad de Dios en la eternidad.
Sin embargo, más allá de la especulación, la Biblia tiene mucho que decir sobre la actividad de Dios «antes» de que se creara el mundo. La Biblia habla a menudo del consejo eterno de Dios, de Su plan de salvación y cosas similares. Es una cuestión de urgencia teológica que los cristianos no piensen que Dios es un gobernante que improvisa Su dominio del universo. Dios no «lo inventa sobre la marcha». Tampoco debe ser visto como un administrador torpe que es tan inepto en Su planificación que Su plan de redención debe ser revisado constantemente de acuerdo con las acciones de los hombres. El Dios de las Escrituras no tiene un «plan b» o un «plan c». Su «plan a» es desde la eternidad hasta la eternidad. Es perfecto e inalterable, ya que se basa en el carácter eterno de Dios que es, entre otras cosas, santo, omnisciente e inmutable. El plan eterno de Dios no se revisa a causa de las imperfecciones morales que hay en él y que deben ser purificadas. Su plan no fue corregido o enmendado porque Él obtuvo nuevos conocimientos de los que carecía al principio. El plan de Dios nunca cambia porque Él nunca cambia, y porque la perfección no admite grados y no se puede mejorar.
El pacto de redención está relacionado íntimamente con el plan eterno de Dios. Se llama «pacto» en la medida en que el plan implica a dos o más partes. No se trata de un pacto entre Dios y los seres humanos. Es un pacto entre las personas de la Deidad, específicamente entre el Padre y el Hijo. Dios no se convirtió en trino en la creación o en la encarnación. Su trinidad es tan eterna como Su ser. Es uno en esencia y tres en persona desde toda la eternidad.
El pacto de redención es un corolario de la doctrina de la Trinidad. Al igual que la palabra trinidad, la Biblia no lo menciona explícitamente en ninguna parte. La palabra trinidad no aparece en la Biblia, pero el concepto de la Trinidad es afirmado en toda la Escritura. Asimismo, la frase «pacto de redención» no aparece explícitamente en la Escritura, pero el concepto se anuncia a lo largo de ella.
En el centro del mensaje de Jesús está la declaración de que fue enviado al mundo por el Padre. Su misión no le fue dada en Su bautismo ni en el pesebre. La tuvo antes de Su encarnación.
En el gran «Himno de la kénosis» de Filipenses 2, vislumbramos esto: «Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús SE DOBLE TODA RODILLA de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (vv. 5-11).
Este pasaje revela muchas cosas. Habla de la voluntad del Hijo de emprender una misión de redención a petición del Padre. Que Jesús hacía la voluntad del Padre se atestigua a lo largo de Su vida. Cuando era un niño en el templo, les recordó a sus padres terrenales que debía ocuparse de los asuntos de Su Padre. Su comida y bebida era hacer la voluntad de Su Padre. El celo por la casa de Su Padre era lo que lo consumía. En repetidas ocasiones declaró que no hablaba con Su propia autoridad, sino con la autoridad de Aquel que lo envió.
Jesús es el principal misionero. Como la palabra sugiere, un misionero es alguien que es «enviado». El Verbo eterno no decidió por sí mismo venir a este planeta para su redención. Fue enviado aquí. En el plan de salvación, el Hijo viene a cumplir el mandato del Padre.
El punto del pacto de redención es que el Hijo viene voluntariamente. El Padre no lo obliga para que renuncie a Su gloria y sea sometido a la humillación. Más bien, Él voluntariamente «se despojó a sí mismo». El Padre no despojó al Hijo de Su gloria eterna, sino que el Hijo aceptó dejarla de lado temporalmente por el bien de nuestra salvación.
Escucha a Jesús cuando ora al Padre al final de Su ministerio: «Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a ti, por cuanto le diste autoridad sobre todo ser humano para que dé vida eterna a todos los que tú le has dado. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Yo te glorifiqué en la tierra, habiendo terminado la obra que me diste que hiciera. Y ahora, glorifícame tú, Padre, junto a ti, con la gloria que tenía contigo antes que el mundo existiera» (Jn 17:1-5). El pacto de redención fue una transacción que implicó tanto un compromiso como una recompensa. El Hijo entró en un acuerdo sagrado con el Padre. Se sometió a sí mismo a las obligaciones de ese acuerdo pactado. Un compromiso fue igualmente asumido por el Padre: dar a Su Hijo una recompensa por hacer la obra de redención.
En su teología sistemática, Charles Hodge enumera ocho promesas que el Padre le dio al Hijo en este pacto hecho en la eternidad. Brevemente, ellas son: que Dios formaría una iglesia purificada para Su Hijo; que el Hijo recibiría al Espíritu sin medida; que Él estaría siempre presente para sostenerlo; que lo libraría de la muerte y lo exaltaría a Su diestra; que tendría el Espíritu Santo para enviarlo a quien Él quisiera; que todos los que el Padre le dio vendrían a Él y ninguno se perdería; que multitudes participarían de Su redención y Su reino mesiánico; que Él vería la angustia de Su alma y estaría satisfecho.
Debido a que Dios honró el pacto eterno de redención, Cristo se convirtió en el heredero de las promesas de Su Padre. Debido a que este pacto nunca fue violado, cosechamos sus beneficios como herederos de Dios y coherederos con Cristo.